La comisión de investigación del accidente subraya que los tripulantes que se dedican a labores náuticas nunca deben ejercer como camareros

serxio gonzález

El incendio que hace tres años devoró el catamarán Boramar frente a la isla de A Toxa, un accidente que diez días después le costó la vida a un turista de Guadalajara, aquejado de graves quemaduras, debería tener consecuencias prácticas sobre la evaluación de las condiciones en las que este tipo de buques prestan servicios turísticos. La Comisión Permanente de Investigaciones de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), que acaba de hacer público su informe sobre lo ocurrido en aguas de O Grove el 24 de julio del 2018, concluye que las llamas se originaron en una cocina que había sido instalada de forma irregular, en un espacio destinado al pasaje y sin que la reforma fuese notificada a la Capitanía Marítima de Vilagarcía. Entre sus recomendaciones, los técnicos del Ciaim, un organismo dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, insisten en la necesidad de llevar a cabo una campaña de inspección centrada en esta clase de instalaciones y en las medidas de prevención y extinción de un fuego a bordo.

 Recomendaciones para Marina Mercante

  • Seguridad y sanciones. De la investigación del accidente del Boramar surgen dos recomendaciones a la Dirección General de la Marina Mercante. La primera de ellas consiste, precisamente, en esa campaña de inspección «centrada en el cumplimiento de la normativa de prevención, detección y extinción de incendios en las cocinas de las golondrinas o buques de pasaje turístico». Esta acción, subrayan los técnicos de la comisión, debería orientarse tanto a la solución de los problemas que se detecten como a la sanción a los armadores y astilleros que lleven a cabo obras de reforma sin notificárselas a las autoridades marítimas. En el caso del catamarán de O Grove, la preinstalación de gas fue realizada por una empresa autorizada, pero, según el informe, «no existe ningún boletín o certificado expedido por dicha empresa sobre la instalación de gas de la cocina», ni un proyecto de reforma que se hubiese comunicado a la Capitanía Marítima.
  •  La regulación de la tripulación. La tripulación del Boramar era la mínima que exige la normativa para una embarcación de sus características: un patrón-mecánico y dos marineros. A la vista de lo ocurrido en O Grove, la Ciaim apuesta por que Marina Mercante establezca «la presencia de dos tripulantes como mínimo, con la formación precisa, por cada una de las cubiertas de pasaje, para garantizar la seguridad de los pasajeros durante una evacuación apresurada». Aunque el informe concluye que la evacuación fue rápida y que los tripulantes actuaron «bajo su mejor juicio bajo un caso de fuerza mayor», también entiende que el proceso pudo haberse llevado a cabo con mayor diligencia «si se hubiese contado con uno o dos miembros más en la tripulación con la formación adecuada». De ahí su recomendación.

 Recomendaciones para el armador

  • Dirección técnica. En cuanto a las directrices que la comisión establece para la empresa propietaria del Boramar, Cruceros Rías Baixas S. L., en realidad son extensibles al conjunto de compañías del sector. Entre ellas destaca el establecimiento de una dirección técnica, en la figura de una persona con formación y experiencia en la gestión de buques similares. Propone, de hecho, a un capitán, patrón o jefe de máquinas de la marina mercante, o incluso a un ingeniero naval. Dotado de capacidad de decisión, su cometido consistiría en «supervisar la seguridad técnica y operativa de los buques de su flota».
  • Más tripulantes. En consonancia con sus recomendaciones hacia la Dirección General de la Marina Mercante, la Ciaim insta al armador a incrementar el número de tripulantes en sus catamaranes, siguiendo la misma pauta de un mínimo de dos, con formación suficiente y el certificado de especialidad de buques de pasaje, por cada cubierta destinada a los viajeros
  • Simulacros y ejercicios. La comisión considera imprescindible la adopción de una política de ejercicios regulares contraincendios y evacuación que deberían realizar toda la tripulación, «estableciendo cuadros orgánicos de emergencias en cada buque con las funciones que deba realizar cada tripulante». Este tipo de simulacros deben ser reflejados en un registro, y llevados a cabo periódicamente, «en presencia de inspectores de la Capitanía Marítima».
  • Chalecos salvavidas. En el accidente del 2018, los pasajeros saltaron sin chalecos. Incluso niños que no sabían nadar, aunque siempre había una persona en el agua preparada para recogerlos. La Ciaim entiende que los salvavidas tienen que ser dispuestos en varios emplazamientos a lo largo de la eslora, en lugar de concentrarse en un solo punto.

 Lecciones de seguridad

  • Nada de marineros ejerciendo otras funciones. La comisión exige que los tripulantes con atribuciones náuticas no realicen otras tareas a bordo, y mucho menos aquellas relacionadas con la hostelería y la animación. Toda reforma que pueda afectar a la seguridad tiene que ser comunicada y supervisada.

Los restos del catamarán, completamente calcinados, frente a la isla de A Toxa
Los restos del catamarán, completamente calcinados, frente a la isla de A Toxa MARTINA MISER

O Grove concentra la mitad de las rutas y la actividad de los catamaranes en las ría gallegas

Aunque, obviamente, las recomendaciones en materia de seguridad que plantea la comisión que ha investigado el accidente del Boramar se amplían al conjunto de la flota turística, sus consecuencias tienen un alcance especial en O Grove. No en vano, se trata de la capital gallega de los catamaranes. Tanto por el número de rutas como por la importancia de esta actividad, ningún otro puerto de las rías se aproxima siquiera a la plaza arousana.

Aunque los trayectos que gozan de una mayor proyección exterior son los que comunican la costa de las Rías Baixas con el parque nacional de las Illas Atlánticas, desde O Grove solo cinco rutas tienen como destino uno de sus archipiélagos, el de Sálvora, que pueden combinarse con la visita al castigado islote de Areoso, en A Illa. Los recorridos hacia Ons y las Cíes se establecen desde otros puntos, como Vigo, Bueu, Baiona, Sanxenxo y Portonovo. Aun así, el predominio meco es absoluto. Habrá que ver como emerge el sector de la crisis desatada por la pandemia, pero antes de que el coronavirus hiciese acto de presencia, de las 63 rutas turísticas que ofrecía la costa galaica, 28 tenían el puerto grovense como referencia.

400.000 pasajeros anuales

Más allá de esas incursiones en Sálvora y Areoso, el grueso de los viajes que zarpan de O Grove ofrecen la misma singladura que el Boramar se disponía a realizar cuando entró en llamas, apenas cinco minutos después de haber zarpado: un recorrido por la ría que incluye una visita didáctica a una batea y la clásica degustación de mejillones.

Este sencillo programa constituye un gancho imbatible para los turistas, hasta el punto de que los registros previos al covid contabilizaban un promedio de cuatrocientos mil pasajeros que cada año subían a bordo de un catamarán en O Grove.

Catorce embarcaciones

Un movimiento de semejante calibre genera una potente industria paralela. Es así como más de la mitad de las navieras turísticas con actividad en Galicia, once de veinte, tienen presencia en los muelles mecos. La flota grovense de buques turísticos tampoco es ninguna minucia, con catorce embarcaciones registradas.