Las chilindradas de Soto O de Cubela

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

AROUSA

ADRIÁN BAÚLDE

El último xugueiro y otros viejos oficios son ensalzados en la Mostra de Baión

12 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Las Festas de San Miguel de Deiro duraban seis días y contrataban 12 orquestas. En las Festas de San Miguel, se bebía del porrón, se comían mejillones con pan de millo, se tomaba chocolate con churros y se acababa con una queimada. Todo de balde, que así sabía más rico. En San Miguel, las fiestas tenían dedicatoria: un día se dedicaban a San Miguel, otro a San Antonio, el siguiente a María Auxiliadora. Incluso había un día para los perros, otro para los burros y hasta dedicaban una jornada a la publicidad. No había tanto día dedicado en las Festas de A Pastoriza, pero tenían gigantes y cabezudos, dos verbenas, cuatro orquestas, gaitas, misas y procesiones.

Las fiestas populares de O Salnés han cambiado poco. Lo que les he contado es el programa festivo de 1995. Pero Galicia ha sabido conservar sus tradiciones, sus fiestas, el respeto a los viejos oficios y a las costumbres de toda la vida. Ahí están las Festas de Santa Rita en Vilagarcía, manteniendo su romería y dando a la ciudad un sabor enxebre que emociona mucho. Solo ese día, se acercan por Vilagarcía las pulpeiras de Arcos y las churrasquerías ambulantes. Las Festas de San Roque son más explosivas, pero la alegría más íntima, la tradicional, se siente en Santa Rita.

Con el afán de recrear y recuperar oficios, trabajos, tradiciones, fiestas y actividades de la cultura agraria, este fin de semana se celebra en Baión una romería muy particular: la Mostra de Oficios, Tradicións e Xogos Populares organizada por la asociación cultural O Castro, que cumple su quinta edición este año. Se trata de un empeño con arraigo en O Salnés, donde el respeto al tiempo en que vivíamos de otra manera es una constante. Recuerdo, por ejemplo, que, hace un cuarto de siglo, la asociación Santa Compaña de Cambados organizaba charlas y demostraciones sobre viejos oficios como el de las atadeiras, donde Ángela Abal Lita y Valvanera Trigo Durán mostraban sus habilidades.

De los personajes dedicados a viejos oficios que conocí recorriendo Galicia, me quedo con algunos verdaderamente singulares. Uno es el de sacristán y campaneiro, que desempeñaba en Bastavales Manuel Montero desde 1980. Era un personaje de tanta confianza que el párroco de San Xulián de Bastavales no lo dejaba retirarse. El trabajo de Manuel, además de ser antiguo, tenía detrás mucha celebridad literaria porque por aquí vivió Rosalía de Castro y dedicó unos versos a las campanas de San Xulián, que incluso inspiraron a Amancio Prada, poniéndoles música: «Campanas de Bastavales / cando vos oio tocar / mórrome de soidades».

Las campanas sonaban dos veces al día: a la una, para avisar a las gentes del campo de que ya era la hora de la comida, y a la puesta del sol, que era el toque de oración. En realidad, Manuel solo tocaba las campanas los días de fiesta. A diario, se encargaba de tañer un hombre joven llamado Ernesto, que compaginaba los oficios de campaneiro y enterrador.

Las campanas de Bastavales son tres. «La grande tiene un sonido parecido a la de la campana de la Catedral de Compostela, pero más clara. La mediana es como un lamento y la pequeña es de sonido más vivo y alegre», me contaba Manuel, que ya solo repinicaba los domingos porque el párroco lo había dispensado el resto de la semana por culpa de los 53 escalones del campanario de Bastavales.

Otro oficio antiguo es el de xugueiro. Soto O de Cubela fue el último xugueiro que venía a vender yugos al mercado de Vilagarcía. Soto venía cada martes y cada sábado a la orilla del Con e instalaba su tenderete de yugos para bueyes y vacas. El primero lo vendió por siete pesetas en el mercado de Padrón, recién acabada la Guerra Civil.

Oficios con tradición

Los Rodríguez de Cubela son de Rois y son xugueiros de tradición. El abuelo de Soto había muerto en 1922 con 90 años y toda una vida dedicada a confeccionar a mano aperos para uncir bestias. El padre continuó el oficio y el nieto, Manuel Rodríguez Soto, empezó a trabajar la madera con 14 años. Cuando lo conocí, en 1994, tenía 81 y seguía activo. «O meu é o taller. Aínda os domingos, como non me gustan as partidas ni bebo, encérrome no taller a facer chilindradas», me confesaba antes de referirse a algún carpintero de la ría que «os facía, pero non se dedicaban a isto, cobraban o xugo a dez reais ou a dúas pesetas cando eu tiña que pedir sete».

Entre los años 40 y 60 del siglo pasado, Soto O de Cubela vendía cada día ocho o diez yugos desde Arousa hasta el Ulla, sobre todo entre abril y mayo, los meses en que se labraba y sembraba. Luego, la cosa cambió. «Isto matouno o tractor e sobre todo os matraquillos, pero antes, cando chegaba a primavera, eu traballaba 15 e 17 horas cada día».

Soto seguía fiel a la tradición xugueira, que mandaba cortar la madera de freixo en septiembre, portearla, serrarla y dejarla secar dos o tres años. Sus yugos tenían como marca una estrella y aún uncen bueyes y vacas. Viejos oficios cuyo fruto perdura y se muestra y ensalza este fin de semana en la Mostra de Baión.