De la pionera escuela del convento a las primeras clases mixtas de niños y niñas

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

Martina Miser

Antonio Magariños nieto trabaja en un libro en el recopila un siglo de historia de la educación básica en el pueblo

15 abr 2023 . Actualizado a las 17:33 h.

El colegio Antonio Magariños Pastoriza (Cambados) cumplió este año medio siglo, una de esas efemérides redondas propicias para echar la vista atrás y hacer un poco de historia. En esa tarea está enfrascado Antonio Magariños Compaired, nieto del profesor que da nombre a este centro escolar, quien lleva dos años recopilando documentación y testimonios con el fin de editar un libro que verá la luz a principios de 2018. Pero Magariños ha querido ir más allá, un siglo antes, a aquel colegio del convento que fue el germen de todo.

Los cambadeses de más de sesenta años se acuerdan perfectamente de aquellas clases que se impartían encima de la sacristía de la iglesia parroquial, solo para chicos, en las que convivían los más pequeños, que empezaban a descubrir las letras y los números, con los mayores, que aprendían aritmética, gramática, geografía...

El colegio del convento tuvo una larga trayectoria. Sus inicios se datan entre 1935 y 1938 como escuela unitaria y en 1911 pasó a ser graduada. En 1936, siendo alcalde Manuel Silva Losada, se hablaba ya en Cambados de la necesidad de construir un nuevo colegio en los terrenos de la marquesa de Figueroa, pero doña Valvanera no los cedió entonces, de modo que hubo que esperar a que falleciera para poder disponer de una parcela que, según figuraba en su testamento, legaba a los pobres. Parece que el alcalde Joaquín Fole no tuvo fácil poder disponer de estos terrenos para fines educativos porque entre las fuerzas vivas -el cura y el juez- no había consenso al respecto, según desvela el autor de libro. Por fin, en 1967, aquel viejo proyecto cobró forma dando así continuidad al sueño de Magariños de implantar en Cambados la enseñanza graduada.

Este maestro natural de Negreira llegó a la localidad con dieciocho años para dar clase en el convento, y ya nunca se marchó; y fue tal la impronta que dejó en el pueblo que pocos dudaban de que el nuevo colegio debería llevar su nombre. Había un escollo. El alcalde de la época, Andrés Iglesias, prefería llamarlo Ramón Cabanillas -nombre que después adoptaría el instituto-, pero la junta municipal de instrucción pública se decantó por bautizarlo como Antonio Magariños Pastoriza. Era un hombre muy querido por los cambadeses, como quedó patente en el homenaje que se le brindó poco después de jubilarse, cuando lo nombraron hijo adoptivo de Cambados y en su entierro (1955), al que acudió una multitud y destacados personajes de la vida pública, con Banda de Castrelo incluida. Su memoria permanece viva a través del colegio, en cuya fachada luce una placa con su nombre esculpida por el que fuera su alumno, Francisco Asorey.

«No es tanto una historia rigurosa como un trabajo para evitar que se pierdan datos y testimonios», explica el autor. Su principal fuente para documentarse es el archivo municipal de Cambados, pero también bebe de «los papeles de mi padre» -que, como su abuelo, ejerció de profesor en Cambados-, de noticias de prensa de aquellos años, de un trabajo inédito de Hernando Martínez, de los testimonios de antiguos alumnos del convento y del conocimiento de Xoán Antonio Pillado Silvoso.

Clemencio Fernández Pulido y una docena de maestros iniciaron el camino en 1967

Antonio Magariños Compaired, aunque se fue con 18 años a Madrid, se siente muy ligado a Cambados. Ahora, ya jubilado de su trabajo como maestro y bibliotecario, vuelve con frecuencia a su tierra natal, donde apura los últimos retoques de esta publicación. Su trabajo desatará muchas nostalgias y muchos recuerdos entre los cambadeses de más edad y servirá para desvelar a los más jóvenes esa parte de la vida de sus padres y de sus abuelos que les es tan ajena.

La presentación del libro será uno de los actos centrales de la conmemoración del cincuenta aniversario del colegio Antonio Magariños, que culminará antes de fin de curso y que deparará, también, la edición y proyección de un vídeo sobre la historia del centro, una exposición de fotografías y otras actividades en la que se implicará a alumnos y exalumnos.

Nada que ver el colegio del siglo XXI con el que abrió sus puertas en 1967. Bajo la dirección de Clemencio Fernández Pulido, una docena de maestros y maestras estrenaban una escuela en la que niños y niñas todavía recibían clase por separado. Habría que esperar todavía unos años, con el inicio de la EGB, para que se convirtiera en una escuela mixta de verdad, es decir, con niños y niñas compartiendo aula, lo cual supuso una pequeña revolución en los esquemas sociales del momento.

Los chavales siempre habían ido a la escuela al convento o a la que después se abrió en la cofradía de pescadores; las niñas se distribuían en tres sedes, en Fefiñáns, Cambados y San Tomé.

Con el Magariños Pastoriza llegó la modernidad y no tardó en quedarse pequeño. Pronto hubo que pensar en hacer otro colegio en el pueblo. El de San Tomé abrió sus puertas en 1977, pero esa es otra historia.