Ostras, bikinis y literatura

el callejón del viento J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Cuando Benet ligaba en Vilagarcía con Solange y daba consejos amorosos a Javier Marías

02 feb 2021 . Actualizado a las 11:40 h.

El Concello de Cambados acaba de nombrar hija adoptiva a La Francesa, una señora llamada María Dolorès del Valle Béchade (Angoulème, 1885-Cambados, 1967) que fue gran benefactora de la villa. Su familia donó a los salesianos el pazo de Castrelos para que en 1947 se levantara allí un colegio, la finca de O Pombal, donde estuvo el campo de fútbol, la sede de la Juventud Católica, que se ha convertido en auditorio municipal y conservatorio, y otras propiedades que acabaron siendo escuelas.

Contaba la compañera Bea Costa en La Voz la trayectoria de esta mujer francesa de vida intensa, que participó en tres guerras, está enterrada en un panteón al pie de las ruinas de Santa Mariña y cuya biografía fue recopilada en un artículo por la historiadora Bea Laya. Al leer el interesante reportaje, me vino a la memoria el caso de otras francesas singulares que recalaron en O Salnés durante el siglo XX.

Si León Manuel Anatole del Valle, padre de La Francesa, se afincó en Cambados por su amistad con el profesor Manuel Burillo; otro francés, Adalbert Laffon, se estableció en Carril con sus tres hijas porque, tras la II Guerra Mundial y su colaboracionismo con el régimen pronazi de Pétain, se había refugiado en España, donde había hecho negocios. Pero mientras el padre de Dolorès del Valle supo conservar su hacienda, monsieur Laffon acabó perdiéndolo todo salvo un vivero de ostras en la ría y una casa frente al muelle de Carril.

La historia de Adalbert Laffon es conocida porque el escritor Juan Benet la contó en su libro Otoño en Madrid hacia 1950. Benet narra las juergas del Madrid de la posguerra y describe con humor fino las visitas que realizaba con el también escritor Luis Martín Santos al burdel de doña Luisa, que luego aparecería retratado en la gran novela de Santos: Tiempo de silencio, que, junto con La familia de Pascual Duarte de Cela y El Jarama de Ferlosio, rompió moldes y abrió nuevos caminos en la literatura española. Las visitas de Martín Santos a las casas de citas se acabaron cuando el escritor se enamoró de una enfermera del Hospital General de Madrid llamada Rocío.

Esta joven era hija del bretón Laffon y Juan Benet y Rafael Martín Santos vinieron en verano a Carril para conocer a la familia de Rocío. Mientras la pareja de enamorados se iba a bañar a la playa de Compostela, Benet y el francés pasaban las mañanas comiendo ostras y bebiendo Johnnie Walker en «una habitación destartalada, de techo bajo y suelo de tablón (...) y un ventanal corrido que da al muelle de Carril». Tras el aperitivo, Benet bajaba a la playa, donde «con el pelo mojado y una toalla anudada a la cintura» lo esperaba Solanges, otra hija del bretón.

Benet era un hombre seductor y atractivo y Solange, una muchacha muy guapa. El escritor cuenta cómo reconvenía con frecuencia al también escritor Javier Marías por su incapacidad para mantener a su lado a las mujeres. «Joven Marías, le decía, es usted muy ducho en conseguirlas, pero un inútil para retenerlas, siempre se le escapan». Al acabar aquel verano, Juan Benet y Rafael Martín Santos volvieron a Madrid. Rafael se casó con Rocío, pero la relación entre Juan Benet y Solange debió de ser una flor de verano. Martín Santos y la enfermera hija de Laffon se fueron a vivir a San Sebastián, pero la tragedia destrozó el matrimonio: ella falleció en 1963 por culpa de un escape de gas y el novelista murió un año después en un accidente de coche cerca de Vitoria. Adalbert Laffon también murió pronto y sus hijas se fueron cada una por su lado, aunque dejaron un recuerdo especial en Vilagarcía.

Cuando en enero de 1994 conté parte de esta historia en el Callejón del Viento, se levantó una sorprendente y casposa polémica porque muchos vilagarcianos maduros recordaron, incluso por escrito, a las francesas Solange y Rocío como las primeras bañistas que utilizaron bikini en la playa de Compostela. Inmediatamente, otros nostálgicos con buena memoria replicaron en La Voz para aclarar que los primeros bikinis de la ría no fueron los de las francesas, sino lo que estrenaron en As Sinas en 1958 las hijas de un señor apellidado García del cual preferían no especificar el nombre.

De la francesa Rocío Laffon se volvió a hablar en la prensa cuando ETA asesinó en el año 2000 al periodista vasco Luis López Lacalle y estuvo a punto de matar también al ex consejero del Gobierno Vasco José Ramón Recalde. Ambos habían mantenido tertulias antifranquistas con Benet, Martín Santos y Rocío a principios de los 60.

Además de inspirar artículos a Juan Benet en su veraneo, Carril fue inspiración veraniega de Gonzalo Torrente Ballester. El escritor ferrolano escribió aquí parte de La pascua triste, tercer libro de la trilogía Los gozos y las sombras y también había una mujer por medio, aunque esta vez no era francesa. Se trataba de su segunda esposa, Fernanda Sánchez-Guisande, cuyo padre, conocido en Vilagarcía como don Pepe, era magistrado del Supremo y tenía posesiones en la Alameda de Carril y en la zona del actual paseo marítimo. Grandes escritores, francesas benefactoras, bretones amantes de las ostras... Algo tiene O Salnés que te atrapa.