Bancos, pivotes y cámaras para alejar a los coches de las calles peatonales

Rosa Estévez
r. estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

En todos los pueblos ganan espacio las zonas cerradas al tráfico rodado; controlar su eficacia no resulta sencillo

26 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Devolver las calles a los peatones. Ese es el objetivo que se han marcado los gobiernos municipales de localidades como Vilagarcía, O Grove o Cambados. Pero cruzar la meta de la peatonalización no es sencillo: los coches parecen resistirse a abandonar territorios que en algún momento sintieron suyos. Por esa razón, los vehículos rodados siguen circulando por calles como la vilagarciana Rey Daviña o la grovense Castelao. Para evitarlo, los ayuntamientos prometen cíclicamente campañas de control policial y mano dura, pero ni con esas se ha logrado erradicar un problema que desespera a todo aquel que, en medio de un paseo teóricamente seguro, ve su espacio invadido por un turismo. O por un patinete eléctrico, capaz de producir el mismo sobresalto.

El Concello de Vilagarcía ha anunciado esta semana que está buscando un sistema eficaz de control de acceso a calles peatonales. Ha elegido, para comenzar ese plan global, las calles Vista Alegre y García Caamaño, donde los desmanes automovilísticos tienen una incidencia especial. Queda por determinar cuál será el método que se utilice para lograrlo. Porque recetas para este mal hay muchas, aunque su eficacia es más que cuestionable.

Bien lo saben en Vilagarcía, donde en lugares como Ravella han tomado medidas rotundas: la instalación de bancos de hormigón. Pese a su fenomenal tamaño, ni siquiera han logrado parar a algunos conductores, que aprovechan todos los resquicios para burlar las prohibiciones.

En O Grove, la peatonalización de la calle Castelao fue uno de los hitos del pasado mandato. Para cerrarla, optó el gobierno local por instalar un pivote que sube y baja gracias a un mando a distancia del que disponen los residentes y personas autorizadas para circular con sus coches. «Es verdad que ese sistema nos está generando muchos problemas», explica Cacabelos. De hecho, el dichoso elemento, que ya ha salido hasta en las letrillas del Carnaval, pasa mucho tiempo averiado, debido a golpes o inclemencias climáticas. Aún así, el gobierno local no descarta emplear ese método en las nuevas calles que tiene previsto peatonalizar.

Tras muchos años de debate, la plaza de Fefiñáns también ha sido cerrada al tráfico. Quizás no debiera ser necesario adoptar medidas para apartar de forma efectiva a los vehículos de tan emblemático lugar, pero de momento el Concello de Cambados mantiene, cerrando la entrada al mismo, varios maceteros y vallas: más vale prevenir. El concejal Tino Cordal explicaba ayer que el gobierno local tiene pensado seguir adelante con la política de peatonalizaciones en el casco histórico. Claro que esas medidas se tomarán tras un exhaustivo estudio. Y se aplicarán de forma gradual, aprovechando además el hecho de que las cosas de palacio suelen ir despacio. Así, en cuanto se decidan las vías a peatonalizar, se instalarán primero señales disuasorias para ir acostumbrando a los conductores a lo que se avecina. La intención es, en cuanto se pueda acometer de forma efectiva la peatonalización, instalar cámaras lectoras de matrícula, «para que os propietarios de vehículos non autorizados se teñan que ater as consecuencias dos seus actos», según Cordal. Ese sistema, el de las cámaras, también está en la cartera de propuestas que sobre la mesa tiene el gobierno de Vilagarcía.

En Fefiñáns, un surtido de maceteros y vallas impiden el paso de los vehículos

Las «zonas de convivencia» que han convertido en un éxito el modelo de Pontevedra

En Pontevedra, la ciudad que le ha ganado la batalla a los coches, no existen las calles peatonales. Al menos no oficialmente. En la capital de la provincia se han creado «zonas de convivencia» en las que circular en coche está permitido, siempre y cuando haya una buena razón para ello. En esas zonas, los peatones tienen prioridad absoluta. Y eso hace que los conductores desistan de entrar con sus vehículos a no ser que, efectivamente, los anime un motivo de peso. En estos momentos, los vehículos pueden circular por esas vías a una velocidad máxima de 20 kilómetros por hora. En estos momentos, el Concello está trabajando para rebajar esa velocidad máxima hasta los diez kilómetros por hora. A esa limitación estarán sujetos, en cuanto la norma entre en vigor, tanto turismos y furgonetas como patinetes eléctricos y bicicletas. Y es que son estos últimos vehículos los que más problemas de convivencia generan.