El calvario del paraíso se sufre en la carretera

Bea Costa
bea costa VILAGARCÍA / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

El turismo de playa y del buen comer deja mucho dinero en O Grove o A Illa, pero tiene un alto precio: los atascos

25 ago 2019 . Actualizado a las 20:46 h.

El turismo es un maná para las economías locales -especialmente para el sector de la restauración- pero tiene una cara menos amable: la que ofrecen las carreteras. O Grove y A Illa sufren especialmente los atascos durante el verano, por dos motivos: por ser dos paraísos para los amantes de las playas, el paisaje y la buena gastronomía y por su situación geográfica, que limita a un único punto el acceso al municipio; en la península de O Grove por una vía natural, el istmo de O Bao, y en A Illa, por un puente de dos kilómetros.

En todo caso, en O Grove los problemas en O Bao ya se resolvieron hace años gracias a la ampliación de la carretera a cuatro carriles y ahora las caravanas nacen unos metros antes, en Noalla, en la vía rápida que actúa como prolongación de la autovía que se interrumpe en Sanxenxo. Este último tramo solo cuenta con un carril en cada sentido, lo cual resulta claramente insuficiente para canalizar el tráfico de ida y vuelta a las playas de A Lanzada y San Vicente.

Las colas son recurrentes, y no solo los fines de semana, lo que ha provoca un clamor pidiendo soluciones. «El turismo está muy bien, pero para quienes vivimos en O Grove y trabajamos fuera esta situación es insoportable», señala Cris, una vecina de la localidad.

El alcalde, José Antonio Cacabelos, volvía estos días a hacerse eco de estas quejas y a reclamar los cuatro carriles hasta A Lanzada y el PP de O Grove se dirige a su vez al regidor para que resuelva el colapso que registra el centro urbano.

Una situación similar viven en A Illa, un destino que se ha puesto de moda en los últimos años y que asiste a unos problemas de tráfico impensables hace una década. El puente y la PO-307 (que une el puente y la vía rápida) se saturan y recorrer un trayecto de cuatro kilómetros -especialmente coincidiendo con el horario de entrada y salida de las playas- se convierte en un calvario debido a las caravanas. «Os da Arousa xa sabemos que a partir das sete ou oito da tarde hai que evitar cruzar a ponte», según indica un vecino que sabe bien lo que es desesperarse al volante.

La vida incómoda

En verano, la vida en este municipio de siete kilómetros cuadrados y cinco mil habitantes es un poco más incómoda. Tanto es así que hay quien suspira «porque non veña máis xente», aunque a los chiringuitos de la playa, los bares y los clubes deportivos que organizan las fiestas gastronómicas el aluvión veraniego sí les sale a cuenta.

Los alcaldes de A Illa y Vilanova -el municipio vecino también sufre las consecuencias de los atascos de tráfico- han solicitado a la Guardia Civil que tome medidas y que desplace sus efectivos al puente para regular el tráfico. Pero los agentes raramente aparecen por allí a no ser que sea para hacer controles de velocidad y alcoholemia, según se lamenta el concejal de seguridad isleño, Luis Arosa. De modo que desde el Concello echan mano de sus propios medios para tratar de aliviar el problema. Aunque la carretera del puente ya no está en casco urbano y, por tanto, trasciende sus competencias, la policía local acude al caer la tarde a las rotondas de la avenida da Ponte y de O Bao para dar salida a los vehículos procedentes de Area da Secada y de Carreirón.

En Vilanova también han tomado medidas mediante la colocación de señales en la PO-307 indicando a los conductores que se dirigen desde el puente a la PO-549 o la vía rápida que pueden desviarse por la carretera de O Esteiro para evitar las caravanas en la rotonda de San Miguel. Pero esta solución se ha demostrado poco eficaz pues son pocos los vehículos que utilizan el trazado alternativo.

El alcalde, Gonzalo Durán, apelaba este mismo mes a la Subdelegación del Gobierno para que tome cartas en el asunto y refuerce la presencia de la Guardia Civil, pero agosto enfila su recta final con espléndidas jornadas de playa y los problemas sobre el asfalto continúan.

Los alcaldes reclaman soluciones, pero estas no acaban

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