La clave de ser uno mismo para brillar en televisión

marina santaló O GROVE / LA VOZ

O GROVE

MONICA IRAGO

Desde que subió a los escenarios con 13 años, el actor grovense Rubén Mascato fue paso a paso hasta llegar a series como «Cuéntame»

22 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Rubén Mascasto habla por los codos. No es difícil creerle cuando alude al desparpajo y vitalismo de su madre y de su abuela; de algún lado tuvo que sacarlos él. Al imaginarlo en la mitad de la prueba que le trajo fugazmente a Galicia, cualquiera que dialogue con él lo visualizará positivo, sin presiones. Y eso que se nota que el proyecto le entusiasma. «Me gusta mucho porque interpretaría a un personaje real, algo que requiere preparar matices que van desde explorar su vida hasta su forma de gesticular», cuenta. Habla con conocimiento. Aunque a su personaje de Cuéntame, Claudio, le cambiaron el nombre, está inspirado en el pintor Carlos Ceesepe. Además, señala que «me gustaría trabajar aquí una temporada larga». Así podría pasar más tiempo en O Grove, de donde se fue a los diecisiete años y vuelve siempre que puede. Pocos más datos da sobre la prueba. «No vaya a ser que se gafe», ríe.

Esta marcha del hogar familiar fomentó que se pusiese las pilas en la cocina. Para la ocasión, se decanta por una carne estofada. «Soy cocinitas. Es un campo en el que hay que ser creativo y da mucho juego», afirma. Su predilección, la repostería, con la que cruzó la barrera que separa la afición de la profesión. Aunque nunca dejó de lado su carrera como actor, abrió una tienda de tartas en Madrid. «Ahora la lleva un amigo», indica. Fue las mezcla de dos proyectos que tienen algo en común: la pronto que se inició a ellos. Si aprendió a hacer magdalenas y filloas con su abuela cuando era un niño, su curiosidad por la actuación comenzó con treces años. «Estaba en el instituto y un compañero de clase me dijo que necesitaban gente para el grupo de teatro. Me entró la curiosidad, probé y le cogí el gustillo», recuerda.

Han pasado dos décadas desde entonces pero al subirse a un escenario le invade la misma sensación. «El teatro es lo más impresionante. Los espectadores lo viven de cerca y es todo muy real», cuenta. Celebra, sin embargo, que subirse a las tablas y ponerse ante las cámaras no sean cosas excluyentes. Recuerda bien la primera vez que le enfocó una. «Tenía dieciséis años y Jorge Coiras vino a O Grove para grabar Entre Bateas. Fue un personaje pequeñito, que estaba vinculado con el mundo de las drogas. Tenía que meterme una raya de polvitos de lactosa que simulaban cocaína y, a pesar de ser algo desagradable, la experiencia de la película me gustó mucho», apunta. Poco tiempo después, Rubén haría las maletas con todo lo aprendido con el Grupo Enxebre y Jacobo Otero.

Aterrizó en la capital para continuar con su formación. Estudió en el Laboratorio de Teatro William Layton y en la escuela de la Central de Cine. Se apuntó a cursos y empezó a asistir a pruebas publicitarias. «Fue todo muy poco a poco», rememora. De anuncios, dio el salto a series como Hospital Central y El Comisario. Se trataba de aportaciones para capítulos sueltos, pero un pie ya estaba dentro. El papel fijo llegó de la mano de Estados Alterados Maitena, desde donde dio el salto a la Pecera de Eva. Después, vino Cuéntame. Comenzó así a recoger los frutos de una apuesta en la que siempre tuvo las cosas claras. «Hay que luchar cada día y no tirar la toalla. Somos muchos para pocos personajes pero yo intento ser yo mismo y vender lo que tengo», afirma. 

En todo este largo camino, se acumulan proyectos y anécdotas. De la Pecera de Eva se lleva la forma de trabajar, la improvisación a partir de unas pautas sobre los personajes; y de R.I.S. Científica, cuando se subió encima de una lápida para pedir que le clavaran una estaca en el corazón para matarle. «Era pleno invierno y hacía un frío horroroso pero tuvimos que esperar a que se vaciase el cementerio para grabar. No dejaba de recordar el tanatorio que tiene mi madre y de cuando íbamos con la furgoneta a descargar lápidas de aquí para allá», relata. Encarnaba a un hombre que se creía un vampiro y su atuendo no ayudaba mucho a protegerse del frío. 

Teatro y abriendo mente

Mención aparte le merece la obra de teatro Fausto y el dramaturgo esloveno Tomaz Pandur, fallecido hace menos de un año. El tono entusiasta de Rubén deriva a afectivo al hablar de su trabajo juntos. «Fue un éxito tremendo. Van a volver a restablecer la obra con actores eslovenos para hacerle un homenaje», indica. Tanto ensayo terminó forjando entre ellos una buena amistad. 

A la hora de plantearse la vida, es de los que no desperdicia las oportunidades. Vivió en Dubái y en Nueva York, donde descubrió que «el mundo es un pañuelo». En un año se encontró con caras conocidas con las que había trabajado: Pablo Rivero, Alexandra Jiménez y Mariam Hernández. Tira para fuera pero también para casa. «Me encanta pasear por las playas de Raeiros y A Lanzada e ir al monte con mis dos perros», señala. También adora a sus ahijados. Si las cosas salen como se merece, pronto los tendrá a todos más cerca.