Los pioneros del albariño

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la Torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Cunqueiro, Aniceto o Germán Pintos abrieron el camino a salones como el de esta semana en Madrid

18 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En los carnavales de 1996, la comparsa Unha, Grande e Chea le dedicó una copla a Pepita, la del bar Casa Germán de Cambados. «Esta muller está en todo / todo ten que saír ben / Moncho, atende a esos señores / ¡Tino, sírvelle a Serén», decía la copla y mucha razón tenía, porque Pepita se desvivía por que Casa Germán siguiera teniendo la misma importancia y calidad con que nació en 1928. Casa Germán era en 1996 el bar más antiguo de Cambados y también el primero que empezó a servir vino albariño en copas junto con la taberna de Aniceto. Eso sucedió en los años 50, cuando un litro de albariño costaba nueve pesetas.

«Lo llegamos a despachar en taza. Cuando aún estaba turbio, solo se podía servir en taza y luego ya se despachaba en copas de tipo español de casi un cuarto de litro», me contaba Pepita en aquel tiempo en que su eficacia hostelera y sus empanadillas inspiraban cantares: «Famosas empanadillas / Pepita vólvese tola / a nin dios lle da a receita / nin que fora a coca cola”.

Casa Germán abrió el 18 de julio de 1928 y en la taberna había unos barrilitos de vino tinto y un barrilito de albariño, que entonces era un vino desconocido. Pronto se cumplirá un siglo de aquello y ya ven, hoy, el albariño se identifica con la excelencia. A nadie se le ocurre servirlo en tazas, sino en copas estilizadas y ese salto de la taza a la copa llegó a provocar mucha envidia hace años. No olvidaré un viaje a Ribadavia a principios de este siglo. Fui para escribir un reportaje sobre su judería, pero en las tiendas preferían hablarme de un tema que indignaba a los comerciantes: acababa de salir un folleto turístico autonómico en el que se invitaba a conocer Galicia y a beber una copa de albariño en un lujoso restaurante y una taza de ribeiro en una taberna enxebre.

42 bodegas en Madrid

El pasado miércoles, la denominación de origen celebró en el hotel Urban de Madrid el Primer Salón Vinos de Colección Rías Baixas, en el que participaron 42 bodegas de la denominación con 99 marcas. Ahora es normal que se celebren ferias, salones, masterclass, catas comentadas y diversos eventos de promoción del vino Rías Baixas. Pero cuando, en 1996, la D. O. Rías Baixas propuso por primera vez la creación de una ruta del vino albariño, a imitación de las grandes rutas francesas del vino, provocó escepticismo. Sucedió el mismo año en que José María Aznar accedió a la presidencia del Gobierno tras ganar las elecciones generales a Felipe González por 300.000 votos. Unos años antes, en Valladolid, en 1987, cuando ya era presidente de la Junta de Castilla y León, conocí a Aznar el día de la inauguración de la Feria de Muestras de la capital de la región.

El pabellón de la Xunta de Galicia, presidida entonces por el socialista Fernando González Laxe tras una moción de censura, tenía un estand dedicado al albariño, y cuando llegó Aznar, haciendo el paseo protocolario, le ofrecieron una copa de vino que el presidente castellano rechazó, acelerando el paso.

Tiempos lejanos en los que empezaba a vislumbrarse la importancia de nuestro vino blanco y se promocionaba en Madrid mediante eventos parecidos al que se ha celebrado esta semana. Estuve presente en el primer intento serio de acercar el albariño a la prensa madrileña. Se celebró un domingo por la mañana en el hotel Mindanao, propiedad de una familia gallega. Fue invitada la prensa de la capital, que acudió en tropel, aunque, excepto un periodista de Radio Nacional de España, en su mayoría eran editores espabilados de revistas gratuitas de consulta de dentista. La repercusión del acto de promoción fue prácticamente nula, pero los seudoperiodistas se pusieron hasta arriba de ostras y vino. Al acabar, no contentos con el agasajo, sugirieron que la organización les trajera el postre. Así se hizo: pasteles y café. Aquello fue un fiasco, pero fue la última vez que se hizo el panoli.

Promoción por sí sola

Mientras tanto, en O Salnés, el albariño se promocionaba por sí solo, sin eventos, en Casa Germán o en El Corte Inglés de Ribadumia. Ambos locales míticos en la historia popular de nuestro vino nacen de la misma raíz: la familia Pintos. Germán Pintos abrió Casa Germán y, años después, Manolo Pintos abrió un colmado en Sisán (Ribadumia) que tenía la gracia de sus 10 bocois de albariño. Alfonso Vidal, escultor de Vilalonga, tuvo un día la ocurren­cia de motejar el local con visión grandiosa. «Aquí hay de todo, a este sitio vamos a llamarlo El Corte inglés». Y el nom­bre fue corriendo de boca en boca.

Los entendidos sabían cuándo se abría un bocoy y ese día acudían a probar. Una tarde, escuché a un cliente hablar de la escuela filosófica del albariño: una corriente de pensamiento que, entre O Lavandeiro de O Grove y O Hipólito de Catoira, pasando por El Corte Inglés de Sisán, Casa Germán de Cambados y el Xesteira de Vilagarcía, llenaba de trascendencia y metafísica la comarca. Su maestro era don Álvaro Cunqueiro, defensor del albariño, «el primer blanco de España y uno de los mejores de Occidente», y su primer valedor junto a Germán Pintos y Aniceto.