Una batalla de 17 años para poder rehabilitar la casa modernista de Lola Benavides

leticia castro O GROVE / LA VOZ

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LETICIA CASTRO

Litigios y problemas con Patrimonio dificultaron el renacer de la vivienda, situada en la calle Luis A. Mestre, en O Grove

02 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Corría el año 1906 cuando el boticario Valentín Piñeiro llegaba a O Grove y se casaba con Baldomera Benavides. Juntos levantaron el singular edificio, de carácter modernista, que hoy se ubica en el número 20 de la calle Luis Antonio Mestre, uno de los pocos inmuebles aún en pie afectados por Patrimonio en la localidad y prácticamente el único de los deshabitados, que está siendo rehabilitado. En esa casa montaría su botica el matrimonio, a pocos metros de la farmacia que regentaba el hermano de Baldomera, Leopoldo Benavides, quien llegó a ser alcalde del municipio entre los años 1907 y en 1913, y que sería sucedido por el médico Jacobo Otero Goday.

El caso es que Valentín levantó su farmacia en la parte del edificio que hoy linda con la Fonte do Galo, y que muchos años después se convertiría en el Bazar Doña Concha, circunstancia que algunos vecinos aún recuerdan. La otra parte del inmueble sería su propia vivienda. Valentín, que fue también juez de paz de O Grove durante la República y en la dictadura de Franco, no tuvo descendencia, pero curiosamente se encariñó con una niña llamada Lola Benavides que siempre acudía a la casa del boticario de la mano de su tía, pues era donde ella trabajaba. A pesar de que Lola no era huérfana, Valentín la adoptó, pudiendo legarle así su propiedad, o mejor dicho, la mitad de ella. Y fue de esta manera cómo llegó a manos de los actuales dueños, Lola González y sus padres, Loli y Alberto, que ahora le dan una nueva vida, al menos a una parte de la casa, ya que el reparto en su día de la herencia dificultó mucho la tarea de hacerse con la totalidad del inmueble.

El dilema parte de que la propiedad era un solo número, pero en los archivos aparecía como si fuesen dos viviendas distintas, el 18 y el 20. De hecho, después de muchos pleitos y desavenencias entre los herederos, el juez lo puso a la venta y solo Loli y Alberto pujaron por él, pero no consiguieron hacerse con todo, solo con el número 20. Suya era ya la primera planta del 18, y su objetivo es ahora hacerse con la parte que queda, que pertenece a los descendientes de Don Alfonso Solá.

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La casa era y es el sueño de Lola González, por eso hace diez años ella emigró a Suiza con el objetivo de ahorrar el dinero necesario para poder afrontar los gastos de la restauración. Una historia digna de admirar que va camino de un final feliz. La lucha, según confiesan, fue larga: Estuvieron años esperando a que Patrimonio contestase a sus peticiones y a que la Justicia pusiese las cosas en su lugar. Una batalla que duró la friolera de diecisiete años, pero en la que nunca se rindieron. Ahora el interior de la vivienda vuelve a tener la luz de antaño, y dispone de nuevas vigas de madera. La obra sigue en marcha, utilizando los materiales exactos con los que se construyó hace más de cien años. La fachada y los tejados ya están listos, y la puerta original con más de un siglo, también.

Convertir el edificio en una casa de huéspedes con mucha historia

Cuando Lola regrese a O Grove, y espera hacerlo en unos cuatro años, su idea es convertir la propiedad en un hotel de apenas siete habitaciones. Conservar el espíritu que en su día tenía la casa, cuando su abuela alquilaba los dormitorios para hacer un poco de dinero, es su sueño, para poder «compartir la historia que encierran esas paredes con más gente». Y la otra parte será su propio hogar, ya que fue ahí donde ella y su hermano se criaron.

La trayectoria de Don Valentín salpica también a una importante figura literaria, pues su primera farmacia estuvo en Mondoñedo, y fue justo antes de trasladarse a O Grove cuando le vendió su botica al padre de Álvaro Cunqueiro. Lola pretende conservar en su futuro hotel estos datos históricos, hacer partícipes a sus clientes, y conservar los aromas y las luces que en su día había en la casa original. Es curioso cómo en la historia de estas vivienda y la de Torre de Escuredo —junto con la farmacia de los Solá— se entrelaza. Y es que solo unas pocas familias, en su mayor parte burguesas, construyeron a principios del siglo XX en la calle Luis Antonio Mestre. Es una lástima que algunos de aquellos hermosos edificios estén a punto de derrumbarse.