Los rostros de Caracol se ponen ante la cámara

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Un cuarto de siglo, 26 montajes y un sinfín de vivencias; es una ocasión perfecta para hacer historia

05 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Gena asistió de niña a las funciones del Teatro Caracol y hoy es su hija la que se sienta entre el público. Es un ejemplo de muchos, que ilustra perfectamente la huella que ha dejado y sigue dejando esta compañía en Cambados. No hace giras y sus estrenos no abren los suplementos culturales, pero ya quisieran muchos grupos tener la trayectoria y el público que han conseguido estos aficionados, nacidos de aquella ANPA de San Tomé de 1993.

La Voz de Galicia ha sido testigo de ello. Son muchos miles los pequeños que han descubierto la magia del teatro gracias a Caracol, y no solo niños. Las funciones dominicales con las que despiden cada temporada siempre llenan, «e a xente pásao moi ben», relata Olga González. Es el único momento en que los adultos asoman por el salón de actos del instituto Asorey. El resto de las funciones están reservadas para los reyes de la casa.

Ella no presume de ello, pero sin esta mujer inquieta y emprendedora Caracol no hubiera llegado donde está. «Cando cumprimos dez anos xa non mo cría moito», relata, pero las cifras redondas siguieron sucediéndose. Y así llegaron los quince, que celebraron con un alarde de vestuario sobre el escenario; los veinte, con un desfile de rosas para Olga, y ahora, llegados al cuarto de siglo ¿cómo conmemorarlo?

La respuesta la encontraron en un documental que recorre la vida y obra de la compañía, realizado por una joven que, como no, creció al abrigo de Caracol. Julia González Yánez tiene a buena parte de su familia embarcada en esta aventura. Olga, su tía, a la sazón ideóloga y directora del grupo; a su padre y a su hermano, Tino y Jacobo, sobre las tablas; y sus otras tías Montse y Fátima, que ya no están, pero que también tuvieron sus momentos de gloria sobre el escenario. Sorprendentemente, a Julia, lo de ponerse delante del público nunca le llama, pero ella también se debe al respetable, aunque desde otra perspectiva, tras la cámara.

Ha sido un trabajo arduo, porque son muchos años y mucha gente la que conforman la historia de Caracol. No salen todos los que son -un centenar largo- porque resultaba muy complicado localizar y convocarlos. Algunos viven fuera de Cambados o del país. Otros, como Susana y Chon, ya no están entre nosotros. Pero el documental hará justicia a todos ellos.

Nuestras protagonistas se niegan a hacer spoiler, pero auguran que alguna lagrimita caerá. A Olga, al menos, se le humedecieron los ojos en el primer visionado, y es que lo vivido en estos 25 años le ha dejado un gran poso.

Parece complicado elegir un momento, una escena, una sensación..., pero ella no tiene que pensárselo mucho cuando la situados ante ese dilema. «O público», contesta rotunda. Se refiere a esos niños de tres y cuatro años que se quedan con los ojos como platos en el patio de butacas y a esos chavales con discapacidad de las asociaciones Bata y Esperanza, que también han descubierto el teatro con este caracol sin caparazón, «que cando che dan unha aperta, danche unha aperta de verdade».

La historia de la compañía se escribe con estas y otras pequeñas historias que, a su vez, forman parte ya de la historia de Cambados. Olga González sabe que su trabajo y el de sus compañeros cuenta con el reconocimiento de la gente, pero no siempre se ha sentido igual de arropada por las instituciones, dice en alusión al Concello que gobernaba el PP.

De otros siempre tuvieron apoyo. Hablan de docenas de empresas y de particulares que dieron su dinero y su tiempo para hacer posible los vestuarios y los decorados que se han utilizado en los veintiséis montajes que llevaron a escena. Basilio les suministró telas maravillosas; Otero echó una mano en los patrocinios; Tomás Caula primero, y María José Prado, después, se encargaban de transformar el escenario en un lugar de cuento; José Vilas y Kevi hacían lo propio con la iluminación, y Carmiña y Ángeles se afanaban delante de la máquina de coser. Y muchos más, entre los cuales los actores juegan un papel principal.

Caracol es la suma de infinidad de manos y de talentos, «porque en Cambados hai xente moi boa», apunta Olga. Ella es un buen ejemplo. Sus guiones y su labor en la dirección nacen del autodidactismo y de una voluntad de hierro por aprender mediante cursos, lecturas y «o santo Youtube».

Los 52 minutos que dura 25 anos despois trata de ser un espejo de todo ello. «Se planteó como un espacio para recordar, es un documental para Cambados», señala la joven Julia, aunque, quién sabe, quizá rule por más pantallas que la del auditorio de Cambados.

La joven se muestra conservadora en este sentido pero su tía, que ya ha demostrado que no se pone límites, aspira a que se proyecte en alguna otra sala de Galicia. Es que a Julia, aparte de que no le gusta actuar, tampoco le gusta presumir de su trabajo, hasta el punto de que ni siquiera ha hecho figurar su nombre en los créditos. Olga no se lo perdona y ella sí presume de que su sobrina vale mucho.

No es la primera vez que Julia sale en el periódico. Esta cambadesa titulada en Comunicación Audiovisual es la autora del cartel de la Festa do Albariño 2018, compitiendo con docenas de trabajos llegados de toda España. Ha hecho sus pinitos en el mundo del vídeo, tanto en el ámbito profesional como en el personal, porque ¿a quién si no le va a tocar filmar y montar las BBC (bodas, bautizos y comuniones) de la familia? Pero esta fue la primera vez que se enfrentaba a un trabajo tan largo y con tanto contenido. El resultado lo podrán ver el día del Pilar, a las ocho de la tarde, con entrada libre, así que vayan cogiendo sitio. Hay que verlo.

12 de octubre. A las 20 horas, en el auditorio de A Xuventude (Cambados). Entrada libre.