Treintañeros arousanos: una nueva generación al frente de un alijo de tres toneladas de cocaína
AROUSA

La sentencia por la primera gran operación del confinamiento confirma el afloramiento de una joven hornada de narcotraficantes en la ría. La mayoría de los condenados carecían de antecedentes penales
03 mar 2024 . Actualizado a las 10:52 h.Todavía en primera instancia, a la espera de que lleguen los inevitables recursos, la condena que la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra acaba de imponer por el alijo de 3,7 toneladas de cocaína que viajaba a bordo del velero Benirrás se sustenta en 72 años y siete meses de cárcel y una serie de fuertes sanciones económicas que, juntas, suman 3,7 millones de euros. Las penas se distribuyen entre ocho de los nueve individuos encausados en este proceso de forma proporcional a la función que, según el tribunal, ejercieron cada uno de ellos en el que fue el primer macroalijo que el narco trató de introducir en Galicia en los albores del confinamiento. Que la mitad de los condenados sean arousanos no es motivo de sorpresa a estas alturas, pero existe otro factor que sí llama la atención y confirma la emergencia en el negocio de una nueva generación criada en la ría: tres de ellos, incluido el jefe de la organización, Carlos Silla, ni siquiera han cumplido los cuarenta años.
A grandes rasgos, esto es lo que el dictamen judicial considera probado. En febrero del 2020, el velero Benirrás zarpa de Huelva, después de haber permanecido varias semanas en Portonovo, donde Jesús Francisco Alonso (Vigo, 1976, condenado a diez años y seis meses) se encargó de su acondicionamiento y equipación técnica. Patronea la embarcación Antolín Fernández Pajuelo (A Guarda, 1966, condenado a seis años y tres meses de cárcel; con 57 años, es el más veterano del grupo). Junto a él viajan José Oswaldo Tapia (Lima, 1973, condenado a diez años y seis meses), que ejerce las funciones de contacto con tierra y notario de la mercancía, y Daniel del Río Señoráns (Vilanova, 1993, condenado a tres años y cuatro meses, la pena más baja) como marinero.
Pese a figurar a nombre de Pajuelo, el verdadero propietario de la embarcación es Carlos Silla (Vilanova, 1986, condenado a quince años), a quien se atribuye el rol de cabecilla de la trama. De hecho, dispone de otros veleros y operatividad en los puertos de Huelva y el Algarve. El Benirrás navega hasta Brasil, donde un pesquero le entrega varios fardos de cocaína. La cantidad no acaba de estar clara, para empezar porque buena parte de la carga tuvo que ser rescatada del mar en Arousa, cuando el alijo fracasó. La confesión de tres de los implicados habla de más de cuatro mil kilogramos. La sentencia se refiere a 3,2 toneladas.
En la madrugada del 28 de marzo el barco está de vuelta, a cien millas de la costa coruñesa. Dos narcolanchas salen a por el material. Una de ellas zarpa de Punta Cabalo, en A Illa, tripulada por César Rial (A Illa, 1988, condenado a seis años y tres meses) y un segundo sujeto, a quien no se localizó. La otra lo hace de Tragove, en Cambados, donde Jesús Mouta (Vilanova, 1978, condenado a diez años y seis meses) la guardaba y había acondicionado. Aunque reciben la mercancía, las fuerzas de seguridad caen sobre ellas y desatan una persecución a la desesperada que acaba en el interior del mar de Arousa, entre bateas, al viejo estilo de la ría.
Mientras, el Benirrás se dirige a A Guarda, donde Pajuelo y Del Río lo hunden para alcanzar la costa en una zódiac y, alertados de la caída de sus compañeros, guarecerse en un antiguo pub.
El octavo hombre es Jorge Humberto Guerrero (Lima, 1981, condenado a diez años y seis meses), socio de Silla, quien gestiona la participación de Oswaldo en la operación. Además de la juventud de tres de los arousanos, conviene reparar en la condición de mirlos blancos de buena parte de su gente. Aunque pusieron pies en polvorosa y acabaron cayendo en octubre del 2021 a bordo de otro velero en Portugal, con 4,6 toneladas, ni Silla ni Guerrero tenían antecedentes penales en España por aquel entonces. Un expediente limpio del que también disfrutaban el peruano Oswaldo, el tripulante Del Río (el más joven, con treinta años), y Alonso y Mouta, del equipo técnico, por así decirlo.

La planeadora dormida que tenía una baliza de seguimiento
La suerte de las dos planeadoras que fracasaron en su intento de descargar el alijo del Benirrás fue similar, aunque no la de sus tripulaciones. Ambas fueron localizadas hacia a las tres de la madrugada del 28 de marzo por un amplio dispositivo en el que colaboraron la Guardia Civil, la Policía Nacional y el Servicio de Vigilancia Aduanera, reforzado con patrulleras y un helicóptero. Las embarcaciones se dirigían a toda velocidad hacia la ría de Arousa, y se separaron en cuanto se internaron en ella, con las fuerzas de seguridad en los talones.
Una de las narcolanchas embarrancó en la playa de O Barqueiriño, en O Grove. A trescientos metros, tratando de esconderse, fueron detenidos César Rial y Oswaldo Tapia, el notario de la entrega, que había embarcado en la planeadora desde el Benirrás. Un tercer tripulante no pudo ser localizado.
La gente de la segunda narcolancha fue sorprendida frente a Ribeira, cuando intentaba fondear los fardos de cocaína. Huyeron hacia el interior de la ría y acabaron abandonando su embarcación en las inmediaciones de la desembocadura del Umia. Su tripulación logró escapar.
De la sentencia se desprende que esta planeadora había permanecido dormida durante más de un año. En el transcurso de otra investigación, en enero del 2018, la Policía Nacional le colocó un dispositivo de seguimiento que, tiempo después, dejó de emitir. De forma inesperada, la señal regresó el 27 de marzo del 2020. En lugar de almacenada, se encontraba navegando en la ría.