Un paseo virtual por la conserva del siglo pasado

Bea Costa
bea costa A ILLA / LA VOZ

A ILLA DE AROUSA

MARTINA MISER

La antigua fábrica de Goday en A Illa permite descubrir los albores de esta industria en Galicia

26 mar 2019 . Actualizado a las 21:17 h.

Entrar en el Centro de Interpretación da Conserva de A Illa de Arousa permite hacer un viaje en el tiempo. Ahora más que nunca, gracias a las últimas tecnologías, que hacen posible ver la fábrica tal y como era hace un siglo mediante el uso de gafas de realidad aumentada. A partir de abril, el visitante podrá pasear entre mesados, cajas de madera, latas, sertidoras (envasadora automatizada), tabais (cestos)... que en manos de las mujeres isleñas componían el universo de la conservera Goday. Y podrán elegir idioma: en español, inglés, gallego y en el «ghallegho da Arousa», al que le da voz el actor Carlos Blanco.

La fábrica toma el nombre de su fundador, Juan Goday Gual, que, como hicieron otros emprendedores catalanes en el siglo XIX, se instalaron en Galicia para trabajar, primero la salazón del pescado, y después, la conserva.

En 1879 abrió su primera fábrica, y tras un viaje a Francia, donde conoció el llamado «método Nantes» -que consistía en freír la sardina antes de ser enlatada y esterilizada- da el salto a la conserva, poniendo la semilla de la industrialización de este sector en Galicia. La planta fue visitada en 1881 por el rey Alfonso XII y Goday acabaría convirtiéndose en proveedor real. Estuvo abierta hasta mediados del siglo XX y fue uno los referentes en la ría. Solo en A Illa llegó a haber una decena de fábricas. Hoy resiste una.

La conserveras marcaron el ritmo de la vida en este enclave aislado del resto del territorio dado su carácter insular -el puente no llegaría hasta 1985-. En cuanto el Herminia -el barco de Goday- arribaba al muelle de Pau, una estruendosa sirena empezaba a sonar y las «avisadoras» recorrían las casas anunciando que había faena por delante. Los marineros descargaban el pescado, primero a través de un sistema de vías, después con cajones de medida, y lo llevaban a los pilones, donde las manos expertas de las mujeres lo limpiaban. A continuación lo colocaban en las parrillas, lo cocían, lo empacaban en las latas y lo rociaban con aceite en unos mesados de zinc que se han podido conservar hasta hoy.

El museo recrea todo aquel proceso mediante fotografías, pantallas táctiles y la exposición de materiales de la época, muchos de ellos originales, como es el caso de la máquina de vapor importada de Birmingham que se utilizaba para alimentar a la fábrica de luz y de energía para mover las máquinas. Otras piezas se perdieron, pero las cesiones realizadas por el Museo do Mar y Anfaco hicieron posible recrear los primeros pasos de aquella industria. Para lo que no se ha encontrado repuesto es para las autoclaves, ni para la Cachonda, nombre con el que los isleños bautizaron a la furgoneta que Goday utilizaba para transportar la mercancía, y que, por ser el único vehículo a motor que había en el pueblo en aquel tiempo, provocaba olas de expectación a su paso. Lo que sí se podrán recuperar son los antiguos pilones de la salazón y la casa de los Goday, espacio que está siendo actualmente objeto de rehabilitación y que el año próximo se espera que esté disponible para completar el espacio museístico e instalar allí una biblioteca municipal en condiciones.

Además de por su historia, este conjunto también tiene un notable valor arquitectónico. Su estilo modernista queda a la vista en las fachadas y en el interior de la fábrica, erigida sobre columnas de hierro con filigranas que han sobrevivido al paso del tiempo.