Universitarios arousanos miran con ganas a un futuro incierto

m. santaló VILAGARCÍA / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

Todavía no les tocó buscar trabajo, pero saben que la cosa está difícil, algo que no impide que derrochen optimismo

28 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay algo en ellos que resulta inspirador. Son jóvenes, universitarios y tienen avidez. ¿De qué?. De construir un futuro. El suyo. De tenerlo en sus manos y darle una patada a las cifras: Son conscientes de que casi el 30 % de los menores de treinta años están en paro y de que el sueldo que les permitirá emanciparse no está a la vuelta de la esquina. Lo ven en sus primos, en sus vecinos, pero son solo espectadores. Un papel que pronto dejarán a otros, pero que les regala una cualidad que debería ser contagiosa: el optimismo. La confianza de que después de trabajo, trabajo y más trabajo habrá algo que recoger. Quizás ese fue el motivo de que ninguno de los cuatro jóvenes arousanos con los que charlamos del mercado laboral y sus expectativas se plantease esquivar ese camino que siempre le atrajo para desviarse por uno que pareciese que llevaba a mejor puerto.

La vilagarciana Antía Blanco es la que mira el futuro con más dudas. Unas dudas que echó a un lado en el momento de escoger: «Siempre me gustó historia del arte. Me matriculé pensando en que querría trabajar en un museo, pero también en que me quedará la opción de opositar para profesora», explica la joven. Conforme pasan los cursos, tiene más claro que su primera opción es la buena, pero teme la baja oferta de estos empleos. Surge ahí el primer gran pavor compartido por los cuatro: Conseguir ese primer trabajo con el que meter la cabeza, el pie o la coleta con el que romper esa espiral, sobradamente conocida, en la que sin experiencia no hay trabajo y sin trabajo no hay experiencia.

¿Cómo quebrar el círculo vicioso?. Carmen Torres, de O Grove, tiene claro que quiere concluir el grado de física con algo más que el título en el bolsillo: «Comenzaré a buscar que opciones me resultan más atractivas para hacer prácticas en empresas durante el verano». Su hermano, Martín, estudiante de comercio, hace un dibujo del futuro: «Tocará andar de un lado para otro, no creo que los puestos de trabajo para toda la vida duren mucho». Ve el lado bueno de su elección. «Tenemos que aprovechar que en todo hay negocio», afirma. Son optimistas pero tienen claro, tal y como añade Beatriz Rivera, estudiante de derecho en Santiago, que laboralmente es un momento pésimo. Pero, vuelve el optimismo. Buscará hacerse un hueco en la abogacía. «La carrera no es bonita, demasiado teórica para mí, pero no me parece que haya mejor profesión que la defensa de los derechos de las personas», señala la joven estudiante.

De la teoría a la práctica

Están inmersos en la teoría y la práctica se asoma como la gran desconocida. «Creo que la Universidad da el conocimiento, pero no nos preparan tanto para el mercado laboral», indica Carmen. Esta es otra de las inquietudes que comparten: Cómo convertir todos esos conceptos en los que se manejan en una herramienta útil en el mercado. Beatriz viaja del futuro al pasado para sacar carencias del sistema educativo presente a relucir. «En un viaje a Roma organizado por el instituto Francisco Asorey (Cambados) nos tuvimos que aprender alguna de las obras que íbamos a visitar para explicárselas al resto de compañeros. Me pareció fantástico», relata. Antía, que echa en falta iniciativas como la que su amiga describe, la escucha y se imagina en La Alhambra o explicando a los curiosos «La fraga de Vulcano», de Velázquez. Concluye la conversación: Hubo tiempo para hablar del sistema educativo y del mundo laboral. Pero, también, a fijar metas que no elevan los pies del suelo y que estremece pensar lo difícil que puede ser llegar a conseguirlas. Lo bueno es que juegan esta partida con una buena carta: unas ganas inspiradoras.