Un símbolo de Vilagarcía, por los suelos

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

Un temporal de septiembre de 1999 abatió al Pino de Marxión, un ejemplar que superaba los doscientos años de edad y los cuarenta metros de altura, y que fue una referencia para muchas generaciones de vilagarcianos

21 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Un pino aparece en el escudo heráldico de Vilagarcía y más de una voz asoció el ejemplar que allí figura con el mítico Pino de Marxión. Un ejemplar de pinus pinea, del que ya quedó constancia por escrito de su existencia desde 1656. O eso contaba la leyenda, que atribuía la referencia a un tal Ramón Castro, vecino de Fontecarmoa. No era tan viejo, pero el estudio que se hizo tras su caída desveló que en realidad había cumplido 220 primaveras, algo que no está nada mal. Y allí estuvo, erguido y poderoso, hasta que un temporal de mediados del mes de septiembre de 1999 lo abatió, para desazón de los vilagarcianos, que veían como uno de sus símbolos caía por los suelos. Estudios posteriores también tiraron por los suelos el hecho de que fuera el del escudo, pero lo cierto es que el ejemplar era todo un símbolo. 

Fue un temporal duro aquel que azotó las tierras arousanas hace veintidós años. Tan duro que se cobró más víctimas, además de provocar algunas inundaciones. Así, otro poderoso ejemplar de pino, aunque con menos historia y sin ninguna leyenda sobre sus ramas, también cayó sobre la calzada en Cambados. Hubo varias víctimas asimismo entre varios carteles luminosos de distintos establecimientos, e incluso los mástiles del párking de O Cavadelo rodaron por los suelos, en una noche de viento y furia. No fue una broma lo que pasó aquel fin de semana, con desprendimientos de tierra en O Grove y una embarcación a la deriva que tuvo que se rescatada. Lógico, el Pino de Marxión se merecía una muerte brava, no que una brisilla acabara con él.

Eran alrededor de las tres de la madrugada de un domingo cuando el viento derribó al coloso de Marxión. Un ejemplar que superaba los cuarenta metros de altura y con un tronco de más de siete metros de perímetro. En realidad, hacía ya algún tiempo que se temía lo peor, porque parte de sus raíces ya no prendían en el suelo y eran muchas las ramas que estaban ya muertas. En las jornadas siguientes, la peregrinación de vilagarcianos hacia la zona para comprobar el desaguisado fue continua. Muchos de ellos con aventuras que contar sobre el histórico ejemplar.

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Unos días después, el árbol, o lo que de él quedaba, fue trasladado al centro forestal de Lourizán para estudiarlo. Tres toneladas pesaba el bicho, que tuvo viajar a lomos de un camión de notable porte, aunque una parte de él se quedó en Vilagarcía con la intención de colocarlo en algún lugar destacado para que su historia fuera conocida por las generaciones venideras. Vano intento. Tras pasar algunos meses a la vera del campo de A Lomba, fue trasladado luego a Pinar do Rei, y allí un incendio acabó con lo que quedaba de él. Una de las razones del traslado de los restos a Pontevedra era extraer datos sobre la historia climática de Vilagarcía, aunque de esto, según reconocieron hace años en el Concello, nunca se más se supo. Parece claro que, como suele suceder, tuvo más fortuna el Pino de Marxión en vida que lo que con él hicieron tras su caída.

No terminaron, sin embargo, las llamas con el legado del ejemplar. Cuando el árbol ya empezaba a dar señales de que su vida estaba a punto de expirar, técnicos del Concello procedieron a realizarle una cirugía arbórea para intentar quitarle peso a la copa. Y durante esa poda, previsores ellos, aprovecharon para recoger piñas y piñones en un intento de conseguir descendencia.

Una maceta de regalo

Fue Carlos Berride quien, cuando abandonó su puesto de concejal de Medio Ambiente en Ravella, decidió regalar a todos sus compañeros de corporación y a varios funcionarios del Concello una maceta con un pequeño descendiente del ejemplar original que, en algún caso, parece que ha crecido con fruición.

El Concello de Vilagarcía también, lógicamente, se hizo con su propio fondo de descendientes del mítico ejemplar. Varios de ellos fueron plantados en distintos lugares de Vilagarcía, pero sin demasiada notoriedad para evitar que algún espabilado, que de todo hay, se lo llevara para su casa.