Arte vecinal para reivindicar los orígenes marineros de Lordelo

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

O GROVE

Una «poutada» colocada sobre una estructura abandonada se ha convertido en símbolo de este barrio meco

23 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El paseo que une O Corgo con Terra de Porto fue una de esas grandes obras que contribuyó a cambiar la fisonomía de O Grove. La ruta, que discurre entre el mar y los barrios marineros de la localidad, se ha convertido en uno de los paseos preferidos por vecinos y visitantes. La senda urbana abrió esas zonas, las hizo más visibles, y permitió eliminar algunos de los riesgos con los que convivían los residentes en el lugar. Por ejemplo, los cables de alta tensión que sobrevolaban la ensenada. Cuando aquellas torretas que los sostenían fueron retiradas, los pilares de hormigón sobre los que se asentaban quedaron vacíos de sentido. Como pedestales sin escultura.

Algo así pensaron en O Grove. Hace unos años, se planteó colocar sobre la pilastra que da la bienvenida al barrio de Lordelo una de las esculturas alumbradas en el marco de la Festa do Marisco. «Pero todo quedou en nada», dice Guillermo Campos. El pedestal siguió vacío y, los vecinos, rumiando la idea de qué hacer con él. Hasta que tomaron una decisión. «Pensabamos que había que colocar algo alí que identificase ao noso barrio», explicaba ayer Guillermo. Decidieron, finalmente, que no había mejor cosa de fijar algo a su sitio que usar una poutada, el modesto ancla de madera y piedra con el que los marineros aseguraban sus dornas años atrás. Así que el padre de Guillermo, un veterano hacedor de todo tipo de artes de pesca, se puso manos a la obra y fabricó uno de esos artilugios. «Pensamos en poñelo alí coa idea de que, se a alguén lle molestaba ou lle parecía mal, se quitaba e listo». Han pasado ocho años.

Parte del paisaje

Poco a poco, la poutada se ha ido fundiendo con el paisaje. Y lo ha hecho tan bien, que se ha convertido en uno de esos elementos apreciados por los vecinos. El domingo, cuando Guillermo decidió subirse a una escalera para hacer los trabajos de mantenimiento de esta curiosa obra de arte, muchos detuvieron su paseo para seguir la maniobra y animarlo. Siempre es grato recibir esas muestras de apoyo al trabajo realizado, confesaba ayer Guillermo, especialmente si llega de quien vive en la casa de al lado. También resulta emocionante ver como a los turistas que se dejan caer por la zona -y que en verano son muchos, muchísimos- «lles chama a atención, sobre todo se veñen cando se pon o sol, porque é unha imaxe moi bonita», cuenta uno de los responsables de esta iniciativa.

Pero el valor de la poutada va más allá de una cuestión puramente estética. El ancla de madera y piedra -antes un rizón de hierro era un gasto insoportable para la economía del mar- es también un grito de rebeldía. Un ejercicio de defensa de aquel O Grove marinero que fue engullido por el desarrollismo de cemento y hormigón que tanto daño ha hecho en las villas de la Galicia costera. Lordelo era uno de esos barrios en los que el mar casi llegaba a las puertas de las casas. Un barrio de salitre y dornas. Y la poutada colocada hace ocho años pretendía recordar a todo el mundo aquellos orígenes de trabajo y bravura de esta localidad arousana.

Guillermo fue uno de los que alumbró la idea de colocar ese símbolo sobre la vieja base de la torreta eléctrica. Y ahora, cada cierto tiempo, le da una capa de alquitrán para evitar que la madera acabe pudriéndose por estar a la intemperie. «Non me costa ningún traballo», dice. «Onte [domingo] estaba paseando co can, vin como estaba e subín a darlle unha man». Guillermo cree que la instalación de la pieza, que cuando está la marea llena parece flotar sobre el agua, fue un acierto. Que la poutada es una demostración de que «ás veces non fan falla grandes inversións para facer cousas».