Un sueño cumplido en la aldea de su niñez

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

Mónica irago

La Fundación Manolo Paz tiene su sede en un parque escultórico único en Galicia, que fusiona arte y naturaleza

07 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Su destino era ser matarife pero él se empeñó en cambiarlo, y lo consiguió. De pequeño ya sacrificaba vacas y cerdos en la carnicería de sus padres y trabajaba en las fincas pero, cuando nadie le veía, «en vez de cavar no millor poñíame a facer as miñas cousas». Armado con la navaja, el puntero o solo con sus manos a Manolo Paz ya le tiraba aquello de sacar formas al barro, a las piedras y a los palos. Pero en casa no veían claro eso de que el chaval «perdera o tempo» con artistadas -aunque su madre acabó estando «moi orgullosa» de él- de modo que se buscó la vida hasta que pudo dedicarse a lo que le gustaba: la escultura.

A los 17 años se embarcó en altura, nada menos que para pescar en el Gran Sol, «pero aquilo non resultou ben». Después vino la mili y, quién lo iba a pensar, entre guardia y guardia sacó tiempo para instruirse en el arte de las formas y volúmenes haciéndoles bustos a los reclutas. De vuelta a casa había que buscar dinero para estudiar y se volvió a enrolar, esta vez en aguas más próximas, en el Begoña II pescando sardina y jurel hasta que logró, por fin, matricularse en la Escola de Arte Mestre Mateo de Santiago.

En la década de los ochenta dio clase en la Escola de Canteiros de Poio pero con el tiempo acabó volcándose plenamente en su taller y en el arte que alimenta su cuerpo y su alma.

Sus esculturas pueblan plazas y calles de Estados Unidos, Japón, Alemania, Bélgica... Manolo Paz se ha convertido en un referente de la escultura contemporánea y ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su trayectoria. Desde ser nombrado miembro de la Real Academia Galega hasta cabaleiro do Albariño pasando por el Premio da Cultura y el Ramón Cabanillas que le concedieron en su Cambados natal. Pero le quedaba una espinita clavada. Crear un espacio propio en el que trabajar y exponer sus obras, integradas en el paisaje, y qué mejor paisaje que el Quintáns (Castrelo) que le vio nacer. A la finca que heredó de sus padres sumó otras cuarenta pequeñas hasta completar los 20.000 metros cuadrados que ocupa la que ha dado en llamar Fundación Manolo Paz. «É un soño feito realidade», apunta. Es un espacio único en Galicia que sigue la estela del parque de Chillida en el País Vasco o de Montenmedio en Cádiz. Es también un museo en el que Paz reúne docenas de obras hechas desde los años setenta hasta la actualidad, en las que el granito, el hierro y el hormigón comulgan con el verde y azul que deja la desembocadura del río Umia en la ría de Arousa.

Ahora hay más carreteras y más viñedos «pero non hai bosteiras», lamenta Manolo en un gallego con seseo del que no reniega. Añora los olores de su infancia, aunque no evoquen a rosas precisamente, y aquella aldea sana y llena de vida en la que «agora non hai vacas nin hai marisco por culpa das augas». Quería conocer otras tierras y las conoció. «Indo polo mundo adiante aprendes a valorar máis o que tes aquí». Y así supo que Quintáns acabaría siendo su refugio vital y artístico.

 Las jornadas

«A filosofía da fundación é enfocar a arte polo respecto á natureza, hai que deixarlle algo aos nosos netos», dice Paz. Y con esta filosofía ha organizado las primeras «Xornadas da Fundación Manolo Paz» que se celebran viernes y sábado en Castrelo (Cambados). Artistas y arquitectos como Álvaro Negro, Luis Gil Pita, Aurora Armental y Stefano Ciurlo hablarán sobre los viajes de la arquitectura a la naturaleza y de «paisajes interiores» y también habrá ocasión de hacer una ruta por la desembocadura del Umia, catar unos Rías Baixas y escuchar el jazz de Paco Charlín. La Fundación Manolo Paz entregará un premio al exalcalde de Santiago, Xerardo Estévez, por su capacidad para integrar modernidad y tradición y haber hecho de Santiago «unha cidade para o futuro».