Rancaño cifra en una veintena las patrullas que recorren al día O Salnés y el Ulla-Umia

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

CAMBADOS

Martina Miser

El capitán jefe de la Compañía de Vilagarcía vivió su última fiesta de la patrona, ya que se retirará en verano

13 oct 2017 . Actualizado a las 10:32 h.

Como cada 12 de octubre, la Guardia Civil se vistió ayer de gala para celebrar en Vilagarcía el día de su patrona. El acto tenía un cariz especial para José María Rancaño, ya que el capitán jefe de la Compañía de Vilagarcía se jubilará el próximo verano, con 45 años de servicio cumplidos. El militar, con el pecho lleno de insignias, afirma que encara la recta final de su campaña vital con la sensación del deber cumplido: primero en el País Vasco, donde pasó veinte años, y luego en Galicia, «dando respuesta y apoyando a la gente con sus problemas diarios» y haciéndolo, muchas veces, con muy pocos medios.

Basta como muestra el estado de deterioro en el que se encuentra el cuartel de la Guardia Civil de Vilagarcía. «¿Qué puedo decir sobre el cuartel? Que está pendiente de que venga el dinero, y mientras no llegue el dinero nada podemos hacer más que unos pequeños retoques de mantenimiento para ir aguantando como podemos, y poco más».

El cuartel deja mucho que desear, y las quejas por falta de agentes suelen aflorar con cierta frecuencia. Sin embargo, a ese respecto, José María Rancaño no se queja. «De plantilla, estamos en una zona que está bastante bien de personal, no tengo escaseces...», dice. Él está al frente de una zona amplia: los diecisiete municipios que suman O Salnés y Ulla-Umia, a los que se une Barro. «Llegamos a Padrón por un lado y a Campolameiro por el otro», señala. Desde hace algún tiempo, la Guardia Civil ha reordenado sus efectivos mediante grupos operativos que «funcionan muy bien». De hecho, según los datos que ayer ofreció, «la delincuencia en nuestra zona hemos conseguido rebajarla. Estamos un 2,5 % por debajo del año pasado y eso es muy positivo».

Mejorar tiempos de respuesta

La reestructuración del servicio hace que muchos cuarteles, el de Vilagarcía entre ellos, estén cerrados por las tardes. «Si Vilagarcía tuviera capacidad para funcionar con doce hombres en tres turnos diarios... Pero no los tiene, ya no los tenía antes». «Entonces, ¿qué hacemos?. Unificamos la gente de varios cuarteles en un solo núcleo. Por ejemplo aquí Vilagarcía, Caldas, Cuntis y Valga; Cambados está por otro; y Sanxenxo y O Grove». Eso permite alcanzar el objetivo de «tener siempre patrullas en la calle que den respuesta al ciudadano».

Según José María Rancaño, una media que ronda entre los 18 y los 25 equipos al día». Eso ha permitido reducir los tiempos de espera. «Antes si había una llamada de Valga y la patrulla estaba en A Illa, podía tardar cuarenta minutos. Ahora, si llaman de A Illa y la patrulla está en Valga, tenemos la de Cambados al lado», dice Rancaño, que prefiere tener a su gente en movimiento que haciendo guardia en la oficina. «Si es algo urgente, se deriva a la gente a los cuarteles que están abiertos. De esta forma, los medio se optimizan, los tiempos de respuesta mejoran». ¿Cuánto? Es difícil precisar, dice Rancaño. Y es que son muchos los factores, señala, que pueden influir.

Un día del Pilar de actos solemnes y poca fiesta

El de ayer fue un día de celebración contenida. La crisis que se está viendo en Cataluña llevó a la Guardia Civil a reducir la fiesta de su patrona a los actos castrenses y a una misa solemne en la que los agentes, vestidos de gala, estuvieron acompañados por familiares y amigos. Se tomó la decisión de hacer las cosas así, dijo Rancaño, «un poquito en solidaridad y como muestra de pesar por lo que está ocurriendo, con tantos españoles pasándolo mal». Solidaridad, también, con los compañeros que fueron desplazados a Cataluña y que, en algunos casos, ya han regresado a sus casas.

Los desplazados

De la provincia de Pontevedra salió un grupo integrado por once agentes de cuarteles de Cambados, Sanxenxo, O Grove, Lalín o A Estrada. Se habían ido el 27 de septiembre y regresaron el pasado martes. Según relatan algunos integrantes de esta expedición, su destino fue la provincia de Lérida, donde realizaron tareas de protección de acuartelamientos. «Los primeros días nos instalaron en un hotel, pero luego nos mandaron para una academia». Recuerdan que, cuando llegaron, «nos recibieron con caceroladas», y afirman que los primeros días, al paso de sus coches oían silbidos e insultos. Pese a ello, destacan que su estancia se vio libre de tensiones. «La verdad es que fue todo bastante tranquilo», narra uno de los agentes desplazados.

Hasta el punto, dice, que las caceroladas y los gestos de desagrado que se encontraban a su paso se fueron tornando en todo lo contrario a medida que pasaban los días.