Setecientos kilómetros con las sandías a cuestas

sara meijide / m. a. VILAGARCIA/ LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Manuel regenta un puesto familiar de fruta que desde hace 60 años viaja de Extremadura a las Rías Baixas

19 jul 2018 . Actualizado a las 11:57 h.

Por mucho que rebusque en el baúl de los recuerdos, Manuel Leva dice que en su memoria todo tiene sabor a fruta. «Desde que nací, recuerdo a mis abuelos haciendo esto: vender fruta». No sabe el motivo ni la explicación, pero los padres de sus padres comenzaron, ya hace unos 60 años, a dejar durante los meses de verano Salvatierra de Barros (Extremadura) para recorrer las Rías Baixas. En su puesto hay «lo de siempre»: peladillos, cebollas o aceitunas. Pero lo que más se vende son las sandías y los melones. «Porque calidad como la de los extremeños... ninguna», sentencia.

«Durante estos tres meses nos venimos para aquí y lo que hacemos es rodar por los mercados de la zona: Vilagarcía, Cambados, Sanxenxo o Boiro». Los abuelos de Manuel ya eran conocidos como Los meloneros en sus inicios, «después lo fueron mis padres y mis tíos y ahora me toca a mi», dice.

Aunque regentar un negocio nunca es tarea fácil, los lazos que sus abuelos estrecharon en la comarca le facilitaron la buena marcha del negocio. Manuel subraya que muchos de sus clientes ya lo fueron antes de sus abuelos. De hecho, es raro el día en que no se le acerquen a comprar fruta y, de paso, pregunten por los fundadores del negocio. «En Portonovo hay un Guardia Civil que siempre me dice que él ya nos compraba fruta desde que estaba soltero», confiesa mientras esboza una sonrisa.

Asoma por el puesto su tío Francis. Le acompaña y le ayuda en la instalación y el manejo del mismo. «Los extremeños y los gallegos somos unos buscavidas, y aquí estamos, trabajando en lo que siempre nos dio de comer», reflexiona mientras coloca bien los peladillos.

Manuel lleva, como dice él, toda su vida implicado en el negocio. Pero regenta la frutería desde que cumplió la mayoría de edad. «Durante el invierno también me dedico a la venta ambulante, pero de plantas. Y en verano, para aquí nos venimos, en furgoneta y a vender la fruta», dice riendo. Reconoce que, aunque ya son muchos años haciendo lo mismo, es un tarea difícil venirse durante tres meses. Por una parte, porque es mucha la distancia que lo separa de su familia y, por la otra, por los amigos que deja atrás. Aún así, este año se ha marchado de Salvatierra de Barros un poco menos apenado. ¿La razón? Una nueva acompañante que se ha sumado a la aventura veraniega por las Rías Baixas: María, su novia. «Es la primera vez que vengo aunque no he empezado con muy buen pie, que ya he tenido que ir al médico hace unos días», bromea mientras amontona con mimo los botes de aceitunas.

Clientela fidelizada

Con 60 años de historia, Los meloneros tienen ya a su clientela más que fidelizada. Y es que Manuel la cuida mucho. Mientras descarga la fruta del día se acerca al puesto una señora que se lleva las manos a la cabeza y lamenta: «Manuel, o outro día pagueiche as cebolas e deixeinas. Olvideime delas». Pero a este joven no se le escapa una; «¡Aquí están!. No se preocupe. Eran, para ser exactos 1,55 euros de cebollas», dice sonriente mientras saca una bolsa de plástico del interior de su furgoneta. Ser cercano y amable, esas son algunas de las claves que mantienen la chispa de este negocio ambulante con vida. Pero, aunque la filosofía es la misma desde siempre, y los productos mantienen su calidad, las nuevas generaciones imponen nuevas costumbres. Manuel pone a disposición de sus clientes su teléfono móvil, y no le va nada mal. «Si no me ven a comienzos del verano ya me ponen un wasap y todo para preguntarme a ver por dónde ando y cuándo voy».

Reconoce que es raro ver hoy en día a los jóvenes involucrados en un negocio de tradición familiar como el suyo. Pero él nunca dudó y siempre tuvo muy claro que se quería dedicar a la venta ambulante. «El resto de mis hermanos han estudiado sus carreras y están trabajando de lo suyo, pero yo desde bien pequeño ya sabía que lo que quería era trabajar». Por ahora son tres las generaciones que Los meloneros conforman, pero Manuel no descarta que haya una cuarta. Aunque para eso, todavía hay que esperar un tiempo.