Patrimonio presuntamente protegido

Susana Luaña Louzao
susana luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

MEIS

La comarca cuenta con 26 monumentos registrados en el catálogo de Bienes de Interés Cultural; algunos se conservan en buen estado, pero otros están abandonados

12 feb 2022 . Actualizado a las 19:15 h.

En teoría, tienen la máxima protección, pero en la práctica su estado de conservación depende de múltiples factores. En la comarca hay 26 monumentos o bienes que por su importancia histórica, artística o patrimonial forman parte del catálogo de Bienes de Interese Cultural, un listado en el que figuran los elementos más destacados del acervo propio y que por lo tanto, están bajo el paraguas de la administración. Pero en ese catálogo BIC figuran desde el pazo de Fefiñáns a la torre de Escuredo, y desde el monte Lobeira a los petroglifos de Bamio o los restos arqueológicos de A Casiña da Moura, en Meis. O sea, que hay edificios solariegos bien conservados y otros que están en ruinas, espacios naturales cuya protección es compleja y restos rupestres que están en el medio del monte, lo que dificulta su vigilancia.

La Dirección Xeral de Protección do Patrimonio Cultural, dependiente de la Consellería de Cultura, no solo coordina el control y autoriza las intervenciones en bienes pertenecientes al Inventario Xeral do Patrimonio Cultural de Galicia y a su entorno, sino que también vigila las actuaciones en los bienes protegidos que son propiedad de la Iglesia en Galicia. Cualquier intervención que se lleve a cabo en estos monumentos precisa de un informe de la administración, por lo que sí se puede decir que en ese sentido están bien protegidos. El problema es cuando hay que llevar a cabo acciones para evitar su deterioro, y que muchas veces dependen del interés y las posibilidades de los propietarios, si trata de un bien privado, y otras de las circunstancias que rodean al monumento, como pasa con los restos arqueológicos, que están expuestos a múltiples elementos ambientales, accidentales o vandálicos.

Grados de protección

El patrimonio cultural de Galicia -mueble, inmueble e inmaterial- tanto de carácter público como privado, puede gozar de tres grados de protección. La máxima, la disfrutan aquellos declarados de interés cultural, mientras que los catalogados son los que «pola súa singularidade chegan a definir un territorio». Finalmente están los inventariados, que son los «merecedores de seren conservados».

Los Bienes de Interés Cultural figuran en un catálogo que alberga 26 monumentos de la comarca. En Cambados, están las ruinas de Santa Mariña Dozo, la torre de San Sadurniño y el pazo de Fefiñáns, pero también el conjunto histórico, un bien inmaterial difícil de conservar porque implica vigilar la incidencia que puedan tener sobre el patrimonio las actuaciones de los vecinos que viven en esa zona protegida.

Catoira tiene catalogadas las Torres de Oeste y cuatro grabados rupestres. En O Grove solo figura la Torre de Escuredo, porque el yacimiento de Adro Vello está en proceso de tramitación. Meis tiene el monasterio de Armenteira, su entorno, los grabados rupestres de Monte Castrove y el dolmen A Casiña da Moura. Sanxenxo tiene la Torre da Lanzada y la obra Parella de galegos de Bergantiños, de Fernando Álvarez Sotomaior. De Valga figuran grabados rupestres, lo mismo que en Vilagarcía -los de Bamio y los de Trabanca-, que suma también el pazo de O Rial y el de Vista Alegre. Por último, Vilanova incluye cinco bienes: la Torre de Miranda, el monte Lobeira, el pazo de Rúa Nova en András, el pazo de O Cuadrante -casa natal de Valle-Inclán- y los grabados rupestres de Lobeira.

El historiador Javier Montero reconoce que en el práctica, cumplir con lo que pone el papel es difícil. La protección de los bienes culturales está regulada por la ley 8/1995 del 30 de octubre del Patrimonio Cultural de Galicia. Él entiende que la normativa es, en este caso, completa. «Lo bueno que tienen los BIC es que cualquier proyecto de intervención deberá llevar un informe sobre su valor histórico o arqueológico. Lo malo es que solo pasa con los BIC, cuando se debería hacer con todos los bienes protegidos». Sostiene que en casos como la torre de Escuredo, que está en ruinas, se puede dar una dejadez de funciones por parte de la administración, pero también reconoce que cuando se trata de conjuntos históricos o arqueológicos, la protección total es muy compleja y depende de múltiples factores. En el primer caso, «se te puede ir de las manos con una mala planificación urbanística». Y en el segundo, los grabados rupestres son muy frágiles. «Con los petroglifos es muy difícil porque están en el monte, y ¿qué vas a hacer? ¿Le pones una valla eléctrica alrededor?»