Manuel, usuario del comedor de Cáritas: «Estoy arrinconado, desplazado de la sociedad desde que no tengo trabajo»

Paloma González VILAGARCÍA

AROUSA

MARTINA MISER

Le gustaría tener un trabajo pero a sus 63 años le resulta casi imposible

01 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Nos enseñaron de pequeños que a los hombres de la calle se les debe tratar con distancia. Con prudencia y lejanía. A ellos no se les mira por si acaso, no se les toca, no se les habla. Es lo que tiene ser un hortera, ya lo decía Michi Panero. Yo conocí a Manuel en Cáritas. Estrechamos nuestras manos y se sentó en una silla de inmediato. Le molestaba estar de pie. Movía las piernas con nerviosismo. Puedo imaginar lo que estaría pensando él.

No vive en la calle, por suerte tiene un pequeño piso en Vilagarcía con el que se apaña. Vive solo y doblar la ropa se le da muy mal. «La vida de soltero», dice entre risas. Le gustaría tener un trabajo pero a sus 63 años le resulta casi imposible. Si lo vieras por la calle no te fijarías en él. Seguramente pensarías que vuelve a casa de algún trabajo de mano de obra por el color de sus uñas. Pero eso no es asunto mío. Manuel parece un buen hombre y tiene más miedo que tú. Por eso le tiembla la voz cuando habla.

Va a comer todos los días a Cáritas. No parece un hospital pero tampoco la casa de una abuela: cálida y acogedora. Hay un monigote en una puerta que le indica el baño y un vigilante que está al pie del cañón los 365 días del año. Hay turnos para desayunar, comer y cenar. El menú tiene una pinta deliciosa, pero no se sienta a la mesa con su hermano. «Aquí compañeros no, aquí conocidos», cuenta. No hay largas sobremesas ni conversaciones subidas de tono.

Es Manuel y su plato de comida. No tiene trabajo pero lo desea. «No estoy acostumbrado a estar parado. Trabajé toda mi vida en un almacén de frutas que tenían mis padres, luego fallecieron, cosas de la vida. Ahora no tengo trabajo». El tiempo, en su naturaleza, algo es contradictorio: cuando se tiene mucho, uno quiere tener menos. Y viceversa. «Pienso en miles de cosas... en ninguna, tonterías, no sé». En cuestiones de espacio, de oportunidades, de integración, se ve al margen. «Estoy arrinconado, desplazado de la sociedad desde que no tengo trabajo». Mientras tanto, Manuel, que dice estar dispuesto a trabajar en lo que sea, seguirá recurriendo al comedor social de Cáritas Interparroquial de Vilagarcía: un lugar en el que todo el que entra y sale tiene un nombre, una cara y un apretón de manos.