Lavaderos de A Illa: un patrimonio que sigue vivo en piedra y en la memoria

Bea Costa
bea Costa A ILLA / LA VOZ

A ILLA DE AROUSA

MONICA IRAGO

La llegada de la traída de aguas al municipio, hace veinticinco años, provocó que estos elementos cayesen en desuso y en la ruina

20 ene 2018 . Actualizado a las 12:05 h.

Solo uno de los tres lavaderos que había en A Illa están en uso. En el de Palmeira todavía lavan porque es el único que tiene agua. Si los otros la mantuvieran, seguro que también habría quien acudiría a ellos a lavar alfombras y esas prendas que es complicado meter en la lavadora. Pero la seguridad y la operatividad mandan. El pozo de A Abilleira representaba un peligro y el Concello optó por cerrarlo para evitar riesgos. Pero esto no significa que este ejemplo de la cultura popular cayese en el olvido, al contrario.

Actualmente se están ejecutando allí obras de restauración que dejan a la vista y en buen estado las piedras de los antiguos pilones sobre las que las manos de tantas mujeres restregaron la ropa durante años. Donde antes corría el agua, se ha colocado un enlosado de piedra y se ha ganado un espacio público para disfrutar de la tranquilidad y los días de sol. Incluso hay quien ha utilizado sus piedras para estampar un mensaje de amor, con corazón incluido. «Aquí lavaba antes toda A Illa, incluso viña xente a buscar auga para beber», comenta un vecino de la zona.

Los lavaderos eran lugares de trabajo, por supuesto, pero también un sitio de socialización. Los hombres iban al bar y las mujeres aprovechaban el momento de hacer la colada para encontrarse con las vecinas y echar una parrafada. «Era onde se contaban os contos», explica Manuela Ferro. Ella al de A Abilleira no iba. Primero lavaba en el de Palmeira y más tarde, cuando se casó, en el de As Laxes, adonde acudía casi a diario hasta que llegó la traída de aguas y, con ella, la primera lavadora, de esto hace veinticinco años. «A lavadora quitou moito traballo, logo eu xa só viña a lavar os rodos e cousas así. Traballaba nunha conserveira e non quedaba tempo para nada, foi un cambio moi grande», comenta la mujer.

Chicho también tiene recuerdos de los viejos pilones, aunque por distinto motivo. Los críos como él jugaban en ellos y más de una vez aprovechaban el agua dulce para sacarse la salitre de la playa. «Chegabas e metíaste dentro da auga, que estaba quentiña de estar ao sol todo o día», relata. Eran tardes de chapoteos y de clareo, porque estos espacios, además de para lavar, se usaban también para extender la ropa al sol.

Con el estado del bienestar, que trajo el agua corriente y los electrodomésticos, los lavaderos cayeron en desuso, aunque todavía es posible encontrar a algunas mujeres, sobre todo mayores, doblando el espinazo sobre el agua. No obstante, gozan de mejores condiciones que sus abuelas. En el de Palmeira ya no llueve sobre las cabezas ni hay que mojarse los pies. El lavadero fue restaurado hace diez años y tanto la techumbre como el pavimento están impecables.