Los vecinos asumen desde los balcones el papel de los bomberos en la Festa da Auga

a. rial / s. rey / a.g. VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

ADRIÁN BAÚLDE

Tras dos años, Vilagarcía volvió a inundarse con el agua caída de los pisos

17 ago 2022 . Actualizado a las 11:29 h.

Tras dos años de dura pandemia, ayer fue el renacimiento de una de las citas más importantes para los vilagarcianos y toda Galicia. Y es que, pese a las restricciones por la sequía, Vilagarcía no se podía quedar sin una de sus sagradas tradiciones: a Festa da Auga. De todos modos, el Concello impuso algunas normas que se cumplieron a rajatabla: una de ellas fue cortar el agua de las fuentes para que estas se mantuvieran vacías. Otra de las restricciones, quizás una de la más llamativas de este año, es que los bomberos no podían participar y situarse en la plaza de Galicia, un espacio que durante la fiesta se vio muy vacío.

Pese a la falta de los camiones, para muchos esta fue la primera vez que asistían a la celebración, por lo que fue toda una oportunidad para vivir la experiencia desde la vertiente más tradicional: los vecinos fueron los protagonistas de la fiesta, ya que se convirtieron en los bomberos que la gente tanto anhelaba. En cuanto al resultado, aunque fuera sin fuentes y mangueras, la multitud terminó igualmente a pingar de agua, de cabeza a pies.

Vilagarcía se llenó de adolescentes que venían de reenganche del día anterior de la fiesta de San Roque, pero también de muchos niños y adultos de diversas edades. Varios grupos de amigos y familias retomaron las añoradas camisetas de las peñas, algunas más simples que otras, que albergaban diseños muy ingeniosos, pero todas con la esencia de la fiesta y San Roque. Como suele ser habitual, la gente aprovechó la ocasión para volver a sacar sus disfraces y complementos de carnaval, por lo que no era raro cruzarse por la calle con Freddie Mercury, algún diablo, buzos o personas con los accesorios más aleatorios. También, desde las ventanas se podían ver pancartas con mensajes de agradecimiento por el regreso de San Roquiño y la Fiesta del Agua.

Sobre las doce menos cuarto del mediodía, todos comenzaron a prepararse para el traslado de San Roque desde la iglesia parroquial, precediendo al pregón que daría paso a la lluvia desde los balcones. Los vecinos y turistas corrían para hacerse un hueco entre la muchedumbre, dando vida a las calles con diferentes cánticos hasta llegar a la capilla de San Roque. El pregón vino de la mano de Sara Gómez, una de las jugadoras de baloncesto del Cortegada. Fue un emotivo discurso que quiso transmitir la necesidad de apoyar al deporte femenino. Tras echar unos cuantos balones y entre los gritos de «¡Viva San Roque!», la profesional tiró el primer cubo de agua, dando comienzo a la tan esperada ducha.

Cubos de agua, mangueras y alcachofas de ducha empaparon a toda la procesión, que no paraba de exclamar «¡Aquí no llega!», con las ansias de que el agua se dirigiera hacia ellos. Volviendo tras sus pasos, yendo hacia el centro de la villa, la gente continuó pidiendo un remojón, para después dispersarse por las diversas calles del pueblo donde la fiesta continuaba gracias a la animación de los bares del centro. Calle tras calle, daba igual por dónde ir, había fiesta en todas partes. De esta manera, la Festa da Auga se prolongó hasta que cada cuerpo pudo aguantar, ya que los vecinos y locales continuaron poniendo música y tirando agua hasta bien entrada la tarde.

El regreso de esta tradición que se realizaba ya en el año 1984, desde que los romeros cargaban al santo de San Roque hasta la capilla y pedían agua, se vuelve a repetir por todo lo grande tras dos años sin poder hacerlo. La de ayer fue una jornada que, pese a las limitaciones y el desafortunado mal tiempo, demostró que la gente aún sigue deseosa y con muchas ansias de esta fiesta que resulta tan simbólica del verano.