«No queremos vender vino de madrugada»

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

MARTINA MISER

Juan Gil, máximo responsable de la denominación Rías Baixas sostiene que Cambados debe introducir cambios en su fiesta

15 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Gil lleva sobre sus hombros el peso de una de las bodegas más antiguas de la denominación de origen Rías Baixas. También, el de la que tiene más historia. Porque Palacio de Fefiñáns fue la primera firma en comercializar el albariño con etiqueta, en el año 1928, y también la primera en llegar a las mesas más importantes de España. «Es el menú de inauguración del hotel Compostela, en 1930», presume mientras enseña varias cartas de los años 30 y 60 en las que su albariño está presente. Fue su abuelo el que puso en marcha la empresa familiar, que continuó su padre. «En el año 54 contrató a los mejores enólogos, que empezaron a introducir otros criterios más modernos en la elaboración del albariño», sostiene. En el 94, «después de dedicarme a muchas cosas diferentes», regresó a Cambados para hacerse cargo de la empresa familiar. Y hoy es también el presidente de la denominación de origen que, entre otras cosas, está inmersa en una polémica por el horario de cierre de los puestos de la Festa do Albariño. «Queremos lo mejor para Cambados y para el sector, pero no queremos estar vendiendo vino de madrugada», asegura.

«La fiesta de Cambados ha tomado unos derroteros que a la denominación no le gustan, y a muchos otros tampoco», sostiene. Considera que los cambios que el consello regulador ha propuesto, que prevén cerrar las casetas alrededor de la medianoche, son lo mejor para la fiesta y para el sector. «Creemos que no es nuestro papel como denominación estar vendiendo albariño a las seis de la mañana en medio de la marabunta», reitera. Y recuerda que «la ley nos encomienda velar por el nombre y la promoción de nuestros vinos». También deja claro que esta es una decisión que ha tomado el pleno, «donde están representadas grandes, pequeñas y medianas empresas, viticultores y sindicatos». Explica que las decisiones que se someten al máximo órgano están muy pensadas y debatidas. «Trabajamos mucho y se debate y se habla mucho para conseguir ponernos de acuerdo», afirma. E insiste en que se ha hablado mucho con el Concello de Cambados sobre esta cuestión, y en que el debate todavía no está cerrado. «Nosotros somos vendedores de vino de calidad y, a partir de cierto momento, en que la gente ya no está disfrutando con tranquilidad de los productos que hacemos, no pintamos nada».

Como presidente de Rías Baixas, a Juan Gil le ha tocado vivir algunos de los momentos más duros para el sector. «A partir del año 2000 se plantó mucho, y después vino la crisis, que coincidió con nuestras mayores cosechas», recuerda. Los mercados estaban entonces en pleno retroceso, mientras que las bodegas tenían más vino que nunca. Por fortuna, aquello se superó y la denominación se encuentra ahora en uno de sus mejores momentos. «Hicimos dos planes estratégicos y estos ya nos decían que nos íbamos a quedar cortos en el crecimiento. En el 2012 nos dijeron que en pocos años estaríamos vendiendo 28 millones de kilos de uva, y estamos ya en 31», sostiene. El buen ritmo de las ventas se nota también en las exportaciones, donde las cifras no dejan de crecer. «Nuestro objetivo ahora debe ser darle más valor al producto. No quiere decir que haya que subir todos los precios, pero sí los que estaban más bajos», argumenta.

Aunque a Rías Baixas llegó en el año 94, su relación con el mundo del vino comenzó muy pronto. «Desde pequeño lo he vivido muy de cerca, venía siempre a vendimiar», recuerda. Y, asegura ahora, siempre tuvo claro que algún día se haría cargo de la bodega. «Yo tenía mucha fe en este sector, sabía de las posibilidades que tenía». Se refiere al potencial de la uva albariña. «¿Cómo con esta uva que tenemos no vamos a ser capaces de devolver el Albariño de Fefiñáns a las mejores mesas del mundo?». Lo ha conseguido. El de Fefiñáns y muchos otros porque Gil de Araújo tiene muy claro que a la denominación todavía le queda un gran futuro por delante. «Los franceses y los italianos no tienen nada que no tengamos nosotros. Y no tienen la uva albariña. Lo que no sabemos es a dónde podríamos llegar si tuviéramos mucha más producción», relata. Porque ese es, ahora, otro de los retos que debe afrontar Rías Baixas. «Es mi mayor preocupación. Estamos vendiendo bien, pero nuestro crecimiento tiene un límite: las plantaciones que tenemos», asegura. Hace falta más, pero ojo, que nadie se piense que se puede crecer de cualquier forma. En Rías Baixas tienen una máxima irrenunciable: la calidad.