Cuando la hostelería se convierte en una pasión

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso O GROVE / LA VOZ

O GROVE

m. irago

Tiene una máxima «¿si tu no crees en tu producto, cómo se lo vas a transmitir a los clientes?», explica

04 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene una sonrisa perenne, de esas que te hacen sentir bienvenido nada más conocerla. Pero es que es experta en recibir a la gente y en hacer que esta se sienta a gusto. Por eso no para. De hacer actividades y, sobre todo, de darle vueltas a la cabeza sobre cómo se pueden mejorar las cosas. Hace unos años se hizo cargo de la asociación de hostelería de O Grove con un reto: fusionar las tres entidades que representaban al sector en la localidad. Y está a punto de conseguirlo. Porque Beatriz Castro, propietaria del hotel Cons da Garda, es una hostelera de esas que siente pasión por su trabajo. A los trece años ya despachaba a clientes en el establecimiento de su familia. Hoy lo sigue haciendo con la misma pasión. Y, por supuesto, con la misma sonrisa.

«Antes de tener un hotel yo siempre quise estudiar turismo», confiesa. Sus padres se dedicaban a repartir leche, «pero surgieron los supermercados y mi padre, que siempre tuvo mucha visión, decidió abrir un hotel en una casa que teníamos», relata. Corría el año 93 cuando nació el Cons da Garda, con doce habitaciones. El negocio fue creciendo poco a poco y Bea se fue a estudiar fuera. «Cuando acabé la carera mi padre me dijo, vete por ahí y aprende». Y eso hizo. Estaba trabajando en Mallorca «en un resort que era un complejo de apartamentos y mi padre decidió abrir algo parecido en O Grove. Fuimos pioneros y funcionó», sostiene. Poco a poco el hotel fue creciendo. «Todo esto ha sido fruto del esfuerzo sobrehumano de mis padres. Todo lo que ganaron lo reinvirtieron, intentando no perder nunca esa esencia de hotel rural», sostiene.

Tras terminar sus estudios, Beatriz se fue a Lanzarote y entró a formar parte del plan de formación de directivos de una importante cadena. Fue una de las integrantes del equipo de apertura del Occidental Fuerteventura, donde estuvo cuatro años trabajando y gestionando 711 habitaciones. «Para mi fue una escuela, llegué con 22 años y tenía 400 empleados», relata. En 2005, el huracán Wilma destrozó dos hoteles que la cadena tenía en México, en Kozumá. Y allí se fue también. «México es mi segunda casa, estuve allí ocho años», cuenta. Circunstancias personales la llevaran a tomarse un año sabático, aunque acabó haciendo un curso de protocolo en Madrid. Y dio clases en la escuela de negocios. Y trabajó en una consultora... Hasta que decidió regresar a O Grove y ayudar a su familia con el hotel. «Plantee hacer un cambio de enfoque, reformar las habitaciones y durante dos años fuimos el número 1 en Trip Advisor», explica. Apostó fuerte por las nuevas tecnologías. Y por la especialización.

Su hotel es hoy el favorito de los dueños de las mascotas. «A mi me encantan los perros y desde el 99 empezamos con las mascotas». De nuevo fue antes que nadie, «eso me viene de mi padre, que es un visionario», explica. Su establecimiento cuenta hoy con un parque de agility para los canes y con tratamientos de aromaterapia y reiki para perros, entre otras cosas. Lo último que ha incorporado es un monitor de adiestramiento, que ha sido el más demandando este verano. «El que no se diferencia en algo le toca competir por precio», explica. Y ella considera que O Grove cuenta con suficientes atractivos como para que el precio no sea el protagonista. «Es un destino único, que lo tiene todo sin salir de la península», sostiene. Pero es consciente de que a su sector le queda mucho que hacer. «Deberíamos ser los encarnados de vender el destino porque si tu no cree en tu producto ¿cómo se lo vas a transmitir al resto?», añade. Ella lo hace como nadie. Transmitir esa pasión que siente por su municipio. Y por su trabajo.