Veinte años sí que son mucho

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

CAMBADOS

MARTINA MISER

En 1999, el PP tenía el bastón de mando de siete concellos en Arousa y el Baixo Ulla; ahora aguanta solo en cuatro

16 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Toca desmentir a Carlos Gardel, que es mucho desmentir. Va a ser que no. Va a ser que veinte años sí son mucho, al menos en términos políticos. Las elecciones de 1999 son recordadas en los territorios de Arousa y el Baixo Ulla como una auténtica exhibición de poderío del PP. La gaviota picoteó en la inmensa mayoría de los concellos y tomó el bastón de mando -en muchos de ellos con mayoría absoluta- en Pontecesures, Valga, Vilanova, Cambados, Ribadumia, Meis y O Grove. Meaño era territorio independiente, hábilmente captado por los populares poco después, y en A Illa fue también la fuerza más votada el PP, aunque un pacto PSOE-BNG colocó en la alcaldía a Manel Vázquez. De la tiranía azul solamente se escapaban Vilagarcía -donde Gago cosechó una mayoría absoluta- y Catoira. Curiosamente es el territorio vikingo ahora el único en el que el puño y la rosa se ha llevado un varapalo.

El revés para la derecha es tremendo, y el cambio de color, espectacular. El PP se tiene que conformar con mandar en Pontecesures, con uno de esos pactos tan peculiares que allí se estilan y que en cualquier momento puede romperse, en Meaño -donde el PSOE optó por no apoyar a los independientes por considerarlos una marca blanca del PP- y con los incombustibles Bello Maneiro en Valga y Gonzalo Durán en Vilanova.

Hay casos realmente graves y que seguro que merecerán una reflexión interna en los despachos más notables del PP gallego. Cambados es uno de ellos. Allí, hace veinte años se celebraba una incontestable mayoría absoluta, con cerca de cinco mil votos, que se han quedado ahora en 3.402. Es decir, un 28% menos de sufragios. La gaviota, que presumía de partido cada verano con esos desfiles de autoridades y xantares de albariño, con su estatua de Fraga, la que podía permitirse el lujo de hacer una transición tranquila entre líderes -primero de Tirado a Tourís y luego de este a Aragunde (el mismo día y a la misma hora, once años después)- se ve ahora obligada a pensar qué polluelo debe alimentar para intentar retomar el vuelo dentro de cuatro años. Y no es fácil, porque quizás la transición debería haberse hecho antes. Viene en el manual de los jóvenes castores que un alcalde destronado debe recoger sus cosas y rehacer su vida, sin exponerse a perder por segunda vez. Aragunde perseveró y tuvo un edil menos.

Ribadumia es otro de los ejemplos. La tierra de Louzán apoyaba sin miramientos a quien dominó el partido provincial durante mucho tiempo y donde solamente en Vilagarcía no se hacía notar su sombra (demoledor fue aquel congreso que Tomás Fole ganó a Javier Puertas). Aquí los datos son aún más tremendos. Dos mil votos justos en 1999 (y 9 concejales) por 788 y solamente tres ediles en los comicios de hace tres semanas. También había funcionado el relevo tranquilo por las tierras del Umia, pero la transición postSalomé Peña fue mucho peor llevada.

Hay más ejemplos, por supuesto. El de Meis es simbólico porque, por un lado, apartó de la alcaldía a un José Luis Estévez que era otro de los intocables de la comarca. Y, además, porque supone la llegada de una mujer a la alcaldía. Marta Giráldez y Fátima Abal son las únicas alcaldesas de los once concellos de O Salnés y el Baixo Ulla.

Y hablando de Fátima Abal, conviene mencionar que se ha llevado el primer asalto en el combate amistoso que en Cambados mantienen, y mantendrán probablemente, el PSOE y Somos. Estos últimos, pese a lo que habían anunciado por activa y por pasiva, la votaron pese a que se llegó al pleno sin haber firmado un pacto de gobierno. 1-0 para la alcaldesa.

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