Un enclave hermoso y oculto que se ve envuelto en polémicas

Bea Costa
bea Costa CAMBADOS / LA VOZ

O GROVE

MARTINA MISER

El monte tiene dueño pero la mayoría lo desconoce, de modo que la gente se adentra en él buscando tranquilidad y vistas

06 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Punta Espiñeiro es un pequeño paraíso enclavado en la desembocadura del Umia que pocos cambadeses frecuentan. Es lógico. Está fuera del casco urbano y para acceder a él hay que tomar una pista de tierra. Además, al ser propiedad privada, se queda fuera de cualquier intervención que pudiera hacer la administración, lo cual contribuye a mantenerlo en un segundo plano. Con todo, a la entrada de este monte hay un cartel que indica que se trata de un espacio incluido en el complejo intermareal Umia-O Grove y a pocos metros de allí está señalizada la ruta del Padre Sarmiento, con la que la Mancomunidade do Salnés pretende abrir un nuevo camino histórico hacia Santiago.

Pero Espiñeiro está apartado y se desvía de las rutas del colesterol que muchos cambadeses realizan por el paseo marítimo, y por allí no hay ni alumbrado ni edificaciones. No puede ser de otro modo. Espiñeiro está sujeto a estrictas figuras de protección medioambiental (Red Natura, convenio de Ramsar, POL) lo que limita mucho la posibilidad de colocar un ladrillo.

Pese a todo, cada vez son más los que descubren este paraje. Entre ellos, curiosamente, están grupos de jóvenes que se encuentran cómodos en la privacidad que ofrece este espacio. Se organizan quedadas, fogatas por San Juan y alguna juerga también, con botellón incluido. De hecho, en los últimos tiempos se ha visto por allí más movimiento de coches del habitual, lo que ha llegado ya a oídos de la policía local. Tampoco falta quien aprovecha el anonimato que ofrece este lugar para verter escombros y otros residuos. Al margen de estos excesos, aquella es una zona tranquila, tanto que estas mañanas de invierno se puede oír el piar de las aves que pueblan el complejo intermareal.

Denuncia judicial

Espiñeiro tiene dueño pero pocos lo saben. Y como carece de un cierre que impida el acceso y lo cruza un sendero, la gente entra sin sospechar que está en una propiedad privada. Miguel Sineiro sí es conocedor de esta circunstancia, pero nunca pensó que su apego por este lugar iba a costarle un disgusto. Este cambadés se dedica desde hace cuatro años a cuidar la pequeña playa situada en la cara suroeste, despejando el exiguo arenal de obstáculos y apilando las piedras con precisión geométrica a modo de muro de contención para hermosear la zona y evitar que las mareas socaven el terreno.

Este deportista amante de los espacios abiertos se entretiene de este modo y nunca pensó que alguien pudiese molestarse por ello. Pero uno de los dueños del terreno lo denunció alegando que ha utilizado piedras de su propiedad. Sineiro afirma que en ningún momento tocó el cierre derruido que circunda Espiñeiro y que se limitó a coger las cascotes del litoral, por tanto, en dominio público. Ayer estaba citado a declarar en calidad de investigado por este motivo. A la espera de próximas diligencias, está recibiendo numerosas muestras de apoyo.