José Ramón Amor Pan: «Lo que hacen los bancos con las personas mayores es inmoral»

Bea Costa
bea Costa CAMBADOS / LA VOZ

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OSCAR CELA

«No es el Estado el que tiene que resolver los problemas, es la sociedad la que tiene hacerlo; hay que movilizar a la ciudadanía», señala el doctor en Teología Moral, que el lunes impartirá una charla en Cambados

22 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

José Ramón Amor Pan (A Coruña, 1966) es coordinador del Observatorio de Bioética y Ciencia de la Fundación Pablo VI, doctor en Teología Moral y autor de Bioética en tiempos de covid-19. Este lunes estará en Cambados con su libro y para impartir una charla enmarcada en las actividades que la parroquia Santa Mariña Dozo ha organizado para conmemorar los 75 años de la Adoración Nocturna, programación que, como otras tantas cosas, se ha visto alterada por la pandemia. La cita es a las 20.30 horas en el auditorio municipal bajo el título Comunidades que cuidan y comunidades compasivas.

—¿Es la pandemia una buena razón para mirar a la comunidad frente al individualismo imperante?

—Sin duda. El título de la charla está tomado del lema de un congreso que la Sociedad española de medicina familiar celebró en Zaragoza en el 2016: hace falta una comunidad entera para cuidar a una persona. Y de otro lema de la OMS que habla de que necesitamos ciudadanos amigables con los mayores. Si esto ya ocurría antes, la pandemia ha evidenciado que no teníamos bien organizadas las cosas en cuanto a sanidad y servicios sociales y, por otro lado, que ese individualismo exacerbado instalado en occidente en las dos últimas décadas dificulta el sentido de comunidad. Todo el mundo tiene derechos, pero parece que nadie tiene obligaciones. O recuperamos ese sentido comunitario en nuestras sociedades, tengan el tamaño que tengan, y el aprecio por una ética basada en la virtud —por eso el tema de la compasión— o las cosas van a ir a peor. La crisis del covid, con ser importante, no es nada comparable con lo que va suponer la crisis del cambio climático y con el tema del desarrollo de la inteligencia artificial y la digitalización de la vida que va a generar la pérdida de millones de puestos de trabajo y la posibilidad de control de la población. China ya lo está haciendo.

—¿Qué papel juega la bioética ante este escenario?

—La bioética no solo aborda la cuestión del aborto o de la eutanasia, también aborda otros temas que pueden parecer más abstractos, pero que, cuando escarbas, aparecen, como es la pérdida del sentido comunitario. Las democracias liberales están muy debilitadas por la gestión del virus. Nuestros representantes políticos no han hecho las cosas bien, ni nuestro presidente ni el británico ni el norteamericano, y eso ha debilitado la confianza de la gente. La bioética busca que nuestras administraciones legislen para generar esas comunidades que cuiden y que sean compasivas. Y vuelvo a lo que mencioné de las ciudades amigables con los mayores. Por ejemplo, lo que hacen los bancos con las personas mayores es inmoral, lo de hacerlos esperar en la calle, no darles atención presencial..., ese es un tema de bioética. O avanzamos hacia una sociedad cuidadora o no vamos bien.

—Dos años después de esa mala gobernanza a la que alude, ¿estamos peor o mejor?

—Peor.

—¿Por qué?

—Primero, por el debilitamiento de la confianza de la gente en sus dirigentes, lo cual me parece muy grave. En segundo lugar porque el personal sanitario está quemado, lleva dos años dándolo todo y está agotado física y emocionalmente; se creyeron los aplausos de las ocho y las promesas de los consejeros de sanidad, y dos años después, ¿qué tienen? Aumentan los insultos de los pacientes, las agresiones y la atención primaria no se ha mejorado. Tercero, porque tuvimos miles de muertos en las residencias de ancianos, algo que ya dije que no me extrañaba porque las residencias estaban absolutamente masificadas, y se dijo que había que cambiar con urgencia el modelo. Lo primero que tendrían que haber hecho es cambiar la tabla salarial por la que se rige personal. No puedes exigir que un auxiliar de geriatría que cobra poco más de mil euros que sea un héroe y si no hay médicos y enfermeras es porque cobran un 30 % menos que en la sanidad. Los geriátricos están a reventar porque falta esa comunidad que cuide.

—¿Hay lugar a la esperanza?

—Sí, en la ciudadanía. Los cambios sociales buenos han venido siempre de abajo, los que vinieron de arriba siempre acabaron en catástrofe, como la revolución rusa o el nazismo. Es lo que vengo clamando desde hace tiempo: tenemos que movilizar a la ciudadanía, que asuma sus responsabilidades, por eso hablamos de comunidades que cuidan y compasivas. No es el Estado la que tiene que resolver los problemas, es la sociedad la que tiene que hacerlo, generando líderes políticos y sociales que estén a la altura de las circunstancias. Los políticos que tenemos responden a la sociedad que tenemos. Y no lo digo solo yo. En esta línea se han manifestado voces autorizadas como las de Victoria Camps y Adela Cortina. Necesitamos un humanismo de tercera generación. La democracia liberal tuvo buenos resultados, pero ahora tenemos que luchar contra el individualismo y recuperar el sentido común. No podemos olvidar la tríada, «libertad, igualdad y fraternidad». Me hicieron caer en ello Jordi Sevilla y Victoria Camps: la libertad e igualdad sin fraternidad son inviables, tenemos que sentir que formamos parte de la familia humana. Es urgente y creo que sí, el cambio es posible, pero solo si los ciudadanos cogemos las riendas, sin postureos. La compasión es algo más serio que el sentimentalismo y la indignación. ¿Quién se acuerda ahora de las mujeres en Afganistán?