El rey de los vikingos se prepara para la batalla

Rosa Estévez
rosa estévez CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

martina miser

Manolón, el más veterano del ejército normando, anuncia que este año habrá sorpresas en Oeste

23 abr 2022 . Actualizado a las 19:32 h.

El niño se escondía detrás de las faldas de su madre, mirando con los ojos desorbitados a aquel gitante de melena blanca y gesto fiero. Manolón se inclinó hacia él y, con gesto solemne, le tendió su espada. «Mira lo que me ha dejado el rey de los vikingos», exclamó el rapaz. La escena no es inventada. Ocurrió el año pasado, poco antes de que en el recinto de As Torres empezase, una noche más, la sesión de teatro vikingo que calienta la semana previa al gran desembarco de Catoira. Manuel Carballeda Taibo hacía de jefe invasor. Tiene cuerpo y prestancia para ese papel. Y lleva tantos años en ello que le sale con una naturalidad pasmosa.

En Catoira, a Manuel le llaman Manolón. «Non me puxeron aquí o nome, puxéronmo en Suiza», explica. Para muchos, este hombre es el rostro más conocido de Catoira. Y eso que él es de Valga. Se convirtió en vecino del municipio vikingo por nupcias, hace un cuarto de siglo. «Antes viñera á Romaría, a vela, pero non era o mesmo», cuenta. «Participo na festa desde que cheguei aquí», así que lleva ya veinticinco años vistiéndose de invasor nórdico y gritando Úrsula a pleno pulmón. ¿Por qué Úrsula?, le pregunto, intentando saciar una curiosidad que me acompaña desde hace tiempo. «Hai dúas explicacións. Uns din que era a deusa do río, e outros que era a de aquí de Catoira», responde él.

Liberado de sus ropas de vikingo, Manolón sigue siendo como un gigante, pero amable y hasta un poco tímido. No quiere que le llamen rey de los vikingos, porque «eu só son un máis». Uno más, sí, pero la experiencia es un grado. El vikingo de más edad -que no el que lleva más años invadiendo Catoira, matiza- reconoce que ya siente el hormiguillo que anuncia la proximidad de la fiesta. Como integrante del nutrido grupo de vecinos que participa en las noches de teatro vikingo, lleva semanas ensayando. Y como jefe nórdico, este año será uno de los protagonistas de la escenificación de la batalla entre vikingos y catoirenses que precederá al desembarco.

Esta es una de las novedades que tendrá esta edición de la Vikinga. Y a él, le encanta. «O desembarco estaba quedándose corto. Despois de baixar do barco, moita xente preguntaba ‘¿que ven agora?’. Había que darlle algo máis. A festa ten que cambiar cos tempos, ir mellorando», razona.

Y eso que la Romería ha cambiado mucho desde que él se puso por primera vez el traje de vikingo. Cuando lo hizo, dice, descubrió que era verdad eso de que «se non estás dentro, non podes explicar o que se sinte» al saltar de un barco dispuesto a conquistar Catoira. La verdad, tiene que tener algo de liberador eso de gritar y poner cara de malos amigos, y lanzar vino a diestro y siniestro. «Pero ata iso hai que saber facelo», dice Manolón. Porque, en el campo de batalla, el cruel vikingo tiene que saber frenar a tiempo y componer un gesto amable para evitar que los niños «se poñan a chorar». A él, desde luego, se le da bien eso de los rapaciños. «Teño fotos cun neno en cada brazo», relata. En cada jornada de desembarco, Manolón se muestra siempre dispuesto a dejarse inmortalizar por los turistas e incluso a posar junto a ellos. Cada primer domingo de agosto puede hacerse hasta trescientas fotos, calcula. Y luego están las otras, las instantáneas que se tomena durante la semana de teatro vikingo. Y durante la cena vikinga. Porque la Romaría, como no se cansan de repetir los catoirenses, es mucho más que el desembarco. Aunque ese «é o mellor momento», según confiesa nuestro protagonista.

Él, este año, cambiará ligeramente su guión del domingo. No llegará al recinto de As Torres en barco: el año pasado, al saltar del drakkar, «quedei afundido no lodo ata o peito. Paseino moi mal para saír», dice. Así que esta vez llegará hasta el campo de batalla a pie. Además, estrenará túnica. Es un modelo sencillo, que adornará con cinturones y joyas. Ha buscado inspiración en Internet, «que aí hai inspiración para todo». «Este ano non vou levar pieles», dice, ni la pesada espada que blande como si tal cosa. «Vou levar outra». ¿Pero cuántas tiene? Hace un rápido recuento: tres capas, tres espadas, dos escudos y otros dos cascos. Comparte todo ese atrezzo con sus dos hijos, que han salido tan vikingos como él.

Lleva un cuarto de siglo intentando invadir Catoira cada primer domingo de agosto. Es, sin duda, una de las caras más reconocibles de la Romaría Vikinga.

Y no es un decir. Cada año, durante el desembarco, se hace una media de trescientas fotografías con otros tantos turistas. Es uno de los favoritos de las cámaras porque se mete en el papel hasta dar auténtico miedo.