El cambadés que toca el serpentón triunfa en Barcelona

Bea Costa
Bea Costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

Cedido

Lo suyo era y sigue siendo el bombardino, pero su curiosidad le llevó a explorar sonidos de otros tiempos

21 ene 2018 . Actualizado a las 20:13 h.

Pablo Dopazo toca el serpentón y el ophicleide. La pregunta es previsible: ¿Qué son? y, por supuesto, no somos los primeros ni los últimos que la hacemos. Y es que, además de música, a este cambadés le toca hacer mucha didáctica. Se trata de instrumentos de música antigua, aclara, en los que se ha convertido en todo un experto. Cuando con poco más de diez años empezó en la Banda de Castrelo no pensaba que su vida transcurriría entre acordes y notas, pero el bombardino lo conquistó y ya nunca lo abandonó. Sus otros amores con el metal y el viento llegaron después.

Actualmente trabaja como profesor de bombardino en el conservatorio municipal de Cambados, faceta que compatibiliza con la de intérprete sobre los escenarios. Su currículo se nutre de conciertos y máster class por toda España y parte de Europa, y ayer se enfrentó a un nuevo hito en su carrera con su primer concierto como solista -hasta ahora siempre había actuado con grupos y orquestas-. Para la ocasión tocó un serpentón Homs original del siglo XIX ante el auditorio del Museo de la música de Barcelona

Han sido días de ensayos intensos porque, aunque Pablo Dopazo está bregado en el manejo de este instrumento, cuando tiene por delante una actuación siempre se prepara a conciencia, a razón de dos o tres horas al día. «Es parecido al bombardino, pero es muy distinto a la hora de tocarlo porque en vez de pistones tiene agujeros, como una flauta», explica. En un par de meses tendrá que volver a pisar el acelerador porque en abril tiene otra actuación en Valladolid, y a partir de ahí, lo que surja.

La música antigua está de moda y eso ha contribuido a que su especialidad sea cada vez más demandada. «Grupos de música antigua hay muchos pero con serpentón, muy pocos. En los repertorios hay, sobre todo, tecla, cuerda, flautas de pico y oboes barrocos, pero partituras para serpentones, casi nada», señala. Según sus cálculos, en España habrá, como mucho, una veintena de serpentonistas, lo que los convierte en unos frikis -el término lo acuña el propio Dopazo-, codiciados por bandas y orquestas sinfónicas de toda Europa. Es un mundo muy selecto -la meca está en Francia, Suiza y Alemania-, que bebe de Internet y de las subastas. Así ha conseguido Dopazo su tesoro: un serpentón, un ophicleide original de 1840 y varios bombardinos de principios del siglo XX. El precio de estas piezas ronda entre los dos mil y tres mil euros, pero el abanico es muy amplio en función de la antigüedad y el estado de conservación. El instrumento con forma de serpiente puede alcanzar los diez mil euros.

En la Francia de hace tres siglos «en cada catedral había un serpentón, pero a finales del XIX se fue perdiendo; ahora vuelve a haber una época dorada», señala. Como docente que es, a Pablo Dopazo le gustaría que la música y los instrumentos antiguos estuvieran más presentes en los conservatorios de Galicia. Todavía falta mucho camino por recorrer, aunque con ejemplos como el suyo, los serpentones ya nos suenan menos raros.