«Antes a ducia de centolas valía 300 pesetas, o que custa hoxe unha pata»

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso O GROVE / LA VOZ

O GROVE

MARTINA MISER

Cuatro hombres metidos en una dorna durante una semana, así se pescaba antes este marisco

24 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A Luis no le gusta demasiado hablar del pasado. De esos días en que se hacía al mar sin saber cuándo regresaría, o si regresaría si quiera, subido en una dorna junto con otros tres marineros más. Fueron tiempos duros, muy duros. De frío y miedo. Porque en esa pequeña embarcación aguantaban estoicamente las inclemencias meteorológicas, temiendo que no resistiera los embates del viento y la marea. Luis Pérez Prol tiene ahora 82 años y hace ya más de veinte que se jubiló, que colgó los aparejos. Ayer, la cofradía de O Grove quiso rendirle un homenaje a él y a toda su familia, Os Katelos. Porque Luis tenía otros once hermanos que también se dedicaron a la pesca del centollo y la embarcación, que lleva su nombre, sigue todavía faenando en manos de su sobrino. Lo suyo fue una vida dedicada a este marisco.

«Daquela, os centolos grandes eran os que máis se valoraban e as centolas, as que menos. Agora é ao revés», recuerda Luis. A él, en cambio, le siguen gustando más los machos, «porque teñen máis sustancia», De este marisco ha comido mucho este marinero grovense, a pesar de que ya entonces, cuando él lo pescaba, era un lujo. Se hizo al mar, por primera vez, cuando tenía doce o trece años. Era el menor de doce hermanos, y todos habían cogido este mismo camino antes que él. Las condiciones entonces, recuerda, no se parecían ni de lejos a las de ahora. «Botábamos unha semana no mar, nunha dorna. Eramos catro homes a bordo e pasábamos alí unha semana ou máis. Non sei como non morriamos», asegura. De hecho, recuerda, «antes morría moita xente no mar, hoxe xa non».

En ese espacio reducido que era la dorna dormían, comían y pescaban. Pero, sobre todo, pasaban frío. Eso es de lo que más se acuerda Luis. «¿Roupa? ¿Que roupa? A roupa estaba no comercio. Levabas o pantalón que tiñas todos os días e unha roupa de auga e listo», cuenta. Los temporales eran su gran amenaza. «Témolo pasado moi mal. Se te collían no mar e non podías vir para terra... Estabas alí, á espera. Pasábamos moito medo», asegura. A veces, si les daba tiempo, «atracábamos en Sálvora. Viñan os bois e as vacas e subían a dorna para arriba e alí quedabamos», explica. Nada que ver con lo de ahora, «agora veñen todos os días a terra, comen quente e dormen na casa. Nos pasabamos moito frío na dorna, e en Sálvora», dice.

También en tierra las condiciones eran malas, «pasabamos máis fame que Jesucristo», sentencia. Aunque reconoce que centollo, sí que comían. Este era ya entonces un producto de lujo del que, por cierto, en O Grove poco quedaba. «Había moito exportador que o mercaba. Ían todos para Madrid. ¿Onde había aquí cartos para mercalos?», sostiene. Se vendían por pieza, no por quilo, y una docena podía costar entre 300 y 400 pesetas, «o que custa hoxe unha pata», cuenta.

Por fortuna, las cosas fueron cambiando. La dorna dio paso a una embarcación más grande, que ya fue bautizada como Katelo, y los aparejos que antes «tiñamos que levantar a man» también se modernizaron. Pero todas aquellas condiciones de trabajo a Luis le pasaron factura. Los últimos años apenas podía andar por las heridas que tenía en los pies y en el barco faenaba de rodillas. Por eso se jubiló antes de tiempo, con 58 años. Un descanso más que merecido para toda una vida de duro trabajo.