«Aqueles eran outros tempos», señala al echar la vista atrás. Hoy en día hay otras posibilidades y ya nadie necesita al cura para organizar un viaje o montar un grupo de baile, pero don José sigue al pie del cañón y seguirá mientras el cuerpo aguante. De momento, dice se encuentra con fuerzas, pero no es ajeno a que algún día Oubiña se podría quedar sin párroco y tendría que recurrir a una unidad pastoral. Es la consecuencia del déficit de vocaciones —este año se ordenan solo tres curas en la diócesis— lo que mantiene al clero bajo mínimos a la hora de atender a las más de mil parroquias de la diócesis de Santiago.
Entre tanto, a José Crespo le quedan muchos bautizos, comuniones, bodas y funerales por oficiar. Su posición lo convierte en un testigo excepcional de la historia de esta pequeña parroquia cambadesa. «É unha satisfacción ver crecer aos veciños en todos os aspectos, físico, humano e relixioso. Coñezo a todos polo nome e apelidos», comenta. Y no se olvida de los que ya no están, «Cando cheguei aquí nun ano enterrei a doce persoas, pensei que así ía quedarme sen xente», recuerda entre bromas. Pero no. Oubiña no se ha vaciado y mañana le demostrará que sigue teniendo a los feligreses cerca.