La tienda de los náuticos rojos y la de Cándido dejan huérfana a su clientela

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

En apenas 50 metros echan el cierre dos negocios históricos, uno con un siglo detrás y otro que abrió hace 35 años

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

José Costa se quedó de piedra cuando ayer supo que su peluquería de toda la vida va a cerrar. Allí iba siendo niño, cuando el dueño era Pepe Ferreiro, y allí sigue cortándose el pelo a sus 85 años, ahora como cliente de los nietos del fundador. No es el único que reacciona con pesar cuando se entera de la noticia. «Hai moita xente que leva un desgusto cando se entera», cuentan sus propietarios.

Los hermanos Fariña son la tercera generación de una familia de peluqueros y barberos que han peinado y afeitado a miles de hombres, la mayoría de Cambados pero también de otros municipios de la comarca. «Veñen fillos e netos de clientes», cuentan. El testigo de Pepe O Ferreiro lo cogió su hijo, Cándido Fariña, quien durante años se encargó del negocio en la rúa do Rollo, y tal fue su impronta que todavía hoy es mucha la gente que sigue hablando de la peluquería de Cándido, aunque él ya no está.

Un sencillo cartel colocado en la pared anuncia que el establecimiento cerrará el 1 de marzo. A partir de ese momento, quienes todavía gustan de afeitarse a la navaja tendrán que ponerse en otras manos.

El templo del estilo

Para entonces también se bajará definitivamente la reja de Zapatos Lara, situada en la plaza Ramón Cabanillas, a pocos metros de allí. La tienda de Lola Blanco no tiene tanto recorrido en el tiempo pero sí muchas historias detrás, fruto de 35 años de atención al público. Como la de Fariña, Lara también deja huérfanos a muchos de sus clientes.

«Desde que se supo que cerramos hay muchas clientas que tienen un disgusto enorme y me preguntan ¿adónde voy a ir ahora a comprar los zapatos?, cuenta. Y es que Lola conoce tan bien a sus clientes que hasta calcula a ojo la horma de cada pie. «Tenemos clientela muy fiel, que viene desde el principio. De Cambados, de Pontevedra, de Vigo, de Sanxenxo... y hasta de Madrid. Había un señor que venía todos los años al Parador y siempre venía a comprar». A sus 66 años toca jubilarse, pero no porque esté cansada. Lola cierra porque la tienda necesita renovarse y reciclarse en materia de nuevas tecnologías, y en esta etapa de su vida no se plantea dar semejante salto. Pero eso no significa que vaya a tumbarse en un sofá a ver pasar el tiempo.

No hay más que charlar un rato con ella para darse cuenta de que es una mujer dinámica y con iniciativa, así que, a falta de Zapatos Lara, le queda el hotel y el restaurante de la familia para poner en práctica todas esas ideas que le rondan por la cabeza sobre cambios de decoración y nuevos proyectos. Porque si los zapatos le gustan, la decoración y el estilismo no le quedan a la zaga. Los escaparates de Lara son famosos por su originalidad. Pese a disponer de poco espacio, quien asomó a sus cristales pudo ver desde un paisaje nevado hasta un jardín de flores, y aquella tienda que nació en blanco pasó ya por el naranja y otros tonos.

La escuela de Miguel Prego

«A mí la tienda me dio la vida para no coger una depresión», cuenta recordando los problemas de salud que la apartaron durante un tiempo del negocio. «Y aquí detrás, en la trastienda, crie a mis hijos, y ahora vienen mis nietos», relata. «Tuve mis momentos duros, por supuesto, pero más que un trabajo, para mí fue una satisfacción».

Lola Blanco se metió a empresaria tras haber pasado por la escuela de Miguel Prego. «La de Miguelito era como un Corte Inglés, allí podías comprar de todo. Empecé a los quince años con Miguel y Pili, que fueron unos jefes estupendos, y después, como me gustaban los zapatos, monté mi propia tienda». Entonces solo vendían este tipo de género en Cambados Froján y Losada y ella irrumpió con un nuevo estilo. «Siempre me arriesgué y hasta trabajé zapato de alta costura. Todo el mundo vendía los básicos negros y azules y nosotras trajimos zapatos de colores. Muchos hombres eran reacios, pero acabaron poniéndose nuestros famosos náuticos rojos».

Tantos años dan para muchas anécdotas, como la de aquel «señor ruso enorme que apareció pidiendo zapatos del 44 y 45 y se llevó doce pares», recuerda Maricarmen, la hermana de la dueña y segunda alma del negocio.

La tienda tomó su nombre de Lara, la hija de Lola, pero con el paso de los años la madre acabó siendo también Lara para muchos «y yo ya contesto por ese nombre». Y Lara seguirá.

Crónica adiós a la Peluquería Fariña y Zapatos Lara (CAMBADOS)