
Ambas llevan años encargándose del cuidado de colonias de gatos callejeros en Cambados
10 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Marta Palacios empezó en 2020 a alimentar a los gatos que se encontraba por el camino cuando iba a pasear con su perro a Mar de Frades. Paula Barral lleva haciéndolo algún tiempo más, cerca de su casa, en Fefiñáns. En Cambados hay identificadas dieciséis colonias de gatos callejeros que sobreviven gracias a la colaboración de personas como ellas, que de forma desinteresada les dan de comer, los cuidan cuando están enfermos y se molestan en capturarlos a través de jaulas-trampa para poder llevarlos a la clínica del Refugio y esterilizarlos. A los gatos de las colonias es fácil identificarlos porque se les marca cortándoles un trozo de oreja. Los que estén en la calle y tengan este apéndice entero, o se escaparon de casa o han sido abandonados y, por tanto, pasan a convertirse en un problema.
Es el Concello el que tiene que encargarse de capturarlos, esterilizarlos y velar por su bienestar, pero, mucho antes de que entrara en vigor la nueva ley, Paula y Marta ya habían asumido esta función a costa de su tiempo y de su dinero. Paula sale todos los días a la calle con una bolsa de comida —evita identificar donde la deja para evitar que alguien aproveche esta circunstancia y aproveche para dejar allí una camada— y, además de alimentar a los gatos, vigila por su buen estado de salud. Empezó comprando un saco de pienso de diez kilos y ahora necesita cuatro, lo que le supone un desembolso de 52 euros al mes.

Todo es poco para saciar el apetito de Mika y sus compañeros de fatigas, y menos mal que cuenta con la colaboración de la protectora y de otra gente que también les da de comer. Lo hacen, por ejemplo, en los bares de la plaza de As Rodas, donde hay quien les ha puesto, además, arenero y cama. Los gatos de la calle se han convertido en parte de la familia de la brasería Vago Viños y de la taberna Triana y, de paso, contribuyen a mantener a raya a los ratones que ronden por la zona.
Marta no siempre puede atender su cita diaria con Fiera, Croqueta, Queso y los otro nueve miembros de su colonia, pero sus padres, que le echan una mano, se encargan de que no pasen hambre. En pienso y latas se van al mes entre 35 y 40 euros, así que no estaría de más recibir alguna ayuda para hacer frente a este gasto. «La gente me dice que lo que hacemos debería estar pagado», señala Marta.
La joven cambadesa no tiene estas pretensiones, aunque sí espera poder vivir algún día de su trabajo con los animales. Estudió Derecho, pero pronto descubrió que las togas y los juzgados no eran lo suyo. Acaba de hacer un curso de peluquería canina en Madrid y su aspiración pasa por poder abrir algún día su propio negocio en este ramo. De momento, mientras esté en Cambados, seguirá yendo cada día a dar de comer a sus pequeños amigos, que la esperan impacientes al caer la tarde en su particular paraíso situado frente al mar, tendidos a poniente cuando el sol calienta.
No suelen fallar a la cita, aunque alguna vez se encontró Marta con una sorpresa desagradable, como cuando una cachorrita apareció malherida por la mordedura de un perro. Hubo final feliz porque pudieron operarla y acabó siendo adoptada por una familia. Ese es el mejor premio de las hadas madrinas de las colonias. «Es una satisfacción personal saber que están bien, si no voy a verlos, me siento mal», abunda Paula, que, sin pretenderlo, acabó teniendo gatos, también, en casa: Batman y Micky se llevan las carantoñas en el sofá.