Los perros se despeinaron en A Toxa

Bea Costa
bea costa O GROVE / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

Más de 250 canes compitieron este fin de semana en belleza y agilidad. Algunos pasaron antes por la peluquería y el fisioterapeuta

02 sep 2019 . Actualizado a las 21:58 h.

A los ajenos al mundillo podría parecerle que los concursos de perros son cosa de gente chic que lleva al chucho a la peluquería y de tiendas. Nada más lejos de la realidad, afirma el presidente de la Sociedade Canina Galega, Agustín Fontán, que con 32 años de experiencia y seis campeonatos del mundo en su haber tiene a gala no haber pisado una peluquería canina en su vida. Él mismo los peina y les corta el pelo y les enseña a mantener la postura y a no perder el paso.

El cargo le impide competir en citas como la que este fin de semana se celebró en A Toxa, que atrajo a más de 250 perros llegados de toda España para competir en la modalidad de Agility y belleza. Son dos mundos completamente distintos. En la primera modalidad se valora la habilidad y destreza del can a la hora de pasar por un túnel o cruzar una pasarela y tiene un claro componente deportivo. En la segunda se premia la estampa, que va mucho más allá del lustre del pelaje.

La morfología es determinante. El juez evalúa aspectos como la mordida del animal, que no le falte ninguna pieza de la dentadura, la estructura ósea y, por supuesto, que siga con acierto las instrucciones del handler que lo guía por el circuito. El ganador absoluto ayer en A Toxa fue un Cotón de Tulear, una raza originaria de Madagascar, que fue importando de Polonia y ahora vive en Málaga. Ayer se coronó como el más bello, seguido de un perro aguas español y un Fox terrier.

Los aficionados piden que se destierren de una vez por todas los estereotipos que pesan sobre ellos. Ni hay que ser rico, ni hay que disponer de todo el tiempo del mundo para poder dedicarse a los perros. «Aquí vén xente en caravana que come de bocadillo e hai quen vai á D’Berto (afamado restaurante de O Grove)», apunta Fontán. Es una afición tan asumible como la de las motos, la música o la buena gastronomía; eso sí, si uno quiere cruzar fronteras en busca de un buen palmarés tendrá que hacer muchos kilómetros. ¿Cuál es el aliciente?, preguntamos. «Eu adquirín moita cultura, viaxei por tres continentes grazas aos cans. Isto non é un hooby, é unha pasión», apunta Fontán.

Su historia podría ser la de otros muchos criadores, que sin pertenecer a una familia inglesa ducha en pedigrís acabó entrando en la élite de la competición. A Toxa era ya en los años setenta un enclave obligado para las exposiciones caninas y él, que es de O Grove, no tardó en asomar por allí. Le regalaron un Terranova y tuvo, dice, la suerte del debutante. Ya no paró, hasta llegar a tener 16 perros. Y es que el que prueba, afirman los aficionados, se engancha. Este tipo de prácticas tienden unos lazos afectivos entre el animal y su dueño muy especiales y no es extraño que pasen de generación en generación. Un buen ejemplo se vio ayer al pie del puerto deportivo, donde Julio y el pequeño Samuel, padre e hijo, coincidieron en el circuito de Agility.

El Concurso nacional Festa do Marisco es más que un ejercicio estético. Según los cálculos de la organización (la asociación de empresarios Emgrobes), movilizó a unas tres mil personas, ya que los participantes suelen viajar en familia y aprovechan esta convocatoria para hacer turismo en un enclave tan atractivo como es A Toxa y O Grove. Es difícil cuantificar la repercusión económica en la localidad, pero lo que es palpable es que el concurso ha servido para llenar muchas habitaciones de hotel y muchas mesas en los restaurantes.

El mundo de la exhibición y adiestramiento canino es un negocio, aunque no para los aficionados. ¿Cuánto cuesta mantener y cuidar a estos perros?, preguntamos. «Mejor no hacer cuentas», señalan Silvia y Bruno, que ayer compitieron en Agility. Él, de Pontevedra, acudió con Zazpi y cuenta que se inició en este mundo «medio en broma». Once años después obedece a una disciplina de un mínimo de dos días de entrenamiento a la semana y vive pendiente del veterinario y de llevar al perro al fisioterapeuta cuando algo no va bien. Ella, de A Estrada, empezó hace ocho años haciendo un curso de obediencia para educar a su perra, y el Agility la conquistó. Sus familiares y amigos le dicen que está loca por invertir dinero, tiempo y esfuerzo en Masha y Apu, pero Silvia lo tiene claro.