Clavos y espadas en los ataúdes para evitar encuentros de ultratumba en Galicia

Serxio González Souto
Serxio González VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

El proyecto Colón Galego revela una vieja práctica funeraria de la que no existían referencias: cargar los enterramientos con peso para impedir que los muertos se levantasen de sus sepulturas

03 feb 2023 . Actualizado a las 21:09 h.

Abundan, en el imaginario popular de los gallegos, los encuentros más allá de la muerte. Cuentos y leyendas sobre la Compaña y su interminable procesión nocturna por bosques y corredoiras. Ánimas que asaltan a incautos caminantes para pedirles que rasguen sus sudarios y les faciliten la entrada en el paraíso, cuando su verdadera intención es que el suelo se abra bajo sus pies para arrastrarlos a las llamas del averno. El alma de algún pariente que no ve la hora de abandonar el purgatorio y necesita que se le dediquen unas cuantas misas como salvoconducto. La parroquia de los muertos, siempre presente, como reverso de la parroquia de los vivos.

Pero toda esta serie de manifestaciones pertenecen al ámbito de lo simbólico y lo incorpóreo. La historia que acaba de emerger en las Rías Baixas, al hilo de las excavaciones relacionadas con el proyecto Colón Galego y la investigación emprendida por la Universidad de Granada para identificar el ADN del descubridor del Nuevo Mundo, sorprende, en cambio, por su carácter plenamente físico. Nada de fantasmas evanescentes, sino amenazas sólidas de ultratumba. Un informante de 95 años explicó al equipo del arqueólogo Mateo Fontán, coordinador de la intervención que se desarrolló en el atrio de la iglesia medieval del Divino Salvador, en Poio, que antiguamente se sobrecargaban los ataúdes con elementos de peso, como clavos, limas e incluso sables, para impedir que los muertos saliesen de sus sepulturas.

Fontán y su gente excavaron en noviembre un rincón de cuatro metros cuadrados en el atrio del templo románico de Poio. Se trataba de encontrar restos óseos que los genetistas de Granada pudiesen analizar en busca de la huella del navegante en Galicia. La presencia de una familia de mareantes apellidada Colón está documentada en Pontevedra desde los primeros compases del siglo XV. Si los Colones gallegos recibían sepultura en algún lugar, tendría que ser, necesariamente, en el cementerio del Divino Salvador. El intento equivalía a buscar una aguja en un pajar, pero aun así dio frutos directos, en forma de muestras que han sido remitidas al laboratorio de la universidad andaluza para su estudio. E indirectos, como material de construcción que se remonta a la dominación romana, cerámica medieval y alguna que otra pieza moderna, que demuestran la antigüedad del yacimiento y su continuidad a lo largo del tiempo. Este otro hallazgo inmaterial, proporcionado por el hombre que visitó los trabajos, aporta un inesperado redondeo al proceso.

El arqueólogo Mateo Fontán dirigió la intervención en el atrio de la iglesia románica de Poio
El arqueólogo Mateo Fontán dirigió la intervención en el atrio de la iglesia románica de Poio RAMON LEIRO

«Algo que estábamos encontrando y nos sorprendía enormemente era una gran cantidad de clavos. Claro, podría pensarse que era normal, los clavos de los ataúdes. Pero la verdad es que eran demasiados, muchísimos para un sondeo tan pequeño, una barbaridad», reconoce el arqueólogo que dirigió la labor. Un buen día, un hombre muy mayor se dejó caer por la excavación en marcha. «Comenzó a hablar con la gente del equipo. Nos dijo que de niño había trabajado aquí, ayudando al sepulturero, y que todavía recordaba la última inhumación, que se llevó a cabo en 1929 o 1930. También relató que, en el momento del enterramiento, existía la costumbre de echar al ataúd clavos, limas e incluso sables, se refería a espadas; material pesado para que los muertos no volviesen». Semejante práctica podría explicar, al menos en parte, el exagerado hallazgo de clavos en el lugar.

 «Desde entonces estamos analizando el material y tratando de encontrar paralelismos con esta costumbre. Hemos hablado con varios antropólogos y, de momento, en Galicia no hemos hallado ninguna referencia a algo parecido a esto», subraya Fontán con respecto al relato del anciano, de obvias resonancias transilvánicas. La explicación que el hombre refirió, en el sentido de que el uso de clavos y espadas se debía a la creencia de que, a la hora de morir, «el cuerpo se descompone y sale de la tumba», no resulta menos inquietante.