Veinte porteadores para un colosal bollo Guinness de seis mil huevos

Serxio González Souto
serxio gonzález MEIS / LA VOZ

MEIS

Ramón Leiro

Paradela vuelve a merendarse su fabulosa ofrenda a San Gregorio, que necesita siete horas de horneado y un tractor para ser transportada

25 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Abre la comitiva un vehículo de Protección Civil de Meis. A continuación, el tractor sin el que transportar esta fenomenal elaboración resultaría imposible. Sobre el matraquillo, el descomunal bollo con el que la panadería Paradela, y con ella todos los vecinos de la parroquia, honran cada año a San Gregorio. Once metros cuadrados de pan de manteca coronados por seis mil huevos irrumpen en el campo de la fiesta de A Boca, al son de la marcha No lo olvido, que interpretan, con el rigor que la ocasión merece, los miembros de la banda de música de Vertula.

La masa llega a su destino con honores y distinciones, envuelta con la bandera de Galicia y la bendición de otra reconocida integrante del santo oral, a la que tampoco disgustan las ofrendas ovoides. Mirando al cielo hace un rato, cualquiera hubiese dicho que la lluvia estaba a punto de pasar por agua los seis mil huevos de San Gregorio. Muy al contrario, el sol acaricia a las muchas gentes que se arremolinan en torno a este milagro panificador —algo habrá tenido que ver Santa Clara—, que ha sido horneado durante siete largas horas y precisa a veinte personas para amasarlo, decorarlo con los seis millares de huevos que luce esta mañana y, sobre todo, cargar con él y poder moverlo. Porque esto, es fácil imaginarlo, pesa lo suyo.

«Mira, eu creo que só o molde andará por uns trescentos quilos», calcula uno de los miembros de la comisión que organiza esta fiesta impagable, registrada con todo merecimiento en el libro Guinness de los récords. La pieza no es ninguna tontería. Desde que la familia Silva, propietaria de la panadería, alumbró esta fantástica idea, a mediados de los años 90, la bandeja ha ido encarnándose, sucesivamente, en una chapa metálica de dos metros por dos, en un artilugio mayor de acero inoxidable que contribuyó a financiar la comunidad de montes de Paradela y, por fin, en el tremendo constructo de cinco metros de longitud y 2,2 metros de ancho que en el 2005 fabricó un herrero y aún hoy continúa sirviendo de base a esta cocción colosal.

«Non hai forno no que entre dunha vez un bolo coma este, así que primeiro hai que cocer a metade, e logo quitalo e xiralo para cocer a outra», explica María Jesús Martínez, otra de las integrantes de la asociación San Gregorio. La maniobra, que puede ser cualquier cosa menos sencilla, requiere de la intervención de veinte porteadores. Los mismos que, a la mañana siguiente, son necesarios para colocar el bollo sobre el remolque, cuyo trayecto de un par de kilómetros hasta el campo de la fiesta es saludado con bombas de palenque.

El bollo yace bajo la misma carpa en la que está a punto de oficiarse la misa cantada. Una vez concluida, a eso de la una y media de la tarde, la organización comenzará a repartir las porciones. Entretanto, la gente se acerca. Todos quieren una foto. Los móviles y las conversaciones arden. Los repunantes discuten sobre la calidad de los huevos, como el tonto que mira el dedo y olvida la luna. El huevo, como representación de fertilidad y renacimiento, es símbolo antiguo. Tanto como Babilonia o los textos sánscritos que alumbraron la cultura hindú. Un respeto. Al que no le guste, churrasco y pulpo.

  • Donaciones. La mayor parte de los seis mil huevos que coronan el bollo de San Gregorio son donados por los vecinos de Paradela. Se trata de un pan de manteca, no de una masa dulce, en el que la cruz se traza con huevos de oca.