El día más bárbaro del año para el jefe de los vikingos

marina santaló CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

MARTINA MISER

Miguel hace un repaso por una fiesta que vio crecer y en la que el Ateneo participa, desde el 2002, con su propio galeón

06 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hay un «blue monday», el día más deprimente del año, debería existir también el más feliz. Pero, parece que es más difícil establecer comparaciones. Si al tercer lunes de enero le han colgado esta etiqueta por la falta de luz y el estado de la cuenta corriente tras la euforia navideña, ¿qué características debería cumplir un día para ganarse un adjetivo que signifique todo lo contrario?. Para responder y no equivocamos, vamos a limitar la respuesta a un punto concreto del mapa: Catoira. Relacionamos hipótesis y extraemos una conclusión, el día más feliz del año es hoy. Al menos, si uno está vestido de vikingo. Solo hace falta robar un poco de tiempo a Miguel Ángel Lorenzo, presidente del Ateneo Vikingo, para extraer la información que esclarece las suposiciones. Al hablar, desprende verdadero entusiasmo.

Miguel abre una lata de mejillones. Reconoce desde un principio que cocinar no es lo suyo, pero es la única cláusula para hacer un viaje al pasado que quieren homenajear: «Es un desembarco especial. Celebramos lo que pasó en el año 1968, cuando un grupo de locos tuvo la idea de plantarse con un barco en las Torres de Oeste». Él tenía solo nueve años, pero recuerda todos los detalles: «La idea inicial era que fuese un barco bar, pero mientras lo probaban descubrieron que flotaba a la perfección y cambiaron de idea». Así surgió el desembarco más famoso de la comarca. Un desembarco para el que Miguel tuvo que esperar a formar parte. Ahora no hay quien lo baje del barco. «Me encargaba de ayudar a los mayores a pintar las espadas de madera... Trabajaba como el que más, pero no podía participar por los riesgos de caerme al mar con las pieles de oveja, que pesaban lo suyo y había que tener más cuerpo para ser capaz de levantarse con ellas», explica. Pasaron así unos cinco años: Por fin pudo subir.

La Romaría Vikinga es todo un acontecimiento en Catoira. Para entender la transformación que allí sufren sus vecinos y visitantes, que no dejan de ir en aumento, hay que vivirla. Y si uno es parte del Ateneo, lo hace de forma especial: desde el año 2002 tienen un galeón propio. «Había tal overbooking que decidimos buscar nuestra propia embarcación», señala. Visitaron todos los barcos que tenían como siguiente parada el desguace y encontraron el candidato perfecto atracado en Bodión, Boiro. Para abaratar los costes, hubo que buscar mucho, pero Miguel es de los que lo tienen claro: «Si te preocupas por las cosas, las consigues». No se equivocó, y su ya histórico «jefe, venimos a que nos regale el barco que tiene en Bodión» tuvo efecto. Conseguido, pero no sin esfuerzos. Todavía recuerda como tuvieron que trasladarlo a remolque hasta las Torres de Oeste. El siguiente paso fue ir a la caza de motor. No hace falta decir que no tardaron en plantarse en el taller en el que su dueño lo había dejado como pago de unas facturas: solo faltaba ponerle nombre. Cualquiera que haya presenciada la Romaría Vikinga lo habrá escuchado en alto, muy alto. Úrsula. El grito de los guerreros. De donde viene es «el secreto mejor guardado que tiene Catoira».

Pero, el Ateneo Vikingo tienen una historia que se remonta a años antes de tener su propio galeón. Comenzaban los años noventa cuando un grupo de amigos se hicieron cargo de la Asociación Cultural Catoira y organizaron la marcha ciclista. Unos años después, en el 1997, tal y como rememora Miguel, decidieron vincularla con el Ateneo de Ullán, primeros organizadores de la Romaría: «Nacimos en el comedor de la Taberna Vikinga como homenaje a ellos». Pero, hoy, a quien quieren poner en el foco de atención es «a ese grupo de jóvenes que, subvencionados por Cedonosa, se pusieron en contacto con el Ateneo de Ullán y avivaron la Romaría Vikinga». Cincuenta desembarcos van desde entonces, normal que lo griten por todo lo alto. La ocasión bien lo merece.

Desde el actual Ateneo, por su parte, han sabido continuar con un legado que llena de vida Catoira. La revista Xanela Aberta, que antes salía todos los segundos sábados de cada mes y ahora lo hace esporádicamente, es buena prueba de sus inquietudes por su tierra y sus gentes. Una tierra que hoy es el lugar perfecto para aquellos que quieran recrear el pasado y disfrutar de una velada que no deja lugar a dudas: En Catoira, para vecinos como Miguel, hoy puede ser el día más feliz del año. El más bárbaro.