«Lo peor de Santiago es que no tiene mar, pero de tenerlo no sería tan acogedor»

La Voz

CAMBADOS

21 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que haya nacido en un pueblo de costa por el apego que tiene al mar. Quizás lo lleva en sus genes. Su abuelo era juez en Cambados, pasaban la mitad del año en Sanxenxo y su madre era de Vilagarcía. Siempre hizo deportes náuticos, y cuando le llegaron las lesiones se pasó a otro más tranquilo pero igual de apegado a la brisa marina, la pesca. Suele ir a Muros y admite su querencia por la costa: «Sufrí una tendinitis y tuve que dejar el kayak, pero por seguir en el mar empecé con la pesca de costa».

Lo mejor de Santiago lo resume en su día a día: «Hago mi vida en un entorno en el que me lleva cinco minutos ir de mi casa al trabajo, a tomar algo... Es una ciudad muy cómoda y acogedora», explica. Lo peor, «que no tiene mar, pero si tuviera mar no sería tan pequeña y acogedora». Echa de menos el Santiago vivo, lleno de trabajadores y universitarios. «Lo noto más tristón por la falta de gente, salgo a las nueve de trabajar y no hay mucho movimiento, está oscuro y triste, sobre todo por esta zona». Y se refiere al centro, por lo que la caída poblacional es más que evidente. Lo achaca en gran parte a la disminución de la vida universitaria. Por un lado por una cuestión demográfica, hay menos alumnos, y por otra por la revolución que ha supuesto el tren: «En Vilagarcía te pones en un cuarto de hora y muchos funcionarios de Pontevedra o A Coruña ahora van y vienen todos los días». Nada que ver con aquella época en la que las galerías de la zona nueva eran un hervidero de gente. «Los que éramos de Santiago salíamos los sábados, empezábamos ya por la tarde y nos quedábamos hasta la noche. Y recuerdo a los estudiantes, los viernes, bajando por el Hórreo, eran riadas y riadas», concluye.