El mejor pez espada a diez pasos de la playa

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido A ILLA / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

Cuando Vituco abrió su chiringuito, se contaban con los dedos de una mano, y sobrarían, el número de establecimientos de ese tipo en A Illa. Tres décadas más tarde, su hijo Álvaro mantiene muy alto el listón

12 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«A Vituco sempre lle ghustou. Un dia veu a casa e díxome ‘mira, solicitei un chiringo’. E eu díxenlle ‘ti estás tolo. Eu non che vou para o chiringo’. Pero foi o mellor que puido faser». Así recuerda Sagrario, la viuda de Vituco, aquel día que les cambió la vida. Para bien. Él, carpintero de profesión, tenía problemas físicos que le impedían desarrollar su oficio en las mejores condiciones y buscó una salida. Ahí se juntaron el buen ojo de Vituco para pensar en una solución para su familia y el buen hacer de todos en los fogones y detrás de la barra para convertir el negocio en toda una referencia. «El aquí era felís», sentencia Sagrario

No habían muchos chiringuitos entonces en A Illa. De hecho, sobrarían los dedos de una mano para contarlos. El puente que unía el territorio insular con el continente llevaba apenas un año abierto y el bum turístico estaba todavía por explotar. Recuerda Álvaro, el hijo de Sagrario y de Vituco y que es quien desde hace unos años ahora ha tomado las riendas del chiringo, que en aquellos tiempos los coches llegaban hasta la playa. Literalmente. «Aparcaban enriba da praia. Había veses que fasían mover á xente que estaba na praia para poñer o coche», afirma.

Pero comenzaron a llegar los turistas desde el continente. Cada vez en mayor número, y eso permitía a la familiar ir ahorrando para invertir en lo que Sagrario define como «tiriñas de terra». «Compramos sete, pouco a pouco, de cada ves unha. E el era aquí o home mais felís da vida. E eu tamén son a muller máis felís da vida. Aghora e de el —dice Sagrario señalando a Álvaro—, pero a min ghústame estar aquí. Ver o ambiente, falar con uns, falar con outros. Coñeso a moitísima xente». Porque claro, uno de las claves del chiringuito es la fidelidad que ha encontrado entre su clientela. «Hai clientes que veñen case desde que abrimos, que pasan quinse días, e botan os quinse días comendo aquí», apunta Álvaro. El entorno ayuda, claro está, porque el arenal de Concerrado reúne todo aquello que debe tener una playa familiar. Tranquila, sin olas y sin pendientes y con usuarios habituales. «Eu sempre o digho. Teño uns clientes marabillosos. Non me dan gherra ningunha, se teñen que esperar media hora para comer, esperan; se teñen que esperar unha, esperan unha».

Porque, claro, toca hablar de la comida, que es la gran clave del éxito del chiringuito. Y, ahí no hay duda: «A especialidade daquí é o peixe espada. Hai moita xente que ven expresamente a comelo», afirma Álvaro, que también destaca los arroces que salen de la cocina. «E as sardiñas, que cando temos, como son daquí da ría, a xente bótase a elas», explica. El miércoles, por ejemplo, tenían unas docenas do xeito, que seguro que volaron. De hecho, el pescado fresco, recién salido de la plaza, es otra de las claves. «Este fin de semana trouxéronme da praza de Cambados robalizas, sargos, cabrachos... e saíron practicamente todos no día. E trouxen bastante», subraya.

Porque, reconoce Álvaro, que el verano no está yendo nada mal. También reconoce que hay algunos compañeros que sí se quejan, pero que en su caso no tiene por qué. «Nótase algho que agaharran un pouquiño dos cartos, pero bastante ben», dice. Todo en una temporada de trabajo corta, porque este año junio no fue un buen mes para ir a la playa y ellos cierran el 4 de septiembre. Saben por experiencia que en ese mes el turismo familiar, que es su principal soporte, desaparece porque, entre otras cosas, las clases de los niños empiezan muy pronto.

Vituco murió hace nueve años, y fue entonces cuando poco a poco Álvaro se fue involucrando cada vez más en el negocio. Y tiene muy claro que ese es su futuro. «Fastídiame estar aquí todo o verán encerrado e botar horas bastantes, pero non o cambio, a non ser que me tocara o Euromillón, que non vai a ser», bromea Álvaro.

Lo que sí cambió fue el nombre del chiringuito, que mientras Vituco vivía se llamaba Concerrado y que fue rebautizado unos años después de su muerte. «Moitos viñan preghuntar polo chiringuito de Vituco, a de Vituco, a de Vituco... e púxenlle Chiringuito Vituco como unha pequena homenaxe, porque a xente acórdase de el e fálame de el, así que dixen Chiringuito Vituco, aínda que esteamos na praia de Concerrado», explica Álvaro.

¿Y habrá una tercera generación al frente del negocio? Pues parece que sí. «Aghora, que as nenas son pequenas, ghústalle. ‘Papi, déixame levar a min a cervexa’, dinme. Pero despois, cando vexan que as súas amighas van por aí de festa e elas teñen que traballar aquí, seghuro que cambian de idea. Pero, de momento, a maior dime: ‘Papi, quero levar o chiringuito cando ti o deixes’».