La generación 3.0 marca el ritmo a los veteranos

Bea Costa
bea costa VILANOVA / ILLA / LA VOZ

A ILLA DE AROUSA

monica ferreiros

Los adolescentes dicen que no pueden vivir sin el móvil mientras sus abuelos tratan de adaptarse a él

25 feb 2016 . Actualizado a las 12:22 h.

Manuel Rey tiene 56 años y sigue atentamente la clase de manejo de WhatsApp y Skype que se ofrece por videoconferencia en el aula de nuevas tecnologías CeMit de Vilanova. Tuvo su primer teléfono móvil hace 25 años, «cando pesaban e só se usaban para chamar». Ahora tiene un móvil de pantalla táctil que le permite otras muchas aplicaciones y al que quiere sacar el máximo rendimiento. Con curiosidad y esfuerzo ha ido salvando la brecha digital y se va manejando a la hora de mandar un WhatsApp o un correo electrónico, pero sabe que el tren de la tecnología es de alta velocidad, y no quiere perderlo. «A miña neta de tres anos non sabe ler pero xa colle o teléfono», dice. Su ejemplo es paradigmático.

A saber qué soportes utilizará la pequeña dentro de una década, cuando llegue al instituto. De momento, entre los chavales de quince y dieciséis años el rey absoluto es el smartphone, seguido de las tabletas y de los ordenadores. «É que sen móbil non podes facer nada, ¿como vas quedar cos amigos?», se pregunta Jennifer, una alumna de cuarto B del instituto de A Illa de Arousa. Sus compañeros asienten. De su clase, ella fue la más precoz en tener móvil, a los ocho años. El más tardío, Manuel, a los quince, porque en casa eran reacios a dejar en sus manos un aparato que puede resultar absorbente. ¿Dónde está el límite? Las respuestas a esta pregunta son tan diversas como puntos de vista hay sobre el tema.

Con el fin de que los chavales formen su propio criterio, Diego Parajó acudió esta semana a A Illa para impartir una charla bajo el título «uso y abuso de las redes sociales». A Diego ya lo conocían gracias al plan de educación para la salud que desarrolla el Concello desde hace años. Este programa no solo aborda la prevención del consumo de drogas, que también. El acoso escolar y el consumo de tecnología han pasado a ser otros aspectos que preocupan a los padres y que pueden llegar a constituir un problema para los chicos.

La información es crucial y los chicos la agradecen, pero Diego no cree que haya que obsesionarse. A su juicio, los chicos del instituto -de 12 a 18 años- son los más preparados de la historia a la hora de moverse en las redes sociales y demás plataformas digitales. Y es este conocimiento el que les permite afrontar los peligros que conlleva la red. «Hai uns anos a situación era peor, a xente non sabía tanto do tema e enganchábase máis do que debía», explica este experto en innovación social.

Por eso cuando a Alicia, Yanira o a Silvia les entran mensajes de un desconocido por el Facebook o Instagram, se cercioran de quién está detrás antes de entablar contacto con él. «A min entroume unha vez un vello dicíndome ?que linda se te ve?, e xa o bloqueei», apunta una de las chicas. «O que hai que explicarlles é que nunca saben quen está ao outro lado da pantalla e iso é o que teñen que aprender a manexar», añade Diego Parajó.

¿Se debe ver el móvil y las redes sociales como una amenaza? En absoluto, indica el educador social. La tecnología debe tratarse como una herramienta útil, hoy en día ya imprescindible en muchos ámbitos. El desafío está en aprender a utilizarla con criterio. Que se lo digan si no a los padres que ven en estos aparatos al enemigo que le resta horas de estudio a sus hijos y que los mantiene encerrados en su habitación a costa de una conversación en la mesa o de una pachanga con los amigos.

«¿Quién dice que no nos comunicamos, lo que pasa es que antes se hacía en la calle y ahora se hace por WhastApp?, simplemente el mundo cambia», argumenta una veinteañera que no comparte el rechazo de muchos adultos a los nuevos tiempos.

Pese a las reticencias, la escalada de las redes sociales, consolas y demás soportes es imparable. Cuando Diego pregunta a los alumnos de cuarto de A Illa cuántas pantallas tienen en casa -móviles, tabletas, ordenadores, televisores...- los chavales tienen que hacer cuentas. «Trece, dice uno, quince dice otro». Y como en el instituto no les dejan tener el teléfono, lo primero que hacen al salir de allí es cogerlo para ver si tienen mensajes y contestarlos de inmediato, reconocen. Diego hace un gesto cómplice. Ya se sabe, cuando no se puede con el enemigo lo mejor es tratar de convertirlo en aliado, y en ello está.