De Vilanova a la India solo y con 20 años para ver a la secta que come muertos

AROUSA

Sus amigos le dicen que está loco, pero Pablo no lo dudó, quería ver a los Aghori
30 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Pablo Hermida Moreno es de esas personas amantes de los retos. Solo de esa forma se puede poner rumbo a la India, a los veinte años y solo, para visitar la secta de los Aghori, los hombres que comen carne de cadáveres humanos a orillas del Ganges. De niño vio un documental sobre este lugar, y tanto le impactó que, en cuanto pudo, para allá se fue.
Hizo la maleta a finales de agosto, después de haber ahorrado lo suficiente trabajando de camarero en la Bodega de Moncho en su Vilanova natal y antes de instalarse en Girona, donde estudia tercero de Medicina. Pablo tiene alma de aventurero, pero eso no implica lanzarse sin más a la aventura. Planifica bien sus viajes, de otro modo no podría conseguir volar de España a la India, vuelta incluida, por solo 400 euros. Hay que cotejar itinerarios y precios, y si la opción más barata supone desviarse desde Abu Dabi a Santorini, se va, y de paso se conoce la isla griega.
Empleó en este viaje diez días y el balance, dice, es más que positivo. Lejos de lo que se suele presuponer cuando se acude a este tipo de destinos sin recurrir a los operadores turísticos, Pablo no se encontró con problemas de seguridad ni penurias; ni le atacaron, ni le estafaron ni cogió ninguna enfermedad. Estaba sobre aviso —el curso pasado le tocó estudiar en la carrera las enfermedades infecciosas— y fue cuidadoso con lo comía y lo que bebía —todo envasado—, aunque al segundo día dejó las patatas de bolsa y se atrevió a probar un menú local en un restaurante. «La India es súper seguro. La gente es muy hospitalaria», cuenta.
Lo que sí responde a los estereotipos es el caos que reina en sus calles, que padeció y disfrutó a partes iguales hasta el punto de que a la hora de elegir su mejor experiencia se queda con aquel tren que cogió en Bombay: «Era uno de esos trenes que paran en todas las estaciones con la típica imagen de la gente colgada en los vagones. Íbamos todos apretados y sin poder moverte y como no te sitúes cerca de la plataforma, no puedes bajar. Yo, por suerte, sí bajé». Le gustó, por supuesto, el Taj Mahal y demás iconos de la cultura india, pero su meta estaba puesta en Benarés para ver a los Agnori, con los que tuvo oportunidad de hablar y, con su permiso, hacerse una foto. Por aquellos lares no se encontró a ningún turista; solo coincidió con un mexicano de 24 años, y otro más mayor que, como él, ejercían de viajeros solitarios.
Cuando Pablo contó en Vilanova que se iba a la India y solo, sus amigos le dijeron que estaba loco, pero él sostiene que no es para tanto, si bien reconoce que no es un viaje para todo el mundo. Llovía sobre mojado. Pablo ya había ido en unas condiciones similares a Egipto en 2022, y allí también se mezcló con la población local a la hora de moverse de un lugar a otro del país. Si de la India le impresionó su forma de vida, de la tierra de los faraones se queda, sobre todo, con sus monumentos y sus templos: las pirámides de Guiza, Luxor, el Valle de los Reyes y Abu Simbel, donde tuvo que ingeniárselas con el traductor de Google en árabe para conseguir un asiento en una furgoneta para regresar a su destino.
Estos viajes le cambian a uno. «Ahora me considero más afortunado, más agradecido con las cosas que te da la vida». Habla de la comparación entre la pobreza que se encontró en la India — «aunque no vi a nadie morirse de hambre», matiza— y el estado del bienestar del que gozamos en Europa.
Pablo Hermida se define como una persona austera y esta actitud ante la vida le facilita, sin duda, su apuesta por lanzarse al camino con una mochila y poco dinero. «Todo el mundo puede viajar si quiere, Europa es muy fácil», afirma, un continente que él empezó a explorar hace poco aprovechando fines de semana y vuelos baratos. Así conoció Dublín, Roma, Venecia, Austria o Hungría y espera poder seguir haciéndolo, aunque ahora toca descansar.
Tras la intensa experiencia en la India y recién empezado el curso su prioridad son los estudios. Quizás en el futuro pueda conocer África trabajando como médico — «me encantaría», indica— o el sudeste asiático —Vietnam, Bali, Tailandia— subido a una moto. Hay mucho por ver, aunque también tiene muy claro, que «como en casa, en ningún sitio».