Una senda con vistas a la ría en la que da gusto perderse

m. santaló CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

MARINA SANTALO

Un paseo cuidado y serpenteante que se disfruta desde la cima del monte hasta la laguna a pesar de la huella del AVE

20 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Un año más, el programa de senderismo Goza do Ulla permitirá a quien así lo desee sumergirse en una serie de caminatas con las que descubrir los encantos naturales de veinte concellos a los que baña el río Ulla de junio a finales de octubre. Paso a paso, pero a buen ritmo, se podrán explorar rincones de Vilagarcía y de los Concellos que conforman el Baixo Ulla. Pero, para quien no quiera esperar para echarse a andar, ofrecemos un pequeño adelanto de uno de esos lugares con encanto que bien merecen una visita: la laguna de Pedras Miúdas, en Catoira, el último de los municipios del Baixo Ulla en el que se hará la ruta. Ya hay fecha y recorrido: el 30 septiembre tendrá lugar la senda de dieciséis kilómetros que recibe como nombre «O Ulla desde Abalo».

Si uno sigue la indicaciones que se prosiguen unas a otras desde el centro de salud del municipio no hay pérdida. Al menos, hasta el final del trayecto. Llegado el punto en el que desaparecen las señales solo hay que tomar el camino de la derecha. Pronto estarán de frente los tres molinos de viento que persisten en Pedras Miúdas. Es el momento dejar el coche, sino se había aparcado ya, para caminar por la colina y disfrutar de las vistas a la ría de Arousa. El paisaje pronto te envuelve, aunque el rastro del fuego haya dejado su huella. «El lugar es realmente bonito, es una pena que haya zonas quemadas», indican Cris Vila y Carlos Rodríguez, una pareja de Vigo que aprovechó el festivo para perderse en tierra vikinga. Recorrieron la zona de Torres de Oeste, para después hospedarse en la casa rural Os Migueliños y madrugar para visitar Medras Miúdas. Forofos de la serie Vikingos, se quedaron encantados con la ruta: «Tenemos lugares realmente bonitos en Galicia, como este, y es una pena no conocerlos». Es, además, una buena época para recorrer las cercanías a la laguna: las retamas ya florecidas dan luz al recorrido.

El camino es serpenteante y sorprende con discretos bancos de piedra y papeleras de madera que no desentonan con el entorno y que contribuyen a que no se divisen ni plásticos ni papeles por el suelo. Las vallas que marcan la senda y separan el camino del precipicio también se camuflan a la perfección. Pero, sí hay algo imposible de disimular: el viaducto del Ulla, la pieza estrella del eje atlántico ferroviario que puede divisarse desde cualquier punto del municipio. Un gigante de metal que descoloca al visitante pero no desfigura el lugar y que ha servido de impulso para que Pedras Miúdas sea a día de hoy el lugar encantador que es: fueron las empresas que abrieron paso al tren las que se encargaron de reformar este espacio.

Al final del paseo (o al comienzo según por donde se empiece) se encuentra la laguna. «Suele haber bastante gente», indica Juan Castro, que suele rodearla en bicicleta. Un regalo de la naturaleza, que dio nueva forma a lo que un día fue una cantera. El lugar es precioso, pero el hombre volvió a meterle mano: la estructura pensada para convertirse en aula de la naturaleza es el único pero que uno se encuentra al caminar.