Mujeres que supieron reinventarse

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso MEIS / LA VOZ

CAMBADOS

MONICA IRAGO

La crisis las dejó en el paro y, además, con empleos en los que no podían conciliar, así que se lanzaron a emprender y nos cuentan su experiencia en un desayuno

06 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

María, Araceli, Mayte, Rita y María. Todas ellas decidieron un buen día que había llegado el momento de montarse por su cuenta. De tirarse a la piscina y ver si su idea podía tener algún recorrido, más allá de todas las vueltas que le daban en sus cabezas. Querían poner en valor sus productos y su trabajo, pero también conciliar. Porque en la mayoría de los casos tienen menores o mayores a su cargo que les hacen imposible estar disponibles en horario de oficina. Hoy trabajan más, reconocen, pero también más a gusto. «Estou moi contenta porque traballo no que me gusta e os nenos veñen comigo a todas partes», explica María Carramal, que dejó una cooperativa para montar su huerto ecológico. A su lado está Araceli, que tuvo que buscarse la vida cuando su empresa cerró y hoy hace sombreros y tocados. Y también Rita, que está convencida de que hay mucha riqueza en el albariño y que, a día de hoy, está intentando venderle su vino de lujo a un jeque árabe. Ellas son solo algunas de las participantes en el desayuno de emprendedoras que ayer organizó el Centro de Información á Muller (CIM). Su experiencia sirve a Eva Varela y Rosi Devesa para tomar nota. Para ir aprendiendo, porque el emprendimiento es la única forma que encuentran de reincorporarse al mercado laboral. Y de poder trabajar y seguir atendiendo a sus mayores y menores.

«Estoy barajando muchas ideas durante la maternidad», explica Rosi, que llega al encuentro con su bebé. «Eu estou aquí para aprender. Traballo para min non hai, como non sexa na hostalería e iso non se pode compatibilizar con dous fillos e dous maiores», añade Eva Varela. Ella era auxiliar administrativa, «e coa crise ese posto desapareceu», asegura. Así que tuvo que reinventarse. Estuvo en el sector hostelero y también de dependienta en supermercados. Pero no consigue regresar al mercado laboral de forma definitiva. Así que está pensando en abrir un negocio de alojamiento. De estos desayunos ya ha sacado una lección, «teño que replantexarme o inglés e facer cursos», explica. En ello está trabajando. A su lado está María, que lleva cinco años cultivando y vendiendo sus productos ecológicos certificados. «Tentar conciliar vida laboral e profesional era difícil», explica. Pero es que ella, además, quería poner en valor sus productos. Porque en la cooperativa en la que vendía sus cultivos no se los valoraban y «traballaban dun xeito moi industrializado. Eu quería plantar as miñas cousas», afirma. La principal ventaja es que su nuevo empleo «che permite a liberdade de facer outra vida». Aunque trabaja más que antes, mucho más. Porque no solo se ocupa de sus cultivos, ella es también la encargada de repartirlos, de venderlos y de buscar a clientes.

A Araceli Carro y María Oubiña fue la crisis económica la que las obligó a reinventarse. A buscar un lugar en otro sector completamente diferente. La primera de ellas trabajaba en una empresa familiar de transporte que cerró sus puertas. No se lo pensó. Se fue a Madrid a formarse con una sombrerera de renombre y ahora se dedica a elaborar tocados de alta costura. Su primera experiencia emprendedora no salió bien. «Abrí un pequeño Atelier en Cambados con otra socia y las cosas de dos no siempre funcionan», explica. Así que ahora ha vuelto a empezar. Hats by Araceli Carro es su marca. «Estoy un poco buscando por donde puedo empezar a despuntar», añade. Una historia similar tiene María Oubiña, que encontró su oportunidad en el taller de hostelería que imparte la mancomunidad. Allí llegó también después de que la empresa en la que trabajaba cerrara sus puertas. «Me tuve que buscar la vida», narra. Hace dos años y medio abrió su propio bar, Velvet. Se especializó en cócteles «y estoy muy contenta», explica.

De la cosmética a los jeques

De reinventarse sabe también Rita. Ella se dedicaba al mundo de la cosmética hasta que una neumonía le obligó a dejarlo. Se lanzó entonces al emprendimiento, con un proyecto para hacer una cosmética a base de albariño. Tampoco salió bien. «Creo que hay interés, pero por ahora lo tengo aparcado», asegura. Y decidió entonces ocuparse de la bodega familiar. Allí se encontró con que los distribuidores no valoraban adecuadamente su producto. «Mi vino no puedo venderlo por 2,5 euros», cuenta. Así que volvió a darle una vuelta a su idea inicial. Y se inventó las botellas joya. La llamaron de la Asociación Española del Lujo y hoy va como invitada a decenas de actos benéficos en todo el mundo. «No vendo las botellas joya, las dono para causa benéficas», explica. Y eso le permite hacer una gran publicidad gratuita para su albariño. Aunque también está trabajando para conseguir clientes para su vino más selecto. En Emiratos Árabes y Rusia. «Estoy intentando conquistar a un jeque, pero es complicado», bromea. La última en presentar su experiencia es Mayte, una cambadesa que dejó el mundo del mar para montar una casa de turismo rural cuyos clientes valoran muy positivamente.

Y tras las presentaciones de rigor, comienza el intercambio de experiencias. Porque de eso va esto, de saber cómo hacen las demás. «Tienes que buscar algo que te diferencie de lo que ya hay», explica Rita. Todas asienten. Ahí radica una parte de su éxito. La otra, en la calidad y cariño que le ponen a su trabajo. «Mis cócteles los hago con frutas naturales y me paro a decorarlos», añade María. «Pues yo cultivo una menta chocolate que le irían muy bien», explica la otra María. Y para probarla quedan. Seguro que de ahí sale una gran alianza comercial.