La costa a la que llegan los tornados

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

MEAÑO

Capotillo

Arousa se encuentra entre los lugares más propicios para trombas marinas en las Rías Baixas

14 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Un tornado es un fenómeno meteorológico que normalmente asociamos a Estados Unidos y el Caribe, pero que, de vez en cuando, se deja ver en el horizonte con especial incidencia en las comarcas de O Salnés y O Barbanza, en el litoral gallego. El último ejemplo tuvo lugar el pasado miércoles en Sanxenxo, cuando un tornado se paseó literalmente durante kilómetros dejando a su paso un rastro de destrucción entre A Lanzada y Dena, en Meaño. Los antecedentes históricos son abundantes, aunque su registro como tornados se hace más evidente desde la segunda mitad del siglo XX, cuando los vecinos y testigos de estos episodios ya sabían como clasificar a lo que en tiempos pretéritos llamaban temporal, ciclón, tromba, galerna y huracán.

En Noalla viven todavía ancianos que cuando eran niños pudieron comprobar la fuerza destructiva de un tornado. Y es que la tarde del 15 de febrero de 1941 quedó guardada en la memoria colectiva de esta parroquia sanxenxina. Carmen Parada González, vecina de Noalla, de 87 años, recordaba para La Voz de Galicia como fue aquel tornado que pasó por cerca de su casa cuando era una niña de 11 años, tras subir desde el mar y avanzar hacia O Revel, donde se disolvió. «A casa non a levou, pero as tellas voaron todas. E o palleiro que había, que era altísimo, eu acórdome que toda a palla acabou metida no medio das ripas da casa. Teño aquilo metido na cabeza. Parece que o estou vendo agora», relataba. Los vecinos usaban la expresión ciclón para definir aquella torre de viento y agua que arrasó con viviendas como la denominada casa do Cereixeiro, una construcción que ladrillo que fue desplazada de su ubicación. Así lo recordaba Carmen Parada: «A casa do Cereixeiro levouna a rape, era de ladrillo, por sorte non había ningún dentro». La tromba pasó por el medio de un núcleo habitado y afortunadamente respetó las viviendas próximas, por lo que no hubo que lamentar heridos.

En el caso de esta vecina de Noalla, su casa quedó bastante maltrecha. «Eu acórdome que andábamos na cas co paraugas». Unos días después, de noche, se sintió otro ruido fuerte y ante el temor de que volviese a repetirse el tornado, la familia dejó todo lo que estaba haciendo y se escondieron hasta que les pasó el susto. Este es el tornado que recordaban mejor en Noalla hasta el que se declaró el pasado miércoles.

El episodio de esta semana fue espectacular. Subió desde A Lanzada, llevándose por el aire el paseo de madera y empotrándolo contra el colegio de Noalla. La lluvia de tejas y astillas asustó a niños y profesores, rompió un lateral del pabellón y se llevó por delante parte del tejado. Las clases se suspendieron y se espera que se retomen mañana. En la playa ya no queda paseo. Las tablas que no volaron las ordenó retirar la Xunta por si acaso y es que esta es la tercera vez en un año que el paseo se va por las nubes.

El tornado, en esta ocasión de mañana, avanzó por Noalla causando destrozos en O Freixo, Rouxique y Piñeiros, dañando los tejados de 20 viviendas, y tres naves empresariales en A Salgueira, en Vilalonga, y en Dena (Meaño).

Este fenómeno fue destructivo, pero en la comarca hay todavía un registro de otro que llegó a hundir barcos y causar daños tremendos. Se trató de la tormenta de diciembre de 1886, en una noche que ancianos de Ardán (Marín), como la ya fallecida Julia Blanco calificaron como «o ano en que o ciclón levou a campá da igrexa de Beluso ao mar». Los desperfectos en Pontevedra fueron cuantioso y 132 años después aún se recuerda.