Hacen un butrón, se cuelan en una frutería y se van con las manos vacías: «Non sei que esperaban topar»

La Voz CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

MONICA IRAGO

Sucedió en Catoira y los propìetarios calculan que el robo tuvo lugar entre las diez y las doce de la noche

15 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El almacén de la fruta, en Catoira, es un amplio bajo lleno a rebosar de mercancía. Dispuestas en orden, coloridas cajas muestran desde naranjas a berenjenas, dos ejemplos de un catálogo amplio y variado. En las estanterías del establecimiento hay también algunas botellas, latas de conserva y productos variados con los que saciar el hambre de una manera sana. Sin embargo, parece que los ladrones que la noche del jueves al viernes entraron en el local no encontraron en él nada de su gusto. Ayer a mediodía, los responsables del negocio explicaban que, a primera vista, no faltaba nada en el establecimiento. «Imos facer inventario, pero como moito levarían unhas botellas», explicaban. Los ladrones, quienes quiera que sean, han ocasionado a este negocio más trastorno y más gasto en reponer los daños que ninguna otra cosa. «A verdade, non sei que esperaban atopar, porque traballo pasaron», explican desde el establecimiento.

La hora en la que se produjo el asalto a este negocio de Catoira, situado junto a la rotonda que canaliza el tráfico hacia el puente interprovincial, aún está por determinar. Pero se calcula que debió concretarse el robo entre las diez de la noche del jueves y la medianoche. «Ás doce e media xa nos estaban avisando a nós do que pasara, e as rapazas pecharan ás nove e media», dicen los responsables del establecimiento catoirense.

En algún momento entre las dos horas marcadas, los ladrones se acercaron al negocio y realizaron un agujero en una pared lateral. El hueco les permitió abrirse paso hasta, justamente, la zona donde está el mostrador y la caja registradora.

El acceso

Por allí habrían entrado los desconocidos al establecimiento, donde ayer seguían despachando fruta y verduras con serenidad. Durante la mañana, una caja tapaba el agujero del butrón, a la espera de que un obrero acudiese a cerrar la herida abierta en la pared.