«No hubo otro verano en el que llamásemos tanto a la ambulancia»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

A ILLA DE AROUSA

Socorristas de distintas playas de Pontevedra y Arousa alertan del alto número de golpes de calor que atienden

09 ago 2016 . Actualizado a las 13:33 h.

Cuando uno se convierte en socorrista en una playa gallega sabe que, aunque tendrá que sudar la camiseta buena parte del verano, habrá días de tregua. La lluvia o el cielo «sempre gris» al que canta desde siempre Siniestro Total eran los encargados de regalar jornadas relajadas a los vigilantes. Pero este año nada es como siempre fue. «No paramos, es que no paramos un minuto», dicen los hombres y mujeres de naranja que están a pie de litoral en Bueu, Marín, Poio, Sanxenxo, O Grove, A Illa o Vilagarcía. Todos insisten en que el aluvión de bañistas es enorme. Y que no cesó ni siquiera un día que llovió por la mañana. «Como no hacía frío, unas horas después de llover ya había gente en la playa», señalan desde el término sanxenxino. ¿Qué atenciones hacen? De todo un poco. Pero este año se nota la canícula. La frase de Santi Santiago, coordinador de los vigilantes de O Grove, no podría ser más elocuente: «No hubo otro verano en el que llamásemos tanto a la ambulancia, y todo por los golpes de calor. Es asombroso».

Las estadísticas no están cerradas, ni mucho menos. Tendrá que pasar el verano para que los socorristas cuenten los rescates, las lipotimias y demás. Pero todos tienen en su cabeza ya las historias a las que se van enfrentando día a día. Víctor Lorán coordina a los sesenta socorristas de Sanxenxo lleva trece años trabajando en las playas sanxenxinas. Y también está sorprendido por la necesidad de llamar a la ambulancia de forma continua -llevan al menos 25 lipotimias-. Cuenta que a veces se piensa que los golpes de calor solo afectan a mayores y niños, y que no es cierto: «Tuvimos por ejemplo a un chaval de 18 años que tenía muchísima sudoración y se mareaba, tuvo que se atendido». Víctor relata otro episodio: «Tuvimos un caso de un golpe de calor en un sitio de difícil acceso, en unas rocas en Montalvo. Hubo que ir con el barco, fue difícil lograr hacer el traslado a la ambulancia», explica él.

Un domingo de locura

Las historias que cuenta Víctor no le son ajenas al grovense Santi Santiago. Él se encarga de coordinar a los vigilantes de O Grove. Y está asombrado con el verano de lipotimias que se está viviendo. Empieza hablando de este último domingo: «Tuvimos seis casos, y cuatro personas estaban muy afectadas. Es algo increíble. Los síntomas son graves, desde personas que se marean a quienes tienen la tensión por los suelos, apenas pueden respirar o están muy mal de pulsaciones», advierte. Anteayer, todos estos casos se dieron en A Lanzada. Santi indica que casi siempre hace falta llamar a la ambulancia, que los cuadros son tan agudos que no se solventan a pie de playa. Y lamenta que los bañistas no les hagan demasiado caso a sus recomendaciones: «Hay mucha gente que insiste en estar al sol a horas totalmente inadecuadas, y aunque veas venir que se va a poner mal no se aparta del sol». Santi, en realidad, tiene aún más quejas de la falta de concienciación de algunos veraneantes. Razón no le falta. Al menos, en cuanto a la anécdota que cuenta. Resulta que una de las casetas de vigilancia está al lado de un chorro para lavar los pies en el que suele haber cola. Y que si están atendiendo a algún herido y necesitan remojar algún utensilio médico, una pinza o similar, utilizan esa fuente. Pues se topan con este panorama: «Hay quien protesta, que dice que tenemos que guardar la fila. Ahora ya encargamos un cartel que ponga que tenemos prioridad», reprocha el vigilante grovense.

La terquedad de algunos bañistas tampoco pasa desapercibida en otros municipios. A veces el problema son las imprudencias o simplemente el exceso de confianza. Por ejemplo, contaba Yosua, responsable de los socorristas de Poio, que necesitó atención médica una persona que estaba saltando al agua en el muelle de Raxó, le cayó encima otra y acabó resintiéndose de la columna. Yosua indica que, en el caso de las playas de Poio, no tuvieron golpes de calor. Pero tampoco estuvieron quietos. Las fanecas están haciendo el agosto en Raxó, donde van unas 68 picaduras. «Parece que andan bravas», dice.

Desde O Morrazo, concretamente desde Bueu, también hablan de un verano de ajetreo. Lo cuenta Alberto Camino, el coordinador de los vigilantes buenenses: «A lo largo del verano siempre hay algún día de calma. Pero en este caso de momento nada. Tuvimos desde un chaval que se mareó a dos lipotimias. Y algunos rescates». Y es que, aunque casi todas las playas son como piscinas, casi sin oleaje, hubo que sacar del mar a cuatro niños que se bañaban en una zona de rocas y no eran capaces de llegar a tierra. Este caso podría encajar en las anécdotas que va dejando el verano a pie de playa.

En Sanxenxo hubo hasta un peligroso choque entre dos motos de agua que pudo acabar en tragedia y finalmente se quedó en un susto. También se sacó del mar a un hombre que presuntamente estaba bajo los efectos del alcohol cuando se tiró al agua. En O Grove, anteayer mismo, la resaca pilló desprevenido a un varón al que otras personas intentaron rescatar. Finalmente, la lancha de los socorristas fue quien le acabó trayendo a tierra. «Es increíble la cantidad de gente y atenciones que hay», se le escucha a un socorrista tras otro. Y así seguirá mientras en el cielo siga mandando Lorenzo.

Una mujer de 70 años que nadó hasta las boyas protagonizó un rescate en A Illa

En A Illa, tanto en Area da Secada como en O Bao, las dos playas con socorristas, también hablan de golpes de calor. Por ejemplo, en uno de los arenales cuentan el caso de un chaval que se mareó primero en la toalla, siguió al sol y cuando quiso ir al mar cayó sobre la arena. «Estuvo inconsciente uns segundos. Despois, afortunadamente, volveu en si», indica Luciano, socorrista en Area da Secada. En esta playa, hubo también un rescate un tanto llamativo. Una septuagenaria y una amiga fueron nadando hasta las boyas -una distancia considerable-, luego siguieron hacia la zona del faro, y cuando quisieron regresar a una de ellas le fallaron las fuerzas. «Tenía una hipotermia considerable, y la tuvimos que rescatar», indican.

En O Bao las cosas están algo más tranquilas, al menos en cuanto a rescates. Eso sí, David, uno de los socorristas, indicaba ayer que está llegando un buen número de personas de las playas del parque natural con una especie de urticaria. Se presume que les picaron las medusas.