Lograr ciudades cercanas y cuidadoras, un reto necesario, pero también posible

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

Educación, concienciación y valentía de las Administraciones, primeras recetas lanzadas desde el congreso Vaiderúas!, un espacio de debate que descubre cómo la ausencia de algo tan sencillo como unos bancos hace desaparecer de los espacios públicos a parte de sus vecinos

21 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sustentabilidad, igualdad y calidad de vida. Estos fueron ayer los tres ejes sobre los que echó a rodar el gran debate de ideas y modelos que el Concello de Vilagarcía ha puesto sobre la mesa en el auditorio municipal con la primera edición de Vaiderúas! Congreso sobre a mobilidade do futuro. Un lugar de encuentro de expertos en urbanismo y recuperación del espacio público para las personas que arrancó con hora y media de debate entre el urbanista José Luis Cañavate y la socióloga y doctora en gestión y valoración urbana y arquitectónica Blanca Valdivia. Su charla acumuló argumentos de peso para defender no solo que otro modelo de ciudad es necesario, sino también que resulta posible que la gente disfrute de ciudades cercanas, lentas y cuidadoras de sus vecinos, liberadas de la tiranía de los vehículos a motor.

José Luis Cañavate arrancó su intervención con una lección de historia que, confesó, le causa vergüenza recordar: «Hace 30 años, sentados en una comisión —de la Unión Europea— en Bruselas, alguien planteó ‘¿Por qué no celebramos un día sin coches?’ En aquel momento en Europa había de 280 a 290 vehículos por cada 1.000 habitantes y los 400 de Los Ángeles nos parecían el infierno. Desde entonces hemos gastado un montón de dinero en fondos públicos para resolver el problema y la media de vehículos de nuestras ciudades es hoy de 400 vehículos y la semana de la movilidad se ha convertido en folclore, en muchas ciudades españolas patrocinada por marcas de coches».

El urbanista vasco defendió en Vilagarcía el concepto de ciudad de cercanía. O lo que es lo mismo, apostar por reparar «uno de los mayores errores de los urbanistas, que buscaron ciudades compactas, muy buenas para los que están cerca del centro y malas para el resto». ¿Y cómo hacerlo? Premiando la accesibilidad antes que la movilidad: «¿Por qué no hacer pequeñas ciudades dentro de las ciudades para que todo lo que necesitamos esté a quince minutos andando?», formula Cañavate. Para ello basta, dice, con atender a los estudios que demuestran que «ninguna ciudad del mundo necesita más del 30 % de su red viaria para el tráfico rodado, por lo que el 70 % de las vías de las ciudades se pueden transformar en espacios en los que dominen las prioridades del ser humano y las relaciones entre personas». Y ganar a los alcaldes y demás administraciones para la causa, a fin de sustituir en el diseño del urbanismo del Siglo XXI los PXOM, las concesiones para aparcamientos a 30 o hasta 70 años que hipotecan el urbanismo local y la contratación de ingenieros que «solo tienen en cuenta los viajes de más de 10 minutos, como si no hubiera peatones», cambiándolas por «políticas proactivas» que demuestren que, efectivamente, se apuesta por que «lo más importante es la gente que camina» y entendiendo que «nos sobran la mitad de los coches que hay en las ciudades». En definitiva, concluye Canavate: «Hay que cambiar las gafas con las que vemos la ciudad» y enarbolar el derecho a vivir con lentitud.

Blanca Valdivia hizo hincapié en la necesidad de atender y medir al detalle las muy diferentes formas y motivaciones detrás de los desplazamientos urbanos de las personas y tomar buena nota de ello para hacer de las ciudades espacios cuidadores de sus vecinos. Un planteamiento que, desde la propia experiencia más personal de Valdivia, permite obtener conclusiones demoledoras.

Ciudadanos que desaparecen

«Mi padre tiene párkinson y tiene el centro de salud a 7 minutos andando, que no puede caminar porque no hay bancos en el trayecto y una persona con párkinson necesita ir parándose. El hecho de que no haya un elemento tan sencillo como bancos obliga a que sea una ambulancia la que lo lleve al centro de salud. Elementos que han desaparecido de las ciudades han hecho que personas desaparezcan de las ciudades por no tener esos elementos básicos».

La de la madrileña afincada en Barcelona fue una intervención muy pegada al terreno que, desde su labor con multitud de administraciones públicas en la cooperativa de arquitectas, sociólogas y feministas Col-lectiu Punt 6, le permite ofrecer numerosos ejemplos de cómo se pueden cambiar la relación entre los espacios públicos y las personas que deberían poder disfrutar de ellos. Con soluciones como la peatonalización los fines de semana de calles céntricas comerciales, como se hace con los barrios de Gràcia o Sants en Barcelona o, sin salir de la misma ciudad, el programa Bicibús, con el que los escolares de cada vez un mayor número de centros acude al colegio en bicicleta todos los viernes.

Cañavate y Valdivia coincidieron en que el éxito de transformaciones urbanas como la que pretende Vilagarcía pasan por educar sobre todo a las nuevas generaciones y por una potente pedagogía por parte de las administraciones públicas con la que conseguir hacer ver a la población que, efectivamente, este es el modelo que hará la ciudad suya.

Violencia sobre el 57 % de las usuarias de transporte público

 El colectivo feminista de Blanca Valdivia dedica sus esfuerzos a hacer ver que, también en materia de movilidad y urbanismo, hay diferencias de género. Empezando por que «las mujeres se desplazan por la ciudad por un mayor número de motivos» ligados al hecho de que siguen siendo las que asumen mayoritariamente los cuidados de la familia, tanto de menores como de adultos dependientes. También que «la mayoría de la toma de decisiones en el diseño del urbanismo está en manos de hombres». O un dato estremecedor: «El 57 % de las usuarias del transporte público han sufrido algún tipo de ataque, violencia o acoso y el 47 % no quieren viajar solas». Valdivia también habló sobre la necesidad de crear «refugios climáticos» en las ciudades frente al calor, promoviendo la despavimentación, aumentando la vegetación e instalando más puntos de agua en espacios públicos.