Monchito ya lo sabía

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Extrapolando los resultados, la única votación con emoción el 26M será la de Cambados

05 may 2019 . Actualizado a las 22:33 h.

Sí se extrapola. Es pecado político, lo sé. Pero se extrapola. Los candidatos piden prudencia con las extrapolaciones si van ganando y las rechazan tajantemente si salen perdiendo, pero lo dicen con grandes ojeras porque han estado hasta la madrugada extrapolando.

Las noches electorales en los partidos políticos vilagarcianos son emocionantes y especiales. Al fin y al cabo, las reuniones, fiestas, debates y luchas que tienen lugar en las sedes durante cuatro años rinden cuentas en esas noches en las que todo puede cambiar. Antes de que los ordenadores lo coparan todo, en las sedes partidarias, había una gran sala con una inmensa pared donde se pegaban unos gigantescos pliegos de papel en los que los militantes con buena letra y mejor pulso iban escribiendo los nombres de cada mesa electoral de Vilagarcía y de cada municipio de la comarca. Después, con una gran regla, se trazaban las cuadrículas y, a eso de las nueve de la noche, empezaban a llegar los resultados de las mesas, que se escribían en los pliegos y provocaban aplausos, sorpresas, decepciones y acusaciones exculpatorias («en esa mesa siempre han sido muy fachas… o muy rojos»), que parecían culpar al fatum de los resultados negativos.

Caso aparte era el de los socialistas en A Illa. Allí, Monchito, veterano militante de inteligencia natural desbordante, ya sabía los resultados a media tarde: como un gran brujo comanche, interpretaba las miradas de cada vecino y clavaba los votos. Todo eso, tan artesano, tan intuitiuvo, se ha perdido con la informática. Ahora, ya no se produce el alborozo y la expectación de antaño, cuando llegaban los primeros apoderados y los arúspices del partido examinaban los votos de la madrugadora mesa de Cea como si fueran las entrañas de una oveja para dictaminar cómo acabaría la noche. Ahora, parpadea una pantalla y no hace falta más.

Pero ya sea con pliegos de papel, ya sea en una televisión de plasma, esos resultados provocan entusiasmos, decepciones (he visto a cadidatos perder el habla durante dos horas, literalmente, o vomitar por una derrota y también los he visto caer borrachos al suelo por una victoria). Sea como fuere, con habla o sin habla, ebrios o sobrios, una vez repuestos del susto, todos se dedican al deporte nacional de las noches electorales: extrapolar.

Tras las elecciones del pasado domingo, las extrapolaciones echan humo. En unas circunstancias normales, extrapolar resultados es un brindis al sol porque lo habitual era que entre votación y votación transcurrieran un año o dos: demasiado tiempo para calcular con fiabilidad. Pero esta vez, solo hemos tenido una semana para asimilar porque este viernes vuelve la campaña electoral.

Decía Rivera, en el momento más recordado y comentado de los dos debates de la reciente campaña electoral, que escucháramos el silencio. Le hacemos caso, nos callamos... Pero no, no se escucha el silencio, sino las extrapolaciones porque el ruido electoral prosigue. El silencio de Rivera está inspirado en una canción del último álbum de Jorge Drexler llamada así: «Silencio». En ella, Drexler canta y se calla para escuchar el silencio: «Todo el mundo intentando venderte algo, intentando comprarte, queriendo meterte en su melodrama, su karma, su cama, su salto a la fama, su breve momento de gloria, sus dos megas de memoria, subirte a su nube como un preso que sube, para luego exhibirte como un estandarte... No encuentro nada más valioso que darte, nada más elegante que este instante... de silencio... Silencio».

Aislémonos, sumerjámonos en el silencio y nada, imposible, solo escuchamos extrapolaciones que aventuran los resultados de las inminentes elecciones municipales. Voy a extrapolar sin vergüenza y a jugarme mi prestigio como arúspice: el 26 de mayo, tendremos alcaldes socialistas en O Grove, A Illa y Vilagarcía, alcalde del PP en Vilanova y en cuanto a Cambados, no me atrevo a deducir nada tras extrapolar mucho. La emoción está en Cambados.

Extrapolando, extrapolando, parece difícil que en cuatro semanas cambien mucho las tornas en una Vilagarcía donde, redondeando, siempre redondeando, la izquierda ha conseguido 12.000 votos y el posible tripartito de la derecha 8.000. Siguiendo hacia el sur, en Vilanova de Arousa, la suma de PP, Ciudadanos y Vox ronda los 3.500 y mil votos menos la suma de PSOE, Común, Marea, BNG. En A Illa, la izquierda (2.000) dobla a la derecha (1.000), al igual que en O Grove: el PSOE y los otros tres partidos del arco izquierdista y nacionalista, fundamentalmente En Común y BNG consiguen algo más de 4.000 sufragios y Partido Popular, Ciudadanos y Vox se quedan en unos 2.000. Es Cambados el municipio donde, como ya se imaginaba, van a estar más reñidas las municipales extrapolando: 4.000 frente a 4.000.

Lo reconocemos: extrapolar no es serio ni riguroso. Las municipales son diferentes porque cuenta la gestión, cuentan los candidatos, cuentan las familias… Pero después de muchos años viviendo y escribiendo campañas políticas en O Salnés, sé que esa es la sensación que reina en las sedes de unos partidos que ya se preparan para otra noche emocionante de pantallas de plasma, brujos interpretando los resultados madrugadores de la mesa de Cea, candidatos mudos o ebrios y un personaje singular sonriendo en un rincón de la sede del PSOE en A Illa. Monchito ya lo sabía.

Monchito, gran brujo comanche, interpretaba las miradas y

clavaba los votos

Los arúspices escrutaban la mesa de Cea como si fueran las entrañas de una oveja