Los policías que investigaron a O Mulo destacan sus artimañas a lo Mortadelo

m. santaló PONTEVEDRA / LA VOZ

CAMBADOS

Ramón Leiro

Apuntan que usaba pelucas y disfraces y se movía en coches alquilados para despistar

12 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una palabra clave en las declaraciones de los agentes de Policía que acudieron ayer a la Audiencia Provincial de Pontevedra para ofrecer su testimonio sobre la vinculación de Rafael Bugallo, O Mulo, con el alijo 1.245 kilogramos de cocaína que iba a bordo del buque «Coral I»: los seguimientos. Y es que si el jefe del grupo que se encargó de la investigación ya señaló el jueves la importancia de las labores de vigilancia a través de seguimientos para conocer los pasos dados por el narcotraficante cambadés y sus compañeros de banquillo, otro agente describió ayer dos tipos de seguimiento: móvil y estático. «Este último permite conocer sus movimientos a través de puntos de control previamente establecidos sin la necesitad de ir detrás de ellos», explicó al Tribunal.

Estos seguimientos se habrían iniciado vigilando puntos estratégicos: la casa O Mulo y el bar Manhattan, en Cambados, estuvieron en el foco de la Policía desde que comenzó la investigación. «El bar era un punto de encuentro controlado por Rafael Bugallo, que mantenía reuniones tanto en su interior como en su exterior», explicó un agente que dejó la investigación en mayo de 2014, siete meses antes de que culminara. Detalló también que fueron estas vigilancias las que les permitieron llegar a Cabana de Bergantiños, A Coruña, donde los acusados escondían una planeadora camuflada de pesquero con la que presuntamente iban a recoger los 1.245 kilos de coca que partieran de Venezuela.

Las pruebas extraídas a través de los seguimientos y análisis de inteligencia serán fundamentales en lo que queda de juicio, puesto que el Tribunal resolverá en sentencia si anula el auto judicial que autorizó las sonorizaciones en una furgoneta y que son, a criterio de los letrados, el hilo conductor por el que se acusa a sus defendidos. Fue en la primera sesión del juicio cuando pidieron su nulidad al entender que fueron ilegales. La sonorización estaba entonces sin legislar y podría vulnerar el secreto a las comunicaciones.

Estos seguimientos llevaron a los agentes a descubrir las nutridas medidas de seguridad de las que se rodeaban Bugallo y sus compinches. O Mulo no solo cambiaba de peluca con frecuencia y exploraba distintas gafas y bigote, también daba vueltas enteras en las rotondas o hacía paradas sin ningún fin para despistar. Un agente recordó también que los integrantes de la red acostumbraban a moverse en coches alquilados y no en los suyos y que en uno de ellos encontraron un inhibidor de frecuencia «típico de bandas organizadas».

 

El juicio continuará el martes con la declaración de nuevos testigos

La quinta sesión del juicio que se lleva a cabo en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra contó con más testimonios que los policiales: la primera persona en intervenir ayer fue la propietaria de la nave que alquilaron O Mulo y sus socios para construir la embarcación con la que la mano derecha de Rafael Bugallo, Jaime Bolados, El Chileno, reconoció que tenían intención de delinquir. Una afirmación con la que también lanzó un salvavidas en forma de pero: la intención estaba ahí, pero los medios para hacerlo no. Y, en esta misma línea, la propietaria del espacio que en su día fue un astillero les echó un capote con su declaración cuando habló de los raíles que unen la nave con el mar: «Estaban llenos de arena, lo que impedía la salida inmediata de una embarcación».

Fue más incriminatoria la declaración del propietario de una empresa de electrónica naval que sostuvo ante la sala que rompió su relación con Bolados cuando le llevaron hasta Cabana de Bergantiños para conectar los aparatos que previamente les había vendido. Era 2012. Dos años antes de que se frustrase la operación y la parte electrónica de la embarcación que las defensas alegan que no podía navegar quedó preparada. «La primera sorpresa fue que me pidieron que apagase el teléfono. Después me encontré con lo que me pareció una planeadora y no quise saber más. Hice la conexión y dejé de atender a sus peticiones posteriores», aseguró.

El juicio por el que el fiscal pide a Bugallo 24 años de cárcel y diecinueve y medio al resto de los acusados continuará el martes.