El carpintero de los vikingos

Rosa Estévez
rosa estévez CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

Martina Miser

Manuel Bouzón trabajó en la construcción del primer drakkar de Catoira; 30 años después se encarga de su restauración para una nueva Romaría

26 may 2021 . Actualizado a las 04:50 h.

Año 1993. En Catoira, donde la Romaría Vikinga ya tenía una larga historia que contar, el Concello consiguió, gracias al agregado cultural de la embajada de España en Dinamarca, los planos a escala de varios de los barcos que se guardaban en el Museo Vikingo más importante del país nórdico. Con ellos, los alumnos de los módulos de la escuela taller -uno de construcción y otro de carpintería- iban a realizar una gesta: construir un drakkar que diese lustre al desembarco del primer domingo de agosto. Estaba a punto de nacer el Torres de Oeste, una réplica del Skuldelev 5, una pequeña embarcación de guerra de finales del siglo XI.

Uno de los alumnos de aquella escuela taller era Manuel Bouzón. Él no era nuevo en el mundo de la carpintería y la madera. «Eu xa traballara niso, pero naquel momento quedara no paro e apunteime», recuerda ahora, casi treinta años después, mientras sus manos vuelven a trabajar la madera del Torres de Oeste. Y es que el Concello de Catoira le ha confiado a él, que tiene memoria táctil, la restauración parcial de una embarcación que necesita, según comenta el experto, una cirugía de mayor envergadura. «De momento, o que imos facer é sacarlle as táboas dos laterais, que teñen a madeira moi deteriorada, e tamén substituír algúns bancos que están bastante danados», cuenta Manuel.

En 1993, cuando con sus compañeros trabajaba en la construcción del drakkar, sabía que su obra iba a aguantar mucho tiempo. «Pero igual non tanto», matiza él, porque se hizo «con madeira do país que non é a mellor para este tipo de cousas». Casi treinta desembarcos después, el primer drakkar construido en Catoira sigue a flote, y el primer domingo de agosto volverá a remontar el Ulla para goce y disfrute de los grandes amantes de una fiesta de interés turístico internacional.

A Manuel, confiesa, la fiesta le da bastante igual. Se declara una persona tranquila, a la que las grandes multitudes le provocan cierta aprensión. Eso no quiere decir que no haya sentido un sano orgullo cuando vio al drakkar construido por él y sus compañeros cruzar el mar por primera vez. Era el 10 de julio de 1994, día en el que el Torres de Oeste recorrió las calles de Catoira antes de ser botado. «Nós puidemos ir facer un viaxe nel», relata Manuel. Y reconoce que fue un viaje especial. Porque, aunque no sea amante de la fiesta, todo catoirense sabe que la Vikinga es mucho más que una simple celebración. «Cando fas unha cousa importante para o pobo e sae ben, é unha satisfacción. E daquela a xente felicitáranos moito», recuerda el carpintero.

Ahora, apura el trabajo para poner al día el Torres de Oeste para el primer domingo de agosto, un encargo especial que aceptó pese a que su empresa de jardinería y limpieza de fincas -la vida y la crisis de la construcción acabaron con su etapa como carpintero- está en su momento de máxima actividad. Cuidar el barco que ayudó a nacer, dice, es una forma más de aportar al bien común. Por Catoira.